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El BCE se reserva un as en la manga contra Grecia: corralito, pero dentro del euro

La supervivencia de la banca helena depende de que el BCE renueve sus líneas de liquidez extraordinaria, pero puede usarlas de varias formas.

La supervivencia de la banca helena depende de que el BCE renueve sus líneas de liquidez extraordinaria, pero puede usarlas de varias formas.

Atenas y los miembros de la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) han comenzado a mover, poco a poco, sus piezas en este particular juego del gallina que ha desatado el Gobierno griego de Alexis Tsipras. El líder de la coalición de izquierda radical suspendió las condiciones acordadas en el plan de rescate heleno tras alzarse con el poder la pasada semana.

En los últimos días, tanto Tsipras como su mano derecha, el ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, han emprendido una gira por distintos países europeos en busca de apoyos para renegociar una nueva reestructuración de su deuda. Sin embargo, por el momento, las gestiones realizadas no han sido fructíferas para Atenas.

Tal y como se preveía, Alemania no está dispuesta a pagar la factura de un Gobierno cuyo fin es repetir los mismos errores que condujeron al Estado heleno a la quiebra. El Ejecutivo de Angela Merkel insistó el jueves, durante la reunión mantenida con Varufakis, que Syriza tendrá que renunciar al grueso de su programa si quiere negociar.

Grecia deberá mantener más o menos intacta la senda de reformas y ajustes acordada en el plan de rescate para garantizar el equilibrio presupuestario y mejorar la competitividad de su economía, ya que, en caso contrario, los alemanes son muy conscientes de que la deuda helena no será devuelta, por muchas quitas que se apliquen de nuevo. Así pues, la principal condición para hablar es que Tsipras dé marcha atrás a sus promesas electorales de antiausteridad, aunque, por el momento, no parece estar muy dispuesto.

El BCE mueve su primera pieza

El problema es que el tiempo corre en su contra. El plazo de vigencia del rescate expira el próximo 28 de febrero y si, para entonces, no hay acuerdo con la troika para su renovación, el BCE dejará de financiar a los bancos griegos, desatando con ello el temido corralito bancario.

El BCE no iba de farol, ya que en la noche del pasado miércoles comenzó a cumplir su amenaza. La entidad monetaria anunció que ya no acepta deuda pública griega como colateral para las operaciones de refinanciación de los bancos helenos. En la práctica, esto significa que el BCE restringe las vías de liquidez del sistema financiero de Grecia.

Con la ventanilla del BCE casi cerrada, la supervivencia de los bancos griegos dependerá, en gran medida, de las líneas extraordinarias de liquidez del Banco Central de Grecia (ELA) para no echar el cierre. Sin embargo, esta financiación de emergencia depende, en última instancia, de la autorización del BCE, y ésta tiene que renovarse cada dos semanas (el 18 de febrero es la próxima cita al respecto). Si el BCE cierra esta última vía de liquidez, la banca griega colapsará, desatando el consiguiente corralito.

En la actualidad, los bancos griegos aún tienen un algo de margen, ya que cuentan con un cierto colchón para financiarse y, además, el BCE habría autorizado cerca de 60.000 millones de euros a través del ELA para cubrir sus potenciales necesidades de liquidez.

Pero esta cuantía podría resultar insuficiente si se acaba extendiendo el pánico entre los depositantes, acelerando la retirada de efectivo que ya se inició el pasado mes de diciembre. Hoy por hoy, uno de los mayores riesgos es que se desate una corrida bancaria (los clientes acudiendo en masa a retirar sus depósitos).

Si este fenómeno sucediese, Atenas se vería obligada a decretar algún tipo de control de capitales, retringiendo la salida de dinero, tanto de los bancos como del país. En los últimos dos meses, los griegos habrían sacado cerca de 21.000 millones de euros de sus cuentas bancarias, más del 12% del volumen total de depósitos registrado en noviembre, según las últimas estimaciones de JPMorgan. Pero la cuestión es que dicho escenario dependerá, en última instancia, del BCE.

'Corralito' y fuera del euro

La exclusión de los bonos griegos ha sido una primera advertencia clara al Gobierno de Syriza para que llegue a un acuerdo cuanto antes con la troika para renovar el plan de rescate, renunciando, por tanto, a gran parte de su programa económico, pero no tiene por qué ser la última medida de presión. La imposición de un corralito y la salida o no del euro de Grecia dependerá del BCE y, más concretamente, de cómo utilice el citado ELA, el cordón umbilical que mantiene al país heleno atado a la moneda única.

Por un lado, si Syriza no da su brazo a torcer e insiste en rechazar la senda de reformas y ajustes marcada, sin llegar a ningún acuerdo con sus acreedores (troika), el BCE podría cortar por completo la línea de financiación extraordinaria a los bancos griegos:

  • El BCE suspende el ELA que sostiene en pie a la banca griega.
  • Se desata un pánico bancario, los griegos acuden en masa a retirar su dinero y la banca, ante la imposibilidad de devolver los depósitos, echa el cierre.
  • El sistema financiero colapsa, y, con él, el mercado crediticio y de deuda pública.
  • La única forma de reanudar la actividad bancaria sería mediante impresión de moneda local.
  • Grecia, por tanto, decide salir del euro.

'Corralito', pero dentro del euro

Ésta es la opción nuclear que, en principio, nadie desea. Sin embargo, existe una vía a medio camino para presionar a Grecia durante las semanas o meses que la troika y Atenas se sienten a negociar, con la ventaja de que ya cuenta con un precedente: el caso de Chipre.

  • El BCE no elimina el ELA por completo, pero restringe su cantidad, situándola por debajo de las necesidades de liquidez de los bancos griegos.
  • Se acelera la fuga de depósitos y se avanza hacia una corrida bancaria.
  • Atenas decreta el corralito, el citado control de capitales para limitar la retirada de depósitos (los griegos pueden sacar euros, pero sólo una cuantía determinada de forma periódica), a imagen y semejanza de lo acontecido en Chipre.
  • Lo acreedores y grandes depositantes (más de 100.000 euros) de los bancos griegos sufren quitas, procediendo a la conversión de deuda en acciones que estipula el nuevo mecanismo europeo de rescate bancario. Es decir, los acreedores se convierten en accionistas y, de este modo, las entidades recomponen su capital (bail-in).
  • Se mantienen y extienden en el tiempo los controles de capital, pero Grecia se mantiene en el euro.

El modelo chipriota se reproduciría en Grecia. Los bancos griegos sobrevivirían gracias a la financiación extraordinaria, pero restringida, del BCE, con el consiguiente corralito y el lógico descontento de la población. Todo ello, permitiría prolongar las negociaciones con Atenas sobre el rescate, pero también serviría como una fuerte medida de presión a Syriza, en lugar de desencadenar su expulsión definitiva del club.

"La experiencia de Chipre sugiere que no se puede descartar por completo la implantación de controles de capital como una opción política más", según Jens Bastian, un antiguo miembro del grupo de trabajo griego de la Comisión Europea y, ahora, analista independiente en Atenas.

"La situación hoy no es tan grave, pero podría llegar a producirse". Los controles de capital podrían resultar dolorosos e impopulares para los griegos, elevando la presión sobre Tsipras para llegar a un acuerdo lo antes posible, ya que la popularidad de Syriza se vería dañada y la crisis económica se recrudecería. La partida continúa...

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