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José T. Raga

'Natura non facit saltus'

¿Contradice el mercado de títulos el viejo principio de que 'lo natural no hace saltos'?

¿Qué tiene que ver este principio, propio de las ciencias que estudian los seres vivos, con los sobresaltos que recientemente se están poniendo de manifiesto en el mercado bursátil? ¿Contradice el mercado de títulos el viejo principio de que lo natural no hace saltos? ¿O quizá la actividad bolsista no es tan natural?

Ni el mundo clásico ni el neoclásico de Marshall habrían considerado natural tal mercado. Entendiendo por natural el mercado que se desarrolla según las pretensiones de los agentes, en número suficiente para que nadie pueda influir en él, y sin interferencias de agentes externos capaces de condicionar su actuación natural.

Que no es natural, parece evidente. ¿Es natural que el precio de una acción diminuya hoy un diez por ciento y se recupere mañana en porcentaje equivalente o superior? La acción representa una parte alícuota del valor del patrimonio social de la entidad emisora, que, naturalmente, es el mismo ayer que hoy. ¿Dónde está lo natural en la alteración del precio?

Se me dirá que el titular de una acción tiene la expectativa racional de que su valor se incremente en el mercado, y ello será natural si se debe a la mayor fortaleza de la empresa emisora, fortaleza que naturalmente atraerá más posiciones compradoras elevando el precio. Eso, sin embargo, no es cuestión de horas, como bien se puede comprender.

Ahora bien, si aglutinamos a los compradores y a los vendedores de acciones en grupos que conformen una voluntad única en el mercado –los gestores de los fondos–, al oligopolizar el mercado, éste perderá naturalidad para estar al servicio de los propios intereses, los cuales, con frecuencia, obedecen a criterios de entrada y salida rápidas –quick in, quick out–, liquidando las comisiones pertinentes y transmitiendo al mercado sus euforias y depresiones.

Añadan a eso la presencia de los bancos centrales, dispuestos a actuar con dinero abundante para incentivar o contraer la actividad económica, con más o menos éxito en sus resultados, pero con efectos distorsionadores sobre lo natural del mercado, que evolucionaría ausente de tales manipulaciones.

Además de eso, añadan que en China el Gobierno interviene también, variando la paridad del yuan para estimular su economía, y puede encarcelar a los agentes de bolsa si así lo cree conveniente. ¿O es que los inversores –mejor llamarles compradores de acciones, pues inversores son sólo aquellos que con sus aportaciones crean capital productivo, es decir los suscriptores– no calculaban los riesgos país, pensando que esto eran historias pasadas?

Acabo formulando una cuestión: ¿quién pierde o quién gana en estas situaciones, la economía o los sujetos? En primer lugar, sólo se pierde cuando se vende un activo que se adquirió a mayor precio, no cuando la cotización ha cambiado pero se conserva el activo. Además, cuando alguien pierde 17.000 millones de euros, sin fuegos ni terremotos, es porque alguien los ha ganado; y la inversión que unos no harán la podrán hacer otros.

Todo sin saltos, con naturalidad.

En Libre Mercado

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