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Ostrom: por qué deberían alegrarse quienes valoran la libertad

El mensaje de la obra de Ostrom es que la esperanza se encuentra no en el Estado sino en la gente. Una sociedad de individuos libres y responsables que son capaces de formar asociaciones voluntarias. Peter Boettke.

Elinor Ostrom es la primera mujer en ganar el Premio Nobel de Economía. También es una de las pensadoras más iconoclastas en ganar el premio. Compartió el Nobel con Oliver Williamson. El trabajo de la profesora Ostrom se centra en los mecanismos de auto-gobierno que operan en diferentes sociedades.

Su curiosidad intelectual la llevó a estudiar economías públicas locales -en particular la provisión municipal de servicios de policía, la gestión de suministros de agua, acuíferos, silvicultura, y el desarrollo en el mundo menos avanzado-. Su marco teórico de análisis parte de un modelo de elección racional humana hacia un análisis institucional con bases históricas. Ella estudia las reglas que gobiernan el comportamiento de los individuos en sus interacciones tanto con la naturaleza como entre ellos mismos.

Sus colegas en la Universidad de Indiana la describen como “humilde y muy trabajadora”, y otro ganador del Premio Nobel, Vernon Smith, la califica como una “erudita destacable” con un apasionado deseo de entender las sociedades humanas en todas sus variedades.

Antigua presidenta de la Public Choice Society y de la American Association of Political Science, Ostrom es también una de las profesoras más queridas en la academia. El Workshop in Political Theory and Policy Analysis (Taller en Teoría Política y Análisis de Políticas) de la Universidad de Indiana que co-dirigía con su marido, Vincent, es quizás el modelo ideal para un centro de investigación y de educación para el postgrado.

Pero, ¿qué aprendemos de sus estudios? Yo diría que aprendemos al menos tres puntos principales de estilo y sustancia. Primero, buena parte del discurso político y económico en el último siglo ha estado dominado por un debate entre defensores de los mercados perfectos y entre defensores de los planificadores centrales perfectos.

Por un lado, la demostración de los fallos del mercado iban acompañados por una insistencia en que el gobierno proporcionaría los correctivos necesarios. Ostrom era una de las principales pensadoras en las ciencias sociales en decir: “Espera. Los mercados pueden fallar, pero las soluciones del gobierno también podrían no funcionar”. Uno siempre debe recordar que Elinor y Vincent Ostrom son representantes fundacionales de la teoría de la Public Choice (Elección Pública). Pero los Ostroms fueron más allá de simplemente demostrar la posibilidad del fallo del gobierno.

 Smith versus Hobbes

Esto nos lleva al segundo punto. En la historia del pensamiento político y económico la fuente del orden social se ha atribuido o bien a la mano invisible de la coordinación del mercado (Smith) o a la visible mano del control estatal (Hobbes). Quizás una de las mejores maneras de entender el trabajo de Elinor Ostrom es verlo como una forma de resolver un problema Hobbesiano mediante una solución Smithiana.

Esto quizás sea un poco rebuscado, pero no mucho. Su trabajo sobre las economías públicas locales y los recursos de uso común se centra en “reglas en uso” (en contraste con “reglas en forma”) reales sobre las que los individuos descentralizados y los grupos confían para hacer decisiones y coordinar su comportamiento para superar dilemas sociales.

Su mensaje es optimista sobre el poder de auto-gobierno para salir con éxito incluso en situaciones difíciles. Como mi colega Alex Tabarrok dice, ella ve cómo, a través de varias asociaciones voluntarias, los grupos transforman la situación de los recursos de uso común de una “tragedia de los comunes” a una “oportunidad de los comunes”.

La teoría económica tradicional defiende que los bienes públicos no pueden ser provistos a través del mercado. La teoría de la Public Choice tradicional defiende que el gobierno a veces falla en proveer soluciones. Ostrom muestra que los grupos descentralizados pueden desarrollar varios sistemas de reglas que permitan hacer surgir la cooperación social a través de la asociación voluntaria.

Un punto con el que a veces se tropiezan los lectores es que Ostrom con frecuencia se centra en situaciones donde la tecnología de trocear la propiedad en lugares privados no existe. En estas situaciones estudia el proceso de toma de decisiones colectiva, pero no estatal, sobre recursos de uso común.

Mientras que las soluciones de propiedad privada no se emplean en estos casos, las “reglas de uso” que operan consiguen lo que la propiedad privada hubiera conseguido. Encontramos reglas que limitan el acceso y que hacen a los individuos en el grupo responsables por su mal uso del recurso.

Encontramos también cómo esas reglas se hacen cumplir. En resumen, el análisis debe mirar tanto a la forma como a la función de las reglas en una variedad de situaciones sociales. Hay una diversidad de instituciones en funcionamiento en sociedades diferentes que fomentan la cooperación voluntaria.

Como científicos sociales, tenemos que ser capaces de entenderlas. Hay reglas que están en uso, reglas que están formuladas pero no en uso, reglas que dicen una cosa pero en la práctica hacen otra diferente, y reglas que se ajustan muy bien al uso, forma, y función.

