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Alberto Recarte

Hay que mantener la subida del IVA

Y bajar las cotizaciones sociales y el impuesto sobre sociedades. Y subir los impuestos sobre hidrocarburos, alcohol y tabaco, y selectivamente, y con modificaciones internas, el IRPF.

El Gobierno de Rodríguez Zapatero actúa incoherentemente, como siempre, al plantear la subida del IVA ignorando la necesidad de reformar todo nuestro sistema tributario. En ausencia de una política económica seria, que aborde no sólo el problema fiscal sino el resto de los problemas de la economía española –como el excesivo tamaño y gasto de las tres Administraciones Públicas, la Central, la Autonómica y la Local, y la reforma del mercado de trabajo–, podría parecer que una medida aislada, como la de la subida del IVA a partir del mes de julio, es una aberración. Y lo es desde ese punto de vista, pero existen razones de peso que avalan ese incremento de impuestos:

  1. Con crisis o sin ella, el IVA tendría que haber subido entre tres y cuatro puntos desde hace varios años. Nuestro tipo máximo del IVA, el 16%, es muy bajo en relación con el del promedio de los países miembros de la Unión Monetaria. Esa diferencia, junto con los también bajos tipos en impuestos especiales, ha provocado graves distorsiones para una economía española que está integrada en el euro. Durante casi 10 años, desde la entrada en vigor del euro, el 1 de enero de 1999, la economía española ha crecido impulsada, sobre todo, por el aumento del crédito bancario. Ese crecimiento excesivo se ha traducido en inflación, y los bajos impuestos indirectos (IVA y especiales) han hecho crecer todavía más la demanda de consumo e inversión, hasta el punto de traducirse en un enorme endeudamiento de familias y empresas.
  2. El Gobierno debería haber procedido a ejecutar una subida de impuestos indirectos en el momento de nuestra entrada en el euro. O en los años siguientes. No lo hicieron porque temían que el efecto inmediato de la subida se tradujera en un aumento de la inflación todavía mayor que el que generaban los bajos tipos de interés y el aumento del crédito, y como nuestros salarios están totalmente indexados, se habría provocado, en el corto plazo, una pérdida de competitividad todavía mayor que la que hemos sufrido hasta 2009 inclusive.
  3. La subida tiene, pues, dos efectos contradictorios. Negativos a corto plazo y positivos a largo. No debe olvidarse, sobre todo por parte de los que siempre apoyaron la entrada en el euro, que para evitar ciclos todavía más dispares entre países miembros de la Unión Monetaria Europea, el contar con impuestos, sobre todo indirectos, de magnitud similar, ayudaría a evitar situaciones cíclicas tan dispares como la que hoy vivimos en el seno de esa Unión.
  4. El mejor momento para subir los impuestos indirectos fue 2009; porque nuestra inflación fue, por primera vez desde que nos integramos en el euro, menor que la del promedio de los países de la Unión Monetaria. En su defecto, mejor hacerlo en 2010 que no hacerlo. Existen otras razones. La CEOE ha llegado a un insensato acuerdo salarial con los sindicatos para 2010 y los dos próximos años. En el presente año los salarios van a subir el 1%, pase lo que pase con la inflación. Por eso, incluso aunque la subida del IVA se tradujera en mayor inflación, si los salarios suben, en todo caso, el 1% –en lugar de no subir como habría sido lo más sensato–, esa mayor inflación no se va a traducir en una menor competitividad, vía salarios, de la economía española.
  5. España, junto con Grecia en la Unión Monetaria y el Reino Unido fuera del euro, son tres de los países que tiene mayores déficits públicos en Europa. Para hacer frente a esa situación dentro del euro, los políticos griegos, aunque no existiera presión de la Unión Europea, tendrían que subir los impuestos indirectos, recortar los salarios de los funcionarios y reducir todo tipo de gasto público, desde el corriente a las inversiones. Ése es el plan griego. Portugal está planteando una política similar. España no es Grecia, porque nuestra deuda pública llegó al 56% del PIB en 2009 y la griega superó el 110% del PIB ese año. Pero el ritmo de crecimiento de nuestra deuda es el mayor de todos los países miembros de la Unión Monetaria y hay que ponerle freno. Y nuestra política económica, cuando exista, tendrá que adoptar ese tipo de medidas y muchas más.
  6. La subida del IVA a corto plazo podría provocar un menor consumo y una menor inversión en 2010, lo que se traduciría en menor crecimiento en el año. Ese menor crecimiento es inevitable. Los españoles, en conjunto, seguimos viviendo por encima de nuestras posibilidades. En 2009, la economía española –el conjunto que forman las Administraciones Públicas, las empresas y las familias– volvió a endeudarse en otros 50.000 millones de euros adicionales con el exterior. El nivel de vida tiene que disminuir.
  7. Subir el IVA, sin modificar el resto de las tasas e impuestos, es incoherente. Creo haber empezado haciendo esa afirmación. Pero no hacer nada para frenar el deterioro de las cuentas públicas es todavía peor. La subida del IVA, en estos momentos, transmite a los mercados –de los que abomina Rodríguez Zapatero, pero en los que aparentemente sí creen los políticos del PP– que en España se está tomando algún tipo de medidas para resolver el "ritmo del aumento" de la deuda pública.
  8. No se puede dar marcha atrás. Si se hiciera, la credibilidad de los inversores en el futuro de la economía española se derrumbaría. La primera consecuencia sería una subida general de los tipos de interés a los que se financia, y refinancia, la economía española. Y tenemos, sobre todo las familias y las empresas, una deuda neta exterior monstruosa, cercana al 85% del PIB, mucho mayor que la griega, la portuguesa o la británica.

Para finalizar, la falta de seriedad del Gobierno de Rodríguez Zapatero no puede contrarrestarse con posturas populistas, como la del Gobierno de la Comunidad de Madrid. Colocarse al mismo nivel que el Gobierno de Rodríguez Zapatero es invalidarse como alternativa para gobernar con seriedad. Aunque el PP ganara las próximas elecciones.

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