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Francisco Aranda

Motivos para… seguir reformando

El fin de la destrucción masiva de empleo parece que está cerca, pero esto no es en absoluto suficiente.

A pesar de la enorme incertidumbre económica, a pesar de la caída de la demanda exterior, a pesar de que el grifo de la financiación está cerrado, a pesar de que la morosidad pública ahoga a muchas empresas y a pesar de que tenemos uno de los impuestos al empleo más altos del mundo –los sextos más altos–, se ha logrado reducir el número de desempleados y aumentar los cotizantes a la Seguridad Social. Es verdad que las cifras no son espectaculares y que no podemos afirmar técnicamente que se haya producido un cambio de tendencia. Sin embargo, nuestras empresas han apostado por crear un poquito más de empleo. Imagínese lo que sucedería si no existieran los obstáculos antes citados.

Esta senda que hemos iniciado hace unos meses, consistente en ir reduciendo de forma permanente la velocidad de destrucción de empleo, es una nueva prueba evidente de que la reforma laboral de Báñez efectivamente avanza en la línea adecuada, porque favorece la actividad económica y, consecuentemente, el mantenimiento del empleo. El equipo económico gubernamental, cuyo liderazgo acaba de estrenar Soraya (la buena), tiene ahora cien mil argumentos nuevos para imprimir más velocidad a la actividad reformista y lograr que en otoño la curva del paro no vuelva a convertirse en una montaña rusa.

A mi juicio, lo más positivo de la última tasa de paro registrado que hemos conocido es que se trata de la mejor desde que se inició la crisis. De hecho, es incluso mejor que aquel -4,97% que se alcanzó en el mes de abril de 2011, cuando nuestra economía parecía que salía de una recesión en la que volvió a sumergirse varios trimestres más tarde. Es decir, el fin de la destrucción masiva de empleo parece que está cerca, pero esto no es en absoluto suficiente. Es vital favorecer la actividad económica para crecer y, posteriormente, crear empleo neto (no olvidemos que el empleo es un indicador retrasado de la actividad).

Parafraseando a la ministra Báñez, podríamos decir que "hay motivos para la esperanza", pero sólo si adoptamos las medidas adecuadas. Olvidémonos ya de que se crea empleo con gasto público. Eso es un timo, y los bolsillos de los españoles lo están padeciendo ahora.

Siento no coincidir con los premios Nobel de economía Eric Maskin, Finn Erling Kydland y Christopher Pissarides. Estos gurús dicen que España debe dar prioridad a bajar el elevado desempleo en lugar de "obsesionarse" con reducir el déficit, porque sostienen que recortar el gasto público impedirá que se cree trabajo. Lo siento pero me parece una chorrada, por muy Nobel que sea su origen. Reducir el déficit es indispensable para crear empleo sostenible. Si no reducimos el déficit, el poco crédito que haya se dirigirá a financiar la deuda de los Estados, de manera que familias y empresas sólo lo verían de lejos (esto es lo que los sabios llaman crowding out). Y estos Nobel deberían recordar que la inversión es fundamental para crear actividad y generar empleo sano. Los trabajos no los crean los Estados, y aquellos que más lo han intentado son los que más en quiebra están.

Si se reducen los impuestos de forma urgente, se dispondrá de mayor renta disponible y esto favorecerá el consumo y la actividad económica privada, de lo cual nos beneficiaremos todos porque se recaudarán más impuestos para sostener nuestra maltrecha sociedad del bienestar. No hace falta ser premio Nobel para saber esto.

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