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La dualidad muestra su peor cara ante la falta de reformas en contratación y políticas activas

El peso de los ajustes recae sobre los temporales. Y se agrava la situación de los parados de larga duración.

El peso de los ajustes recae sobre los temporales. Y se agrava la situación de los parados de larga duración.
El empleo indefinido ha caído de forma mucho menos intensa que el temporal I Corbis.

La crisis no sólo está destruyendo empleo en España. También está acentuando las diferencias en un mercado laboral dual y disfuncional, que muestra su peor cara seis años después de que comenzase a destruirse empleo. No sólo no mejoramos en nuestras asignaturas pendientes, especialmente en lo que tiene que ver con la temporalidad, sino que parece como si cada día empeorase la situación.

Nadie lo está pasando bien en esta crisis. Ni fijos ni temporales. Pero todos los estudios muestran que aquellos que tienen un contrato indefinido también tienen mejores sueldos, reciben más formación y tienen muchas menos posibilidades de acabar en el paro. Conseguir un contrato fijo en España es el salvoconducto para pasar a la primera división del empleo, aquella en la que un trabajador puede pensar en avanzar en su carrera profesional.

De esta manera, aunque en términos absolutos también el empleo indefinido ha caído con la crisis, lo ha hecho de forma mucho menos intensa que el temporal. Por ejemplo, hasta 2011, antes de que entrase en vigor la reforma laboral, el número de empleos fijos sólo había caído un 3% desde su máximo, frente a un 31% de los temporales. Además, no sólo es una cuestión de acabar en el paro. Como apuntamos, alguien con un contrato indefinido es más posible que acceda a programas de formación, con lo que mejora en su capital humano, y está más protegido ante posibles caídas en su salario.

El balance

Este lunes, Fedea presentaba su balance de los dos primeros años de legislatura. Dentro de la valoración general, ha destacado el análisis que el profesor Marcel Jansen, de la Universidad Autónoma de Madrid, ha realizado del mercado laboral.

En primer lugar, es significativo el hecho de que, aunque ha habido una creación de 150.000 puestos de trabajo netos en el sector privado entre el segundo y el tercer trimestre del año, esto se ha debido exclusivamente al incremento de unos 300.000 empleos temporales. O lo que es lo mismo: se han destruido 150.000 empleos fijos. No es una buena noticia, porque será difícil recuperarlos.

Se suma a esta circunstancia el crecimiento de los parados de larga duración (más de 12 meses en desempleo), que pasan de 3 millones a más de 3,5 millones en un año. Y este colectivo se nutre cada vez más, como por otra parte es lógico, por los trabajadores que menos opciones tienen de reincorporarse al mercado: aquellos que tienen un nivel educativo equivalente a la ESO o inferior (suman el 60% de los parados de larga duración) y los mayores de 45 años (son el 35%). A todos ellos, les será muy difícil reengancharse incluso cuando vuelva la recuperación.

Por último, el tercer aspecto que Jansen ha destacado ha sido el de la caída de salarios. Es inevitable que en una crisis haya una tendencia a la moderación salarial. Las empresas necesitan ajustar sus costes para ser más competitivas. Y también es habitual que lo sufran más aquellas profesiones de menos valor añadido, con menos cualificación, pues sobre ellas se impone con más fuerza la presión de los nuevos desempleados. Lo llamativo en el caso español es la diferencia entre los asalariados de alto y bajo nivel. Según las cifras de Fedea, el primer decil (el 10% de trabajadores que menos cobran) ha visto caer su remuneración media un 17%; mientras, en los deciles superiores (del 5 al 9) se han mantenido los sueldos o han bajado ligeramente (ver gráfico):

Fedea

La fotografía

De esta manera, la fotografía que queda es la de un mercado laboral completamente disfuncional, en el que la mayoría de los ajustes recaen sobre los temporales. Algo que también afecta a los fijos, que ven con pánico la más mínima perspectiva de perder su empleo. En cualquier parte del mundo ser despedido es una mala noticia, pero en pocos países occidentales adquiere esta categoría de drama, alimentada por las pocas perspectivas que tiene el desempleado de reengancharse al mercado si no lo hace con rapidez.

Además, esta temporalidad acaba convirtiéndose en el estado habitual de toda una cohorte de trabajadores. En otros países, es una situación privativa de determinados oficios, de personas que entren y salgan puntualmente del mercado por los picos de actividad de un sector, o de los jóvenes, que aún están buscando su hueco definitivo en el mercado. En España, cada vez son más las personas de 35-40-45 años que no conocen otra realidad.

Y si a esto se suma el paro de larguísima duración, estamos ante una tormenta casi perfecta. Como puede verse en el siguiente gráfico del último barómetro de la Fundación Sagardoy, más del 30% de los parados españoles lleva más de dos años en esa situación. Hablamos de dos millones de personas que no han trabajado en 24 meses. ¿Cómo conseguirán reincorporarse al mercado? ¿Cuál es la pérdida de capital humano que ellos (y el país en su conjunto) están sufriendo?

F. Sagardoy

Sin soluciones

Con casi seis millones de parados, es evidente que el mercado laboral español no funciona. Probablemente no hay soluciones sencillas. Desde que comenzó la crisis, hace seis años, se han realizado dos grandes reformas, una con el Gobierno del PSOE y otra con el del PP. Sin embargo, en dos cuestiones clave, nada (o casi nada) se ha hecho. Hablamos de las modalidades de contratación y de las llamadas políticas activas y pasivas de empleo. En este sentido, Jansen aseguraba este lunes que "lo más importante es donde no se ha hecho nada".

En la primera cuestión, los expertos y los organismos internacionales claman desde hace años por una simplificación de las modalidades contractuales. La cuestión no es un mero retoque en los formularios, como plantea Empleo, sino un cambio en el sistema, que no obligue al empresario a decidir entre cuarenta y tantas opciones cuando tenga que contratar a un trabajador.

En las políticas de empleo, las recomendaciones apuntan a priorizar la búsqueda de un trabajo y la formación del parado, frente a la actitud pasiva actual, que parece contentarse con la mera concesión de una prestación. En toda Europa se tiende cada vez más a la colaboración público-privada. En España, de los casi 3,8 millones de contratos del 2º trimestre del año, los Servicios Públicos de Empleo apenas intermediaron un 2,6%. La idea es, como explicaba Jansen, "maximizar los incentivos para la vuelta al mercado laboral, a través de más posibilidades de salida y de mejorar la activación" del trabajador.

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