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Francisco Cabrillo

El divorcio de Robert Lucas

Una de las cláusulas del acuerdo económico que firmaron los cónyuges al divorciarse establecía que, si Lucas conseguía el premio Nobel en los siete años siguientes al divorcio, la exesposa recibiría la mitad de la cuantía del premio.

Sinceramente no sé si la tasa de divorcio entre los economistas es mayor o menor que la que se da entre los miembros de otras profesiones. Pero no cabe duda de que, en muchos casos, los acuerdos de divorcio reflejan la particular forma de ver el mundo de quienes los firman. En nuestro gremio son bastante comentadas las condiciones que se pactaron cuando se produjo la ruptura del matrimonio de uno de los economistas más destacados de las últimas décadas del siglo XX: Robert Lucas.

Lucas nació en Yakima, en el estado de Washington, el año 1937. Estudió historia y economía en la Universidad de Chicago, en la que se doctoró el año 1964. Su principal aportación al análisis económico ha sido su crítica a la teoría macroeconómica keynesiana en diversos aspectos, desde sus fundamentos microeconómicos a su utilización como base teórica de la política económica. En este sentido hay que destacar su aportación al desarrollo de la teoría de las expectativas racionales que, al afirmar que los agentes económicos pueden prever los efectos de las medidas de las políticas macroeconómicas, establece límites muy estrictos a su eficacia real.

Casado, y padre de dos hijos, Lucas se divorció de su primera esposa, Rita Lucas, el año 1988. Hasta aquí nada extraño. Lo interesante es una de las cláusulas del acuerdo económico que firmaron los cónyuges. Establecía que, si Lucas conseguía el premio Nobel en los siete años siguientes al divorcio, la exesposa recibiría la mitad de la cuantía del premio.

Y ocurrió. En 1995, cuando sólo faltaban unos meses para que el plazo se cumpliera, el Banco de Suecia hizo público que el ganador del premio Nobel de Economía era Robert Lucas. Dado que la cuantía del premio era de 7,2 millones de coronas suecas –que serían equivalentes a unos 815.000 euros al cambio actual– no cabe duda de que Rita hizo un magnífico negocio con la mencionada cláusula del acuerdo de divorcio.

Es posible que, para una persona de la calle, la historia deba terminar aquí. Pero los economistas tenemos que ir un poco más lejos y analizar si este punto del acuerdo fue o no eficiente. Para ello tendríamos que preguntarnos si la actividad profesional de Lucas –uno de cuyos objetivos era claramente la obtención del premio Nobel– se pudo ver afectada por el hecho de que la cantidad a cobrar se redujera a la mitad. Y la respuesta es clara: en muy poco pudo influir el acuerdo en los trabajos de Lucas por dos motivos. En primer lugar, porque lo sustancial de la obra de Lucas se había escrito y publicado antes de 1988. Y, además, porque las compensaciones que este galardón ofrece son tan grandes, que la mitad del dinero tiene poca importancia.

En terminología económica lo que existe es un acuerdo meramente redistributivo que no afecta a la eficiencia. Y esta redistribución tiene su lógica, además, ya que, en los años que se publicaron los trabajos que darían el Nobel a Lucas, Robert y Rita constituían, en cierta manera, una unidad de producción. Y el rendimiento obtenido en 1995 fue realmente generado mucho tiempo antes. Esto sería, por cierto, un argumento en contra del plazo de siete años, ya que, aunque el premio le hubiera sido concedido uno o varios años después, la lógica del razonamiento sería la misma.

En todo caso, no ha sido Lucas el único ganador del Nobel que ha entregado todo o parte del premio a su exmujer. Lo mismo hizo Einstein con su exesposa Mileva. Pero, la verdad, dado lo mal que se había portado con ella, era lo menos que podía hacer. 

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