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Diego Sánchez de la Cruz

Un (suave) soplo de aire fresco

Desde la entrada en vigor del euro hasta el comienzo de la crisis actual, los burócratas de Bruselas olvidaron la necesidad de seguir avanzando en la liberalización económica de Europa y se empeñaron en seguir otro camino. Así, el debate político quedó prácticamente reducido a continuas discusiones sobre un polémico proyecto constitucional que acabó sumiendo a la UE en una situación de parálisis e inmovilismo.

Muchos liberales ya advirtieron entonces que la UE estaba perdiendo el rumbo. Pedro Schwartz definió aquella Constitución Europea como una “grasienta empanada de 448 artículos”. Por su parte, La Ilustración Liberal dedicó un número especial a analizar la cuestión. Sin embargo, los líderes europeos siguieron dormidos, erosionando gran parte del capital político de la Unión en una apuesta casi dogmática por un engendro constitucional que acabó siendo aprobado por la puerta de atrás. En esas estaban cuando la realidad llamó a las puertas del viejo continente y la crisis económica se convirtió en el pan de cada día.

Hubo entonces un intento de reacción por parte de dirigentes como Angela Merkel o Nicolas Sarkozy. Su respuesta a las turbulencias económicas se basó en una concatenación de tics intervencionistas que acabaron legitimando un mayor peso del Estado en la economía. Así, entre “rescates” y “estímulos”, el gasto público en la UE ha alcanzado el 51% del PIB comunitario, contradiciendo así la doctrina oficial de “austeridad presupuestaria” que tanto predican los líderes europeos.

Echando la vista atrás, y después de cuatro largos años de lenta decadencia económica, podemos afirmar que la visión de Merkel y Sarkozy ha sido un auténtico fracaso. Por esta razón, el manifiesto que han publicado esta semana doce líderes europeos supone un (suave) soplo de aire fresco para el debate político continental. La carta en cuestión la firman los gobernantes de Gran Bretaña, Holanda, Italia, España, Estonia, Letonia, Finlandia, Irlanda, República Checa, Eslovaquia, Suecia y Polonia. Se trata, por lo tanto, de un grupo heterogéneo de dirigentes que se ha unido para ofrecer una alternativa al liderazgo de Merkel y Sarkozy.

El plan de acción que sugiere este manifiesto no es impecable, pero incluye algunas sugerencias que vale la pena considerar.

- En el primer punto del documento se habla de “llevar al siguiente nivel de desarrollo” el mercado común europeo, poniendo especial énfasis en el sector servicios. Entre las aspiraciones de este punto estaría ayudar a simplificar los trámites de apertura de negocios, además de optimizar la libre circulación de trabajadores. En cierto modo, tal y como ha escrito el GEES, avanzar en esta dirección supondría recuperar el espíritu de la Directiva Bolkestein.
- En el quinto punto de la carta se habla de defender la “apertura decisiva de los mercados globales”, apostando por finalizar los acuerdos comerciales de la UE con India, Canadá y otros países. Eso sí: el documento va más allá en su compromiso contra el proteccionismo y habla incluso de examinar un área de libre comercio con los Estados Unidos.
- El el séptimo punto del documento se pide abordar reformas laborales profundas, que apuesten por la flexibilidad y también por la liberalización de profesiones que aún disfrutan de ciertos privilegios restrictivos.
- El octavo y último asunto que trata el texto habla de “reducir las garantías implícitas que aseguran los rescates a los bancos”, ya que este tipo de acciones “distorsiona el mercado”.

Cabría hacer diferentes críticas a algunos de los puntos anteriores. Por ejemplo, la última propuesta del manifiesto defiende un sistema financiero mejor, pero no ataca la raíz del problema, lo que en la práctica supone un respaldo del sistema monetario actual y del Banco Central Europeo.

Otro asunto que debemos tener en cuenta es el proceso por el que se llevan a cabo este tipo de modificaciones. Un punto de la carta al que no he hecho referencia habla de “simplificar” las regulaciones europeas. En principio, el propósito parece loable, pero esto no garantiza nada. Al fin y al cabo,  el número de normas y directivas comunitarias no ha parado de aumentar, a pesar de la supuesta desregulación que, según algunos sectores, promueven las instituciones europeas.

En cualquier caso, y pese a las evidentes carencias del documento, es evidente que este pronunciamiento ofrece una visión diferente a la que han defendido Merkel y Sarkozy durante toda esta crisis. Es muy probable que la carta se convierta en papel mojado, tal y como ocurrió con la Agenda de Lisboa, pero si la Unión Europea no abraza algunas de las medidas mencionadas anteriormente, la economía comunitaria seguirá sumida en un paradigma de rigidez e inmovilismo que perpetuará la crisis durante más tiempo.

Por lo tanto, aunque este soplo de aire fresco sea suave, lo cierto es que sí apunta en la buena dirección… y además, después de tanta “armonización”, tanto “eurobono” y tanto “rescate”, uno ya se conforma con poco.

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