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José María de Azpilcueta

Zapatero y el fin de la crisis

Es todo un atrevimiento que el presidente del Gobierno se tire a la piscina para pronosticar el fin de la crisis: Zapatero no cuenta precisamente con una trayectoria exitosa como adivino.

A todos nos encanta ejercer de "adivinos" de vez en cuando. Pese a que pronosticar cifras y fechas sea algo que conlleva mucho riesgo, puede ser, en ciertas ocasiones, un ejercicio recomendable para poner a prueba la consistencia de nuestros razonamientos y la fiabilidad de nuestras intuiciones. En cualquier caso, es algo que carece de trascendencia para el resto de la sociedad, salvo que uno sea presidente de Gobierno. Si además de presidente, uno lo es del Gobierno de España, y encima sus vaticinios está relacionados con la actual crisis económica, entonces es recomendable dejar a un lado la pulsión adivinadora.

Esto no quiere decir que, junto con el necesario análisis sobre los hechos ocurridos en el pasado – lean el último boletín del Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Mariana–, no sea posible pronosticar ciertos acontecimientos o tendencias económicos. Lo que me parece suicida es atreverse a señalar fechas concretas para cosas como la recuperación de la bolsa, el hundimiento del precio de los bonos o la paridad euro-libra. En cualquier caso, si uno fuera capaz de adivinar regularmente estos hechos, no lo transmitiría a los demás, salvo después de haber obtenido los correspondientes beneficios. Como decía un profesor mío de la universidad, los mejores analistas no son conocidos. Pues bien, Zapatero se ha dignado a compartir con todos los españoles su visión sobre el momento en el que comenzará la recuperación. Según nuestro gurú, esto ocurrirá a partir del segundo semestre del 2009.

No querría caer en el mismo error que nuestro presidente, y por tanto, no me atrevo a indicar cuándo veremos este esperado evento. Dada la gravedad de la crisis que está atravesando medio mundo; dada la gran cantidad de personas que mediante sus decisiones forman los precios de todos los bienes; y dadas las distorsiones que desgraciadamente –vía política fiscal y monetaria– se están introduciendo en la economía, es todo un atrevimiento que el presidente del Gobierno se tire a la piscina para pronosticar el fin de la crisis. Además, Zapatero no cuenta precisamente con una trayectoria exitosa como adivino. Más bien todo lo contrario. Basta recordar su visión sobre la posible recesión en España, las cifras de paro, o el regalo del dinero público a los bancos.

Claro está que Zapatero no es el único que opina sobre la fecha en la que volveremos a la senda del crecimiento. Muchos de los economistas que hoy se atreven a señalar un trimestre concreto del 2009 o del 2010 como el punto de inflexión para la economía son los mismos que, sin embargo, no fueron capaces de anticipar que se estaba gestando una crisis de envergadura. La gran diferencia con ellos es que Zapatero, en lugar de jugar innecesariamente a adivino, debiera preocuparse únicamente de no entorpecer –con sus medidas intervencionistas– el inevitable período de escozor antes de la curación de la herida en la economía española.

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