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El suicidio demográfico de España II

Un país en el que tiende a haber más personas mayores y menos jóvenes, y con una población en vías de menguar, soporta un pesado lastre estructural que daña sus perspectivas de crecimiento, la sostenibilidad de su economía y la riqueza de sus ciudadanos.

Nota: Artículo publicado originalmente en Expansión el 26/04/2010 bajo el título Una economía con plomo demográfico en las alas.

La falta de natalidad en la España de los últimos treinta años está empezando a pasar factura a la economía española. Es una factura que llega en un momento especialmente inoportuno, por la debilidad actual de nuestra economía y nuestro elevado endeudamiento, y que será más y más dolorosa en próximos años y décadas.

Un país en el que tiende a haber más personas mayores y menos jóvenes, y con una población en vías de menguar, soporta un pesado lastre estructural que daña sus perspectivas de crecimiento, la sostenibilidad de su economía y la riqueza de sus ciudadanos como pocas cosas, por razones de mucho peso. Y abordar el problema fomentando un nuevo aluvión de inmigrantes no es una buena opción, como indica el sentido común y analizaremos en el siguiente artículo.

Menos crecimiento económico

Un país en declive demográfico carece de uno de los motores clásicos del crecimiento económico, muy presente en nuestro último ciclo expansivo gracias a la inmigración: el incremento de la población. Más gente significa más personas que pueden trabajar y crear riqueza, y una mayor demanda de bienes de consumo y duraderos.

Sensu contrario, ¿para qué construir (muchas) más casas si tenderá a haber menos gente para habitarlas? Por eso, en países como Alemania o Italia, más envejecidos que España y con una evolución demográfica reciente aún peor que la nuestra (en ambos muere más gente de la que nace desde hace más de diez años), apenas hubo boom inmobiliario en la última década.

Menos consumo / productividad / competitividad

Cuando la población envejece, el consumo y la inversión son asimismo menores -como en Alemania o Japón- que en países más jóvenes, exceptuando la demanda de productos y servicios sanitarios, superior por parte de las personas mayores. El envejecimiento de la población y la falta de jóvenes lastran de forma estructural el crecimiento económico.

Pues bien, como consecuencia del desplome demográfico que empezó hace un tercio de siglo, hay actualmente un 30% menos de españoles nativos con edades entre 18 y 25 años que hace sólo una década (!!!). Y en el segmento de edad de 25 a 35 años, de vital importancia para la productividad de las empresas, el consumo o la compra de viviendas, hay un 15% menos de españoles nativos que en el año 2000, y cada año, hasta el 2020, habrá en media un 3% menos que el año anterior. No serán ellos quienes impulsen de nuevo el crecimiento económico, o la recuperación del mercado de la vivienda en España.

También sufren con la anemia demográfica las empresas en su estructura interna. Porque al ir desapareciendo la tradicional pirámide de edades, cada vez les cuesta más compensar el mayor coste salarial de sus empleados de mayor edad -salvo que desempeñen puestos de especial responsabilidad- con el menor coste de los que tienen menos años, como sucedía antaño, cuando había muchos empleados jóvenes y pocos de edades avanzadas.

Por esta razón, y por el mayor vigor físico y la motivación adicional de los trabajadores más jóvenes con mucha carrera profesional por delante, las empresas tienden a perder competitividad en un país en declive demográfico, y por eso tratan con preferencia de prescindir de los más mayores en los procesos de reconversión, pese a la superior experiencia de éstos.

Por ello, en una sociedad en proceso de envejecimiento, paradójicamente, las personas más maduras pierden posibilidades de empleo. De hecho, en España, según el Instituto de Estudios Económicos, el 55% de los trabajadores con edades entre 55 y 65 está en paro. ¿Han sido expulsados del mercado laboral, entre otras razones, por la escasez de jóvenes en el país?