Ostrom ha insistido en que los científicos sociales deben entender las reglas que gobiernan el comportamiento humano -tanto la forma en que interactuamos el uno con el otro como la forma en que interactuamos con la naturaleza-. Algunos sistemas de reglas fomentan la mejora humana a través de la promoción de la cooperación social voluntaria y la creación de riqueza; otros obstaculizan el progreso humano asegurando la violencia y la pobreza. Es realmente así de simple, y así de profundo.

Los fundamentos del orden social de un pueblo libre yacen en el auto-gobierno, no en la autoridad gubernamental y el poder centralizado. La toma de decisiones descentralizada que forma los dilemas sociales locales a los que la gente real se enfrenta, que moviliza los incentivos dentro de una estructura de reglas local, y que utiliza el conocimiento local, es como el proceso de desarrollo institucional asegura que el auto-gobierno sea efectivo, permitiendo que los seres humanos falibles gestionen razonablemente recursos escasos y las relaciones entre ellos mismos.

Entendiendo sociedades diversas

El punto último que quiero enfatizar relacionado con la investigación de Ostrom es un mensaje metodológico. El trabajo de Elinor es humanista y científico. Ella está intentando entender las sociedades humanas en toda su variedad. Para hacerlo tuvo que acercarse personalmente al objeto de estudio mismo: desde el gobierno local en California a sistemas de irrigación en Nepal -y todo lo que hay entre medio-.

Su campo de trabajo en la economía política está guiado por la lógica de la elección humana. Ella describe su programa de investigación como “un enfoque del comportamiento a la teoría de la elección racional de la acción colectiva”. Si le quita el lenguaje académico, se traduce en un programa de investigación que comienza con los seres humanos y sus propósitos y planes, y acaba con su búsqueda a trancas y barrancas para encontrar soluciones voluntarias a difíciles dilemas sociales a través de normas, convenciones, y reglas.

Permítanme concluir volviendo al título del artículo: ¿Por qué debería alegrarse la gente que se interesa por la libertad en la elección de este premio? Hay una importancia ideológica en el trabajo de Elinor Ostrom. Ella no lo ha destacado en su trabajo, pero Vincent se ha introducido en el campo de la filosofía social.

Mi libro suyo favorito es The Meaning of Democracy and the Vulnerabilities of Democracies (1997). En ese trabajo Vincent se pregunta por cuáles son las precondiciones para una ciudadanía autónoma. Responde que una sociedad autónoma debe estar compuesta de ciudadanos plenamente capaces de adoptar “las preocupaciones del pensar y los problemas del vivir”.

Desafortunadamente, las maquinaciones de la política democrática -con la manipulación de los grupos de interés, el intercambio de favores, la búsqueda de rentas, y el objetivo del voto- tienden a minar la capacidad de auto-gobierno entre un pueblo.

Nada en esto debería ser interpretado como determinantemente pesimista. El mensaje es que la esperanza se encuentra no en el Estado sino en la gente. Una sociedad de individuos libres y responsables que son capaces de formar asociaciones voluntarias, resolverá los dilemas sociales que confronta por medios del auto-gobierno.

Nadie ha hecho más que Elinor Ostrom, tanto en su investigación como en su capacidad docente y mentora en el Workshop in Political Theory and Policy Analysis para ayudarnos a entender las reglas e instituciones de auto-gobierno que trabajan para fomentar la cooperación en una amplia variedad de sociedades.

Y nadie ha hecho más para alertarnos sobre el daño que los gobiernos pueden hacer cuando intentan imponer desde fuera reglas extrañas sobre las gentes locales -especialmente cuando sus propios sistemas ya están encarando dilemas sociales propios-.

Elinor exige que entendamos y respetemos la diversidad institucional en nuestro mundo, para ver el ingenio y sabiduría existente en las soluciones locales, la creatividad empresarial y el emprendimiento de los individuos a lo largo y ancho del mundo desarrollado y menos desarrollado.

Trascendiendo los viejos debates en la ciencia social y las políticas públicas, el trabajo de Elinor Ostrom subraya la riqueza del ambiente institucional y las soluciones creativas que surgen cuando los individuos son libres para formar asociaciones y trabajar dentro de una red de reglas informales que fomentan la responsabilidad individual y colectiva.

La investigación de Elinor Ostrom nos abre una ventana hacia el diverso mundo de asociaciones que no encajan perfectamente en las categorías de “mercado” o “Estado” pero que aun así son esenciales para la cooperación social próspera y pacífica.

Artículo elaborado por Peter Boettke, y publicado originalmente en Foundation for Economic Edication (FEE).

Peter Boettke es el subdirector del James M. Buchanan Center for Political Economy, investigador senior del Mercatus Center, y profesor de economía de la George Mason University. Es co-autor, junto a Paul Dragos Aligica, de Challenging Institutional Analysis and Development (2009), un libro sobre el trabajo de Elinor y Vincent Ostrom. También participa regularmente, junto a otros economistas, en el blog The Austrian Economists.

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