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Manuel Ayau

Visto desde dentro o desde fuera

Las leyes económicas del mercado no se enseñan en las universidades y los profesionales salen creyendo equivocadamente que la economía se gestiona como un gran negocio y, por tanto, se arreglará cuando llegue al poder la persona capaz y honrada

Un político del Gobierno dijo recientemente que desde fuera es muy fácil criticar, pero que es desde dentro donde se aprecian las dificultades. Eso es, precisamente, lo que yo comento en mis artículos, ya que el fracasado intento de arreglarlo todo desde el Gobierno es realmente el problema y, peor aún, a menudo impide que se instrumente la solución.

Cuando los políticos están en la etapa de aspirar al poder y todavía no han tenido la oportunidad de "arreglar todos los problemas sociales" creen que sólo si ellos consiguen el poder se logrará. Claro que cuando obtienen el poder se dan cuenta de que, como dijo este político, el asunto no es tan fácil.

Mis columnas tratan de explicar por qué fracasan los gobiernos que se dedican a arreglar los problemas sociales de todos, en lugar de concentrarse en que prevalezca el Derecho y la Justicia. Precisamente, los miembros de la Asociación proReforma tratamos de explicar a la ciudadanía que la solución de los problemas no depende de que por suerte llegue un hombre capaz y honrado al Gobierno; éste no podría solucionar los problemas porque no es cuestión de personas sino del sistema. Simplemente hay sistemas que funcionan y sistemas que no, por lo que seguir con la vana esperanza que algún día llegará un hombre capaz y honrado para arreglarlo todo es la manera más segura de seguir con lo mismo. Más bien, hay que cambiar el sistema de gobierno.

Sin excepción en la historia, los pueblos que más han progresado son aquellos que han gozado de mayor libertad individual, limitada por normas de respeto al derecho ajeno, es decir, a los derechos individuales de los demás.

Muchos han oído del éxito de la llamada economía de mercado y piensan que la organización del mercado es producto de la sabiduría de ciertos gobernantes en establecer incentivos y fomentar esto o aquello. La realidad es que el mercado es un orden espontáneo y no está diseñado por ningún Gobierno. Han habido muchísimos experimentos diseñando economías dirigidas por los gobiernos y ninguno ha tenido éxito.

Con frecuencia se piensa que aquello que nadie dirige resulta en el caos. Tal idea es fruto de la ignorancia de los mecanismos de mercado que coordinan los actos de la gente en la búsqueda de soluciones. Esos mecanismos de mercado, que los economistas llaman leyes económicas, son las únicas universalmente aceptadas como verdaderas. Al igual que las leyes físicas, las leyes económicas no pueden ser manejadas al antojo del Gobierno y la interferencia estatal sólo logra distorsionar la información que todos utilizan, afectando negativamente los resultados. Por ejemplo, ¿quién iba a sospechar que al fomentar el uso del etanol subiría el precio de las tortillas? O compare la industria eléctrica altamente regulada con la industria telefónica de libre competencia. En la primera pagamos altas tarifas y en la otra las tarifas más bajas del mundo. No es casualidad.

Lo trágico es que las leyes económicas del mercado no se enseñan en las universidades y los profesionales salen creyendo equivocadamente que la economía se gestiona como un gran negocio y, por tanto, se arreglará cuando llegue al poder la persona capaz y honrada, por ejemplo, ellos mismos. La decepción viene después, cuando exclaman que desde fuera los problemas parecen fáciles de arreglar, pero desde dentro resultan muy difíciles.

En Libre Mercado

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