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Francisco Capella

Heroísmo y Tesoro Público

"Yo he construido este puente. Yo he restaurado esta obra de arte. Yo he salvado cientos de vidas." ¿A quién pueden atribuirse estas poco humildes declaraciones? ¿A algún estupendo filántropo? ¿A un superhéroe? Sería interesante conocer a alguien así, aunque pueda parecer algo chulesco presumir tanto de sus logros. Tal vez no lo haya hecho todo solo, pero le gusta resaltar su participación.

Según la publicidad del Tesoro Público, estas grandes personalidades son todos aquellos que adquieren sus productos financieros. Este alarde de individualismo resulta extraño en una institución tan fundamentalmente colectivista y éticamente ilegítima como es el Tesoro Público. Al Estado no le basta con lo que consigue mediante el expolio de los impuestos. Para poder llevar a cabo sus innumerables y populistas actividades, necesita además pedir dinero prestado a los ciudadanos.

Los incautos acaso piensen que su dinero está siendo bien invertido por probos funcionarios que obtendrán beneficios con los cuales devolverle su capital y los intereses correspondientes. Pero en realidad su dinero va a una caja común de la que los políticos disponen para financiar sus múltiples gastos de autopromoción, y lo que hacen los burócratas es prometer que en el futuro seguirán robando lo que haga falta para pagar sus deudas pasadas.

El Tesoro Público compite de forma desleal con las empresas que buscan financiación, dificultando la obtención de crédito a las personas realmente productivas. Los auténticos inversores son particulares que asumen riesgos y ponen sus posesiones a disposición de empresarios que llevan a cabo actividades auténticamente beneficiosas en un mercado libre. Un empresario que pide prestado necesita una reputación de eficiencia que el Estado no requiere, ya que cuenta, entre otros, con el monopolio de la emisión de moneda y el Boletín Oficial.

Reconozco que he contribuido, en contra de mi voluntad y mis preferencias particulares, con el dinero que me ha sido confiscado por la Hacienda Pública, a construir ese puente, a restaurar esa obra de arte, y a salvar cientos de vidas. Eso sí, todo ello de forma patéticamente ineficiente. Me consuelo pensando que no mantengo relaciones con el Tesoro Público.

En Libre Mercado

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