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Tibor R. Machan

Lágrimas de cocodrilo

A cada rato oímos críticas sobre el exagerado poder de las grandes empresas multinacionales. Ralph Nader es uno que ha hecho carrera criticando el poder de las grandes compañías. Pero apenas una de ellas se desploma, como acaba de suceder con Enron, entonces las lamentaciones son sobre su quiebra.

Si las grandes empresas fuesen tan poderosas como Nader asegura, ninguna se vendría abajo ni desaparecería. Según los críticos, esas empresas manipulan y controlan los mercados, por lo que siempre ganan y jamás pierden.

John Kenneth Galbraith, el famoso economista de Harvard, hizo una fortuna con la reimpresión de la sección de su libro La sociedad opulenta donde exponía su errada teoría de que la publicidad asegura las ventas de los productos y servicios de las grandes empresas. Galbraith sostiene que la publicidad crea deseos que subyugan a los consumidores, por lo que al ver un aviso salimos a la carrera a comprar el producto. La implicación es que el consumidor no es soberano ni decide lo que quiere comprar. Y lo sorprendente es que ese ensayo de Galbraith está incluido en casi todos los libros de texto universitarios sobre ética comercial.

Si Galbraith tuviera la razón, Enron hubiera arreglado sus problemas con una gran campaña publicitaria. Pero jamás oiremos a Galbraith o a Nader rectificar, a pesar de que cientos de empresas que parecían invencibles han desaparecido con el correr de los años. ¿Dónde está Singer, Borden, Pan American, RCA, Braniff, Grace, Packard, Woolworth, RKO, Zenith, American Motors, NCR? Esos gigantes industriales y comerciales cometieron errores, lo mismo que hacemos todos los humanos.

La constante crítica a las grandes empresas no se debe a que son demasiado poderosas como alegan Nader y Galbraith, sino porque ganan mucho dinero. Ese es el horrible pecado que jamás les perdonan. Y cuando está de por medio el lucro, para los enemigos del capitalismo y de la propiedad privada nada bueno puede haber. Es más, si una empresa tiene éxito, para esos críticos ya es prueba suficiente de que algo malo está haciendo, como explotando a los obreros, estafando a los clientes y contaminando el medio ambiente.

La realidad es que el mundo empresarial muestra los mismos altibajos y equivocaciones de la vida humana. Contrario a lo que se cree, el mundo empresarial no es radicalmente diferente al mundo artístico, científico, educacional o deportivo. Todos esos mundos son esencialmente pacíficos, aunque pueden corromperse, volverse agresivos y malignos, como parece haber sucedido con la empresa Enron.

Pero la ola de críticas no tiene tanto que ver con el caso de Enron sino que se busca añadir otro clavo al ataúd del capitalismo. Cuando una gran empresa fracasa, surgen las mismas denuncias de siempre contra el capitalismo salvaje. Pero si lo pensamos un poco, en estos casos sólo salen perdiendo los accionistas, los empleados, los bancos y empresas que no podrán cobrar sus acreencias. Pero cuando las equivocaciones las cometen los políticos, las pagamos absolutamente todos.

Tibor Machan es profesor de la Chapman University y asesor de Freedom Communications.

©AIPE

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