Menú
Manuel Ayau

Deflación, inflación y depresión

Se oye hablar de “deflación”, luego de los comentarios del Sr. Alan Greenspan, presidente del Banco de Reserva de los Estados Unidos, diciendo que no es un peligro eminente, pero sí presente.

La deflación ocurre cuando por alguna causa (por ejemplo por la disminución deliberada del circulante), los precios bajan porque simplemente para comprar todo lo que se vende y compra hay menos dinero. Para ilustrar la relación entre el monto de dinero circulante y los precios, imagínese que como por arte de magia la mitad del dinero existente desaparece. Entonces, para seguir comprando y vendiendo lo que hacemos, todo tendría que venderse a la mitad de precio. Es como cuando en un país debido a inflación un vaso sube de precio de diez a diez mil pesos y un día de tantos el gobierno decide quitarle tres ceros a su "nueva" moneda y consecuentemente el precio del vaso regresa a diez. De repente, se redujo a la milésima parte el medio circulante y todo siguió igual, sólo que con menos ceros. Los precios bajaron pero, muy importante, también simultáneamente bajaron los costos, mientras la demanda sigue igual. Esa deflación no causa depresión pues simplemente se cambió la unidad de medida como si se cambiara medir en metros en vez de milímetros: diez nuevos pesos tienen el mismo poder adquisitivo que mil viejos. Los precios relativos entre las cosas no han cambiado. Pero las deflaciones e inflaciones en el mundo real son distintas y son malas porque, entre otros efectos, producen depresiones.

Las deflaciones (o las inflaciones) en el mundo real pueden causar una depresión, (como la actual en el Japón y pronto en Europa si no flexibilizan su legislación laboral), porque una disminución (o aumento) artificial de la cantidad de dinero en circulación, un aumento (o disminución) del dinero circulante, que no corresponde a lo que realmente el mercado demanda, causa un generalizado desfase en los precios relativos de todas los bienes y servicios. Se trata de un desfase entre los precios de los productos y sus costos porque los costos no bajan al unísono, sino primero unos y otros después. Esto significa que las relaciones entre los precios de las cosas habrán cambiado. Tal desfase se debe a que cuando los precios bajan por causas como la deflación no lo hacen simultáneamente: Los precios no bajan parejos y los salarios (que son el precio del producto del trabajo) son los últimos en bajar.

Cuando los precios bajan pero no se pueden ajustar los costos al mismo tiempo, las producciones más costosas, que justo están entre la pérdida y la ganancia –las marginales–, dejarán de producirse. Ocurren los primeros despidos. Ello puede engendrar una espiral, un fenómeno que se extiende y agrava ya que se tienen que abandonar las producciones que se vuelven no-rentables a medida que la espiral las arrastra. Disminuir producción significa despedir personal. Los costos subirán a medida que los volúmenes bajan y entonces más empresas tienen que cerrar debido a la disminución progresiva de la demanda, que sólo termina cuando los costos, incluyendo salarios, se ajustan a un nuevo nivel. Es un método muy cruel de ajustar salarios para abajo, pues conlleva un período de desempleo hasta que los trabajadores se resignan a aceptar un salario menor al acostumbrado. Este proceso es el que se llama depresión.

Pero no sólo la deflación causa depresión. Los países subdesarrollados podrían llamárseles países en perpetua depresión porque, en todos los casos, la depresión se debe a una asignación antieconómica de recursos, sea esta causada por una deflación del medio circulante u otra intervención del gobierno que impide el ajuste oportuno y constante que la economía debe hacer a las condiciones siempre cambiantes del mundo real.

La depresión de los años 30 fue el resultado de la política económica, principalmente monetaria, de la década anterior que, al distorsionar la realidad económica, propició inversiones equivocadas en producciones que pronto tuvieron que abandonarse en el proceso depresivo, agravado por la disminución del circulante en 30% en tres años. Esos cambios bruscos que sólo un gobierno puede causar no ocurren en un mercado libre porque las señales del mercado, por su propia naturaleza gradual, obligan a hacer ajustes también graduales, dispersos, oportunos y continuos. La falta de flexibilidad económica debido a la interferencia burocrática obligada por leyes estúpidas ha sido la causa de las depresiones, al impedir la evolución económica ordenada. Esas son las causas no sólo de las depresiones temporales sino también de la endémica pobreza que padecen los países que viven en continua depresión.

Manuel F. Ayau es ingeniero y empresario guatemalteco, fundador de la Universidad Francisco Marroquín, y ex presidente de la Sociedad Mont Pelerin.

© AIPE

En Libre Mercado

    0
    comentarios