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Diego Sánchez de la Cruz

En defensa de los paraísos fiscales (Parte III)

En los dos artículos dedicados a esta cuestión (Parte I y Parte II) he intentado explicar los siguientes puntos:

1. UE, EEUU, G-20 y OCDE no quieren competencia tributaria ni “paraísos fiscales”. Da la casualidad de que defienden modelos de gasto público elevado, y no quieren alternativa ni competencia a su paradigma.

2. El clima informativo sobre este asunto está caracterizado por visiones particularmente intervencionistas en lo tocante al poder que debe tener el Estado sobre la economía.

3. La competencia fiscal limita el poder de los gobiernos de todo el mundo, ya que los contribuyentes tienen ciertas alternativas para protegerse de una fiscalidad excesiva.

4. Los “paraísos fiscales” juegan un papel muy importante en la economía mundial. Atacar su modelo es contraproducente, ya que estas demarcaciones canalizan grandes flujos de inversión que repercuten positivamente en los países de fiscalidad alta.

5. Lejos de ser países poco fiables, los “paraísos fiscales” se caracterizan por la riqueza y la prosperidad que garantiza su alto nivel de desarrollo social y económico.

6. Existen decenas de gobiernos tiránicos que persiguen de forma incansable los ahorros de sus contribuyentes. Millones de personas necesitan refugios tributarios para poder evitar las expropiaciones y confiscaciones masivas de sus ahorros.

7. No es lo mismo “evadir” impuestos que “eludir” impuestos. Destinar nuestro dinero a “paraísos fiscales” es totalmente legal.

8. La resistencia fiscal es un principio moralmente legítimo que se puede articular de mejor forma gracias a los “paraísos fiscales”.

9. El “secreto bancario” es fundamental para proteger nuestra información del control excesivo que el Estado tiende a ejercer sobre los gobernados.

10. Los mismos “paraísos fiscales” han firmado centenares de tratados de cooperación con los gobiernos que tanto les persiguen. Por lo tanto, su actitud es razonablemente abierta a pesar de la agresiva estrategia imperialista desplegada por la UE, EEUU y la OCDE contra estos países.

A modo de cierre, quisiera subrayar la importancia que tendrá este tema en los próximos años. Durante décadas, los gobiernos de medio mundo se han acostumbrado a un modelo político-económico basado en una interminable cascada de impuestos y deuda. El paso del tiempo ha demostrado que dicho paradigma no será sostenible a largo plazo, ya que sus efectos sobre el progreso económico son devastadores.

Mientras se produzca el necesario ajuste que simplifique, adelgace y modernice al inviable “Estado del Bienestar”, los “paraísos fiscales” nos aseguran un alto nivel de competencia fiscal que obligará a los gobernantes a caminar en la dirección de más libertad. De no existir esta alternativa, es probable que la respuesta serían más impuestos y más intervencionismo.

Muchos países europeos han entendido esto y han adoptado una fiscalidad baja y atractiva que permite mantener el presupuesto estatal en niveles más razonables al tiempo que anima el crecimiento del sector privado. La revolución de los impuestos de tasa única ha llegado con éxito a numerosos países: en Estonia, la fiscalidad se queda en el 18%; en Georgia se limita al 12%… Decenas de países han seguido este ejemplo para acercarse más al exitoso paradigma de los “paraísos fiscales”.

Defendamos, pues, el éxito de los “paraísos fiscales”, porque la competencia que introducen a nivel internacional nos ayuda a crear mayores fuerzas de resistencia contra las subidas de impuestos.

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