El equilibrio presupuestario es imprescindible para una economía como la española. Por tamaño, mediano, y por tener el gasto público descentralizado, con el riesgo permanente de que el PSOE y los nacionalistas vuelvan a gobernar, y sin política monetaria, que depende del Banco Central Europeo.
Para Estados Unidos no es tan determinante, a pesar de lo que digan los economistas del FMI. El 5% de déficit público norteamericano se explica, en parte, por el esfuerzo militar y la lucha contra el terrorismo –entre uno y dos puntos– y por la reducción de impuestos, algo menos de un punto. La economía norteamericana se vio sometida a un déficit similar cuando Reagan bajó los impuestos, pero el dinamismo que logró con esa política, más la contención de gastos que impuso el Congreso republicano durante la presidencia de Clinton, lo resolvieron a finales de los noventa.
Por otra parte, la deuda pública norteamericana es del 40% del PIB, lejos de los niveles europeos –que están en torno al 70%–, la política monetaria puede corregir, al menos temporalmente, los desequilibrios y la experiencia tras la segunda guerra mundial es que los enormes endeudamientos que provocan los conflictos bélicos se pueden solucionar, porque su clase política es consciente de que esas son situaciones excepcionales y que el gasto público es una carga para todos.
La experiencia de los países europeos es diferente. En la vieja Europa, el déficit se genera por una política –que comparten la derecha y la izquierda–, de intentar solucionar los conflictos con mayor gasto público. Por eso, ni en Europa, ni en España, los déficits son tolerables.