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El cigarrillo electrónico, a debate

El e-cig es un producto diferente al tabaco con un perfil de riesgo siete veces inferior al cigarrillo convencional en lo tocante a la nicotina.

El e-cig es un producto diferente al tabaco con un perfil de riesgo siete veces inferior al cigarrillo convencional en lo tocante a la nicotina.

Recientemente, el Ministerio de Sanidad presentó el borrador del Real Decreto que regula la fabricación, presentación y venta del cigarrillo electrónico y de los productos del tabaco en un esfuerzo por incorporar al ordenamiento jurídico la última Directiva Europea de los Productos del Tabaco. Esto ha reabierto el debate sobre los e-cigs y, lamentablemente, parte de la comunidad médica y el sector argumentan las ventajas y riesgos del cigarrillo electrónico como si fueran posturas encontradas sin aportar datos objetivos.

El cigarrillo electrónico no es inocuo, pero sí es una alternativa menos dañina al tabaco para los fumadores adultos. El e-cig no nació como método para dejar de fumar, sino como una herramienta en la lucha contra el tabaco y las enfermedades relacionadas con su consumo. Entonces ¿por qué tanta discusión?

En cuanto a su composición, el tabaco es un producto natural procesado industrialmente, mientras que el líquido de los e-cigs es una disolución acuosa de nicotina en una mezcla de glicerina y propilenglicol. El e-cig está lejos de la complejidad del tabaco y libre de elementos minerales o la formación de alquitranes, cianuros o hidrocarburos policíclicos aromáticos durante la combustión del cigarrillo.

Hace unos meses, hicimos en la Universidad de Valencia un estudio pionero en España que comparaba analíticamente el humo del tabaco y el vapor del cigarrillo electrónico en espacios cerrados para determinar las diferencias entre ambos. En todas las pruebas se comprobó que el cigarrillo electrónico es un producto diferente al tabaco con un perfil de riesgo 7 veces inferior al cigarrillo convencional en lo tocante a la nicotina.

En relación a la exposición de terceras personas, nuestros datos concluyen que tras la utilización del cigarrillo electrónico, la presencia en el ambiente de sus componentes es ínfima y radicalmente menor que en el humo del tabaco. En cuanto a las concentraciones de propilenglicol y glicerina en el medio ambiente, los análisis indican que son insignificantes para considerar la figura del vapeador pasivo y estamos trabajando para cuantificar ese efecto.

El grupo del Prof. Grimalt del CSIC ha publicado en el Journal of Chromatography A un estudio de los exhalados, incorporando el benceno, tolueno, etilbeceno, xilenos y estireno, que están ausentes en el vapeado, llegando a unas conclusiones similares a las expuestas por nuestro estudio.

La realidad es que a nivel nacional las investigaciones sobre este producto son escasas, al contrario de lo que sucede en otros países. La última investigación difundida por el Servicio de Salud Británico manifiesta que los e-cigs son un 95% menos nocivos que los cigarrillos convencionales. Asimismo, aseguran que se podrían salvar 76.000 vidas al año si los ocho millones de fumadores británicos sustituyeran el tabaco por el cigarrillo electrónico.

En consecuencia, es importante que el sector público, el privado y las universidades desarrollen investigaciones científicas sobre los cigarrillos electrónicos por tratarse de un producto diferente al tabaco y con potencial para reducir los daños relacionados con el tabaquismo, y puesto que toda innovación en beneficio de la sociedad debe ser evaluada en detalle por los organismos reguladores, las universidades, la comunidad médica y los profesionales del sector.

Miguel de la Guardia es catedrático de Química Analítica de la Universidad de Valencia.

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