La Eurozona libra en estos días una de las batallas más duras de su historia. La inminente quiebra griega (o como se la quiera llamar) ha provocado que los socios que comparten la moneda única se enfrenten en dos bandos que, a cada jornada que pasa, marcan más sus posiciones. Por un lado, está el BCE junto a los países periféricos, empeñados en evitar como sea la bancarrota de Atenas (o disfrazarla de alguna manera). Por el otro lado, Alemania y Holanda lideran a los países ricos, que no quieren pagar la factura del derroche griego.
Unos y otros tienen poderosas razones para defender su postura. El BCE es uno de los mayores acreedores de los países periféricos. Además, España e Italia saben que si se deja caer a Grecia, los acreedores privados huirán de sus bonos como de la peste (una vez que un país quiebra, por qué no pensar que también pueden hacerlo otros).
En el lado germano-holandés, sin embargo, no hay ninguna intención de sostener indefinidamente a Grecia. Si no hay quitas entre los acreedores privados de Atenas será porque los países ricos de la Eurozona pagan la factura. Y parece claro que sus contribuyentes no estarán dispuestos.
El encuentro en Moncloa
Este martes, José Luis Rodríguez Zapatero se ha reunido en Madrid con Herman Van Rompuy, el presidente del Consejo Europeo, y ha dejado claro que está dispuesto a plantear la batalla en la UE, a pesar de que su debilidad no le permitirá demasiado margen de maniobra, con las siguientes palabras: "Todos los países tienen que asumir su responsabilidad, lo que supone la apuesta por el proyecto colectivo. Incluye un altísimo sentido de la responsabilidad. Mi confianza en Europa se mantiene viva. Sólo una respuesta de la zona euro va a devolver la confianza a los mercados".
Además, Zapatero ha mandado un recadito a Angela Merkel, al criticar la forma en la que se ha abierto el debate sobre la participación privada en el rescate a Grecia. Fueron los alemanes los primeros en exigir que los bancos y otros inversores sufrieran quitas en sus activos, mientras que desde el BCE y España no se apoya nada que no lleve la palabra "voluntaria".
Por eso, el presidente del Gobierno ha asegurado que "el debate sobre la participación de la deuda privada no se abrió bien y no se ha cerrado. Cuando se hace una propuesta, tiene que estar definido el alcance y valorarse los efectos. Por lo tanto, sobre esta cuestión central y decisiva, el Gobierno de España mantiene que este no es el camino adecuado, a no ser que se tenga una fórmula seria, rigurosa, previsible, puesto que sino puede provocar efectos más negativos".
Van Rompuy: "Las reformas son necesarias"
Por su parte, el presidente del Consejo Europeo ha tomado una postura completamente diplomática. Aunque ha defendido la postura oficial (que la participación privada será voluntaria) también ha asegurado que esta crisis ha puesto de "manifiesto la interdependencia de los países de la eurozona" y la necesidad de que todos acometan las reformas necesarias.
Además, Van Rompuy ha asegurado que "Los problemas de un país son los problemas de todos los miembros del club". Existe un compromiso al más alto nivel para salvaguardar la estabilidad financiera en toda la eurozona. Tomarán medidas para evitar ese riesgo de contagio. El euro es una moneda firme y sólida.