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José T. Raga

Sostenella y no enmendalla

Mario Dragh desde hace años nos viene atormentando a los ciudadanos de la Zona Euro.

Vivimos un momento en que los políticos que tienen a su cargo la acción de gobierno en cualquier parcela de la vida política, económica o social, aun los de mayor predicamento, están siendo víctimas de una epidemia de terquedad difícilmente imaginable en personas de semejantes atributos.

Se diría que están poseídos por la verdad. No es que estén en posesión de la verdad, lo cual es más común, sino que la verdad es la que les posee a ellos, por lo que sus acciones de gobierno en las misiones que tienen encomendadas están impregnadas de la misma verdad, por lo que el error, aun con el máximo alarde de humildad es, simplemente, imposible.

El profesor Mario Draghi, no en tanto que profesor sino en cuanto que presidente del Banco Central Europeo, desde hace años nos viene atormentando a los ciudadanos de la Zona Euro, tormento que compartimos con otra mucha gente, con aquello que en la City se conoce como quantitative easing. Es decir, la operación de la banca central por la que se derrama dinero a espuertas sobre la economía con la finalidad de que aumenten el consumo y, con él, los precios, y que vuelva esa enfermedad –porque de enfermedad se trata todo lo que se aleja del equilibrio económico– que conocemos con el nombre de inflación. Nos hemos dado cuenta de que, acostumbrados a vivir en inflación, con un nivel de dos dígitos y superior al veinte por ciento en algunas ocasiones, ahora no sabemos vivir en precios estables.

A este fin, el resultado de la política monetaria del señor Draghi ha sido nulo, como era previsible desde el principio y como algunos habíamos anticipado, pues de la crisis de 2007-2008 los agentes económicos salen con preocupantes niveles de endeudamiento, que ponen en riesgo severo el sostenimiento de sus balances, acompañados por la disminución del precio de sus activos; es decir, una recesión de balance, en lenguaje de Richard Koo.

En esta situación, cuando los agentes han fijado su objetivo en reducir deudas, la política del Banco Central para que pidan créditos sólo tiene efecto en el sector público, que, para desgracia de todos, sí que ha hecho uso del quantitative easing para endeudarse en demasía. Así las cosas, ¿por qué sigue en sus trece? Eso sólo Dios lo sabe