Menú
Francisco Capella

Necedades sobre la libertad y el Estado

Su crítica a los neocons es tan pobre que se limita a asegurar que eran mentirosos, fanáticos y obcecados. Bush caca, Obama bueno.

Antonio Papell, ingeniero, novelista y cronista político de ZP, perpetra una espectacular concentración de necedades acerca de la crisis económica y el liberalismo en un lugar antaño presuntamente prestigioso como es la Tercera del diario ABC: errores de bulto, topicazos múltiples y naderías solemnes.

"La recesión –ya no hay duda– proviene del descontrol del sistema financiero norteamericano, que se ha desenvuelto hasta ahora en un marco de desregulación prácticamente absoluta". No afirma que él no tenga dudas, sino que no las hay, o sea que nadie las tiene, con lo cual demuestra que no sigue el debate académico con ninguna profundidad; y desconoce las abundantes regulaciones (miles de páginas) sobre un sistema cuya principal materia prima, el dinero, está nacionalizada.

"La concesión irracional de hipotecas a prestatarios insolventes que eran titulizadas y entregadas al tráfico financiero contaminó todo el sistema". ¿Y quién promovió o incluso coaccionó legalmente para que se concedieran esas hipotecas? ¿Por qué no menciona la Ley de Reinversión Comunitaria? ¿Por qué crecieron tanto las titulaciones? ¿Le suenan las regulaciones sobre capital y las reglas contables de las normas de Basilea?

Habla de un "fraude dolosamente tolerado" que "ha arruinado la confianza de los agentes económicos" y "perturbado toda la economía occidental". Si ha habido fraude y dolo, que los estafados reclamen por la vía legal, pero tendrán que demostrar que fueron engañados, lo cual quizás no sea el caso. El sistema intervencionista actual fomenta que la gente piense que el Estado está vigilando atentamente, por lo cual no hay que preocuparse demasiado. La confianza carece de bases sólidas, ya que políticos, burócratas y tecnócratas carecen del conocimiento y de los incentivos necesarios para regular de forma adecuada y respetuosa con la libertad de los ciudadanos.

Como contraste, Papell pretende que "la solvencia del sistema financiero europeo está asegurada gracias a un marco regulatorio y de supervisión estricto" y a los "Fondos de Garantía de Depósito". Claro, como todo iba bien en Europa aquí no hay habido ninguna intervención pública a favor de los bancos, ¿verdad? ¿Y sabrá este hombre lo que significa el riesgo moral que generan las garantías estatales o es que cree que no es relevante en este ámbito?

"Tal libertinaje financiero ha sido, en parte, consecuencia de las políticas neocon, proclives al total descontrol de los mercados, que por sí solos serían capaces supuestamente de autorregularse y de generar una gran riqueza, conforme a la exacerbación de la teoría clásica de la mano invisible". Un viejo truco: cuando quieras denigrar la libertad, llámala libertinaje. Papell menciona el total descontrol de los mercados como si fuera algo que hubiera ocurrido realmente, lo cual es patentemente falso; y además insinúa que los mercados libres no se autorregulan, lo cual indica que desconoce por completo qué significan el derecho de propiedad y los contratos como generadores de normas y cómo surgen de forma espontánea órdenes emergentes.

Está tan despistado que asegura que la derecha neoconservadora ha propiciado el "deslizamiento hacia el Estado mínimo en política interna". Esto es como afirmar que quien por casualidad rema hacia el oeste en una barca en el Retiro se está deslizando hacia Nueva York (los minarquistas deben de estar a punto de ver cumplidos sus ideales o carcajeándose por las esquinas ante comentarios tan ridículos).

Su crítica a los neocons es tan pobre que se limita a asegurar que eran mentirosos, fanáticos y obcecados. Bush caca, Obama bueno. "La responsabilidad del caos pertenece al modelo de capitalismo desreglamentado y basado exclusivamente en la tecnología y el espíritu empresarial que implementó Bush, desterrando no sólo por completo las viejas ideas del pacto social –el New Deal– de Roosevelt sino también los avances teóricos de Galbraith, admirador del británico Keynes". También recomienda a Stiglitz, sólo le falta Krugman para tener a todos los necios liberticidas juntos.

En realidad Bush ha hecho crecer tanto el Estado que el Partido Republicano da vergüenza ajena cuando afirma que defiende el Gobierno limitado. Ojalá la retórica de Bush se hubiera correspondido con su acción política real, pero la ideología del New Deal y el keynesianismo han estado desgraciadamente muy vivas todo este tiempo, no han resucitado ahora de repente.

"Ocioso es decir que Obama representa la racionalidad política en la gestión de la espontaneidad económica". Quizás se refiera al ocio como entretenimiento, ficción y esas cosillas; con unos toques de grandilocuencia porque "no será una revolución pero sí la supeditación de la economía al humanismo y a la política". La economía, esa ciencia o actividad inhumana... El colectivismo de la política, siempre por encima de la libertad individual.

Para Papell ha fracasado "el modelo ultraliberal" y "la experiencia acumulada en esta adversa coyuntura provocará un saludable movimiento pendular que centrará el liberalismo": para los fóbicos a la libertad, cualquier cosa que se le parezca de lejos es "ultra". Ellos son los moderados, los que por un lado reconocen sin sonrojarse que "son sobre todo los individuos libres los forjadores de su propio destino" pero que rápidamente lo estropean defendiendo vacuidades ridículas como que "el Estado debe ejercer un ineludible papel civilizador". Han leído bien, pero esto no es todo, porque insiste en la "reconstrucción de la idea del Estado como depurado y sutil instrumento civilizador que resume el concepto de lo público como construcción racional colectiva que estimula y derrama lubricante sobre las circulaciones sociales". El Estado no sólo civiliza, sino que además es sutil y depurado y demás boberías solemnes. Se queda uno pasmado ante esta filosofía política.

Parece que se trata de garantizar "sólidos servicios públicos", "igualdad de oportunidades" y "marcos regulatorios y supervisores en aquellas actividades que los requieren porque de su buen funcionamiento depende el bienestar colectivo". Con mencionar la igualdad, el bien común y el servicio público, se pretende superioridad moral, se aparenta sensatez: todo queda justificado y no hace falta analizar en profundidad qué hay detrás de tanta palabrería y demagogia.

Al menos no pretende llegar al socialismo total: "no se trata, es obvio, de suplantar al mercado ni de hacer al Estado protagonista de la iniciativa económica". ¿Cómo que es obvio? Para muchos socialdemócratas no lo es; pero aquí hay tal cacao de ideas que se pretende que la socialdemocracia y la democracia liberal son prácticamente la misma cosa. "Mercado, hasta donde sea posible; Estado, hasta donde sea necesario": lástima que Papell no sea especialmente hábil, ni en la teoría ni en la historia, al analizar las posibilidades del mercado y la necesidad del Estado

En Libre Mercado

    0
    comentarios