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Manuel Llamas

Y Obama irrumpió en Europa

Ya lo adelantó el presidente de EEUU, Barack Obama, nada más llegar a la cumbre del G20: el objetivo era "resolver la crisis de la eurozona" implantando un "cordón sanitario (...) para asegurarnos de que el problema no se extiende de un país a otro".

La reunión del G20 se ha convertido en una especie de minicumbre europea para tratar de salvar al euro tal y como se concibe actualmente. El órdago lanzado por Papandreu, consistente en amagar el abandono de la Unión Monetaria por parte de Grecia, ha surtido su efecto y, en lugar de dejar caer a Atenas, los líderes de las grandes potencias desarrolladas optarán por mantener a toda costa la estrategia seguida hasta el momento: rescates soberanos y más estímulos monetarios vía Banco Central Europeo (BCE).

Así, el vaivén de las últimas horas se ha materializado en tres actuaciones muy concretas: la suspensión del referéndum griego y la formación de un Gobierno de unidad nacional para aceptar el segundo rescate de Grecia; el cambio de rumbo ejecutado por Mario Draghi a la política de tipos del BCE, bajando el interés al 1,25% en la zona euro; y, sobre todo, el inicio de la intervención directa del Fondo Monetario Internacional (FMI) para rescatar al conjunto de la Unión Monetaria.

Ya lo adelantó el presidente de EEUU, Barack Obama, nada más llegar a la cumbre del G20: el objetivo era "resolver la crisis de la eurozona", en concreto, implantando un "cordón sanitario lo suficientemente robusto y efectivo para asegurarnos de que el problema [insolvencia] no se extiende de un país a otro". Y es que, efectivamente, la economía helena no es la principal preocupación de Europa ni de EEUU sino que el auténtico quebradero de cabeza son España e Italia. A ambos va dirigido el citado "cordón sanitario", y puesto que Berlín parece no estar dispuesto a poner más dinero encima de la mesa, serán los grandes gobiernos del G20, vía FMI, los nuevos acreedores directos de la eurozona.

Atención a las siguientes declaraciones: los líderes de los BRIC (Brasil, Rusia, India, China), junto a Sudáfrica, en una reunión previa al G20, han coincidido en estudiar la concesión de nuevas ayudas financieras a Europa, pero no de forma directa, sino a través de acuerdos bilaterales con el FMI; por su parte, el primer ministro británico, David Cameron, también ha respaldado aumentar su dotación al FMI para sostener a España e Italia.

Esta medida, junto con el anunciado apalancamiento del Fondo de rescate europeo y la nueva estrategia proactiva de Draghi al frente del BCE –más recortes de tipos y compra de bonos–, podría alcanzar el ansiado objetivo de los líderes políticos: contar con una cuantía final de entre 2 y 3 billones de euros para financiar a bajo coste países con problemas, al tiempo que se procede a la recapitalización de la banca europea. Cosa distinta serán los efectos colaterales que, tarde o temprano, conllevará esta receta, ya tradicional, de huir hacia adelante.

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