Un fardo de peso creciente: pensiones, sanidad pública y dependencia

Tal vez el mayor problema económico derivado del envejecimiento colectivo es la creciente carga que deben soportar los trabajadores en activo y los empresarios para producir la riqueza que consumen los mayores en forma de pensiones, sanidad pública y atención / dependencia, salvo que se reduzcan las pensiones y/o dejen de ser plenamente gratuitas las demás prestaciones sociales.

Pues bien, si en 2008 ya tenía más de 64 años un 16,5% de la población española y un 18% de los españoles nativos, el INE prevé que en 2019 sean el 19% de la población. Eso implicaría en sólo once años un incremento de casi el 19% en la carga per cápita de los españoles no jubilados para sostener a los mayores de 64 años (a los que hay que sumar ese 50% largo de compatriotas con edades entre 55 y 65 años que no trabajan). Es un fardo cuyo peso crecerá año a año, de no mejorar nuestras tendencias demográficas, hasta niveles que es mejor no imaginar.

En Asturias, donde un 22% de la población tiene más de 64 años, y donde mueren 1,6 personas por cada niño que nace, la Seguridad Social tuvo un déficit de casi 9.000 euros por habitante en 2008. Si no pagásemos ese agujero los contribuyentes y cotizantes del resto de España, mis paisanines lo estarían pasando muy mal.

Desvalorización de activos y/o inversiones con más riesgo

El valor de mercado de activos como las acciones o los inmuebles tiene mucho que ver con las expectativas de su precio futuro. Del valor de mercado de las casas en España, actualmente, el suelo puede suponer entre el 60% y el 80%. Y en el caso de las acciones, las expectativas de beneficios futuros aportan la mayoría de su valor de mercado.

Pues bien, si la población envejece y decrece, y cada vez hay más casas desocupadas, éstas tenderán a depreciarse, sobre todo, porque su suelo se desvalorizaría. Y lo mismo sucedería con las acciones y el valor de mercado de los negocios en una España con la economía estancada.

Por ello, para escapar a ese destino, y porque en España crecen poco desde hace años, importantísimas empresas del Ibex 35 y otras de menor tamaño han trasladado su foco de negocio a mercados con más potencial de crecimiento, pero que históricamente han tenido mucho más riesgo-país que el nuestro (Venezuela, Argentina, México, Brasil, Ecuador…)

¿Y por qué los alemanes prestaron tanto dinero a países con un riesgo superior al suyo, como Grecia o España, en tiempos del boom inmobiliario? Porque en su envejecido y estancado país era mucho más difícil colocarlo con una mínima rentabilidad.

Así pues, tener muy pocos niños por ahorrarnos el sacrificio personal y el coste económico que comporta su crianza, y para disfrutar más de la vida de jóvenes, es un pésimo negocio colectivo, además de privarnos, en el plano humano, de las alegrías y el cariño que dan los hijos y los nietos. Y si tratamos de remediarlo sólo a base de más y más inmigrantes, la convivencia en España -y en Europa en general- podría tornarse complicadilla.

Por si acaso, y recordando que quien avisa no es traidor, más vale tomar nota de lo que dijo en la ONU el presidente argelino Huari Bumedian en 1974: “Un día, millones de hombres abandonarán el hemisferio sur para irrumpir en el hemisferio norte. Y no lo harán precisamente como amigos. Porque irrumpirán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria”.

Pues bien, como señalamos en el artículo anterior de esta serie, en 2008, alrededor de un 6% de los que nacieron en España tenían madre musulmana, sobre todo marroquí, porcentaje que alcanzó entre el 9% y el 11% en cinco comunidades autónomas: Cataluña, La Rioja, Murcia, Baleares y Aragón. Doce años antes, los bebés de madre musulmana sólo fueron alrededor del 1% de todos los nacidos en España.

Artículo elaborado por Alejandro Macarrón Larumbe, consultor de estrategia empresarial y finanzas corporativas.

Nota:
El siguiente y último artículo de esta serie, titulado Cómo escapar o adaptarnos al tsunami de canas, versará sobre lo que podríamos hacer ante el gravísimo problema demográfico de España.

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