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José García Domínguez

Que reviente el euro

Merkel no dispone de alternativa: subvencionar a sus socios le saldrá mucho más barato que dejarlos quebrar. La salida, que la hay, sería transformar el Mecanismo Europeo de Estabilidad en un banco.

No son creíbles. Y acaso sea eso lo mejor que cabe decir de los Presupuestos que acaba de anunciar el Gobierno. O hay gato fiscal encerrado (resurrección del impuesto de sucesiones, patrimonio, nuevas tasas...)  o no salen las cuentas. Como su maestro David Copperfield, que es capaz de hacer desaparecer la Torre Eiffel a la vista de todo el mundo, a Montoro se le han evaporado en el aire varios miles de millones con un simple pase de varita mágica. Por asombroso que parezca, sus números excluyen impacto alguno sobre ingresos y gastos públicos de la segura caída del PIB en 2012. Es más, a decir de ese ingenioso relato de ciencia ficción contable, el desplome anunciado de la economía española tendrá por consecuencia... el incremento automático de la recaudación tributaria (sin contar la subida de impuestos).

Ni las chirigotas de Cádiz. Surrealismo en estado químicamente puro. Soberbio, por lo demás, el espectáculo de Merkel y Bruselas simulando ignorar fantasía tan alucinógena. No se va a cumplir, pues, con el 5,3. Tampoco con el 5,3. Aunque, en el fondo, casi es lo de menos. Si a Berlín no le importa condenarnos a superar los seis millones de parados, a nosotros no debiera inquietarnos la suerte del euro. Que reviente. A fin de cuentas, no lo pueden permitir. La moneda única es como un hijo tonto: una vez alumbrado, no hay marcha atrás. La vuelta al marco resulta simplemente inconcebible: supondría la ruina cierta de Alemania.

Con una divisa nacional sobrevalorada hasta el delirio y unos créditos entre los países del sur tan multimillonarios como incobrables, también ellos acabarían a la deriva. Así las cosas, Merkel no dispone de alternativa: subvencionar a sus socios le saldrá mucho más barato que dejarlos quebrar. La salida, que la hay, sería transformar el Mecanismo Europeo de Estabilidad en un banco. Un prestamista de última instancia para los bonos soberanos. Ya lo advirtió en su día Paulson, el secretario del Tesoro de Bush, "si lo que llevas en la cartuchera es una pistola de agua, lo más probable es que tengas que usarla. Pero si lo que tienes es un bazooka y los demás lo saben, nunca te hará falta disparar". Ah, el cañón Berta.

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