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Diego Sánchez de la Cruz

Esperanza y experiencia de la Tasa Tobin

El principal problema con la Tasa Tobin es que muchos de sus partidarios parecen desconocer por completo el resultado que ha tenido este gravamen cuando ha sido aplicado en ocasiones anteriores. El propósito de las siguientes líneas es, por tanto, demostrar que la historia ya nos demuestra la inconveniencia de introducir una tasa a las transacciones financieras.

Empecemos recordando que este impuesto tiene el apoyo político de dirigentes de diferente signo político. Nicolas Sarkozy, Angela Merkel y Mariano Rajoy han apoyado la Tasa Tobin, por lo que no hablamos de un impuesto ligado única y exclusivamente a las formaciones políticas de corte socialdemócrata, socialista o comunista.

Dicho esto, analicemos los problemas que supondría aplicar la Tasa Tobin. El primero de ellos es elemental: gracias a la globalización, los agentes financieros pueden esquivar el gravamen de forma sencilla, desplazando sus operaciones a jurisdicciones donde no se les impongan estos impuestos. Esta deslocalización financiera empobrecería la economía del viejo continente de formas muy diversas.

Hay quienes están dispuestos a pagar ese coste porque esperan que la Tasa Tobin genere miles de millones de euros que servirían para atajar los problemas de endeudamiento público que hoy enfrentan numerosos gobiernos europeos. La evidencia demuestra que esto no es así. El caso más llamativo es el de Suecia en los años 80: el gobierno socialdemócrata del Reino escandinavo había proyectado una recaudación de 1.500 millones de coronas al año… pero los datos reales rebajaron esta cifra hasta los 50 millones.

Además, la medida tuvo efectos secundarios que acabaron anulando este escaso efecto recaudatorio. Así, el hundimiento de la actividad financiera redujo notablemente los ingresos generados por el impuesto de capitales, de modo que el saldo final para el fisco no arrojó ninguna ventaja.

Cabe señalar que numerosos suecos sufrieron enormemente las consecuencias de este impuesto. Las acciones en bolsa son una buena muestra de ello: en los 30 días previos a la aplicación del gravamen, el índice cayó más de un 5%, a lo que se le une un bajón del 2% apreciado el día en que entró en vigor el impuesto.

En vez de replegar velas, la tasa duplicó su gravamen en 1986, de nuevo cosechando pésimos resultados. Llegado 1990, el 50% del trading registrado anteriormente en Suecia se había movido a Londres. En el mercado de bonos, la caída alcanzó el 85%. En el de futuros, el hundimiento llegó al 98%.

Las cifras son demoledoras, y pueden consultarse en diferentes trabajos de Marion G. Wrobe, experta en impuestos financieros. Para un análisis más breve de la cuestión, recomiendo las siguientes informaciones de Libre Mercado:

- Domingo Soriano: La experiencia sueca demostró el fiasco de la Tasa Tobin en 1983.
- Rocío Regidor: El fiasco de la Tasa Tobin.

Actualizando la experiencia sueca a la realidad europea, los estudios que ha elaborado Oliver Wyman confirman que el escenario volvería a repetirse. Según un detallado informe de la consultora publicado en enero de 2012, “por cada euro de ingresos tributarios generado por la Tasa Tobin se perdería más de un euro en el resto de la economía”. De nuevo, el argumento de la recaudación se cae por su propio.

Pensionistas, ahorradores y trabajadores pagan el pato

El estudio de Oliver Wyman determina que el golpe de la Tasa Tobin sería especialmente duro “para fondos de pensiones, compañías aseguradoras y empresas”. Estos agentes económicos “se verían obligados a traspasar muchos de estos costes directos e indirectos a sus usuarios finales, que son además quienes menos oportunidades tienen de protegerse ante estas medidas tributarias”.

También los informes del Fondo Monetario Internacional sobre esta cuestión son muy claros: “a largo plazo, quienes sufren el impuesto a las transacciones son los trabajadores, produciéndose una reducción en su productividad y sus salarios”. La distorsión en la economía sería notable, debido a una “incorrecta asignación de recursos” ligada a la imposición de la tasa.

La propia Comisión Europea confirma que introducir la Tasa Tobin tendría un efecto nefasto en toda la economía del viejo continente. El PIB comunitario se hundiría un 1,8% si se fijase el gravamen del 0,1% a las transacciones financieras. Rebajando notablemente el impacto del impuesto, la situación seguiría siendo muy negativa: con un tipo del 0,01%, la economía europea igualmente experimentaría un preocupante retroceso, esta vez del 0,2%.

Especulación y volatilidad

Muchos de quienes piden la aplicación de la Tasa Tobin argumentan que la especulación financiera debe ser limitada, pues genera un clima económico volátil y no desempeña una función social valiosa. Este argumento choca con la evidencia presentada en 2004 por el Banco Central Europeo, que negó que la Tasa Tobin sea una receta certera y efectiva contra la citada volatilidad. De hecho, hay diversos estudios que indican que la introducción de la Tasa Tobin aumentaría la volatilidad financiera y económica, al menos a corto plazo.

También hay quienes argumentan la conveniencia del gravamen a las transacciones financieras por la necesidad de frenar el trading de alta frecuencia. De nuevo, quienes enarbolan este discurso ponen la esperanza por encima de la experiencia. En realidad, varios estudios apuntan que estas operaciones apenas muestran discrepancias con la tendencia desarrollada por agentes centrados en el medio y largo plazo.

¿Qué significa esto? Que el proceso de descubrimiento de precios viene determinado siempre por la sana dinámica de la especulación, cuya función social debe apreciarse en horizontes temporales más amplios de los que conceden quienes hacen este tipo de críticas.

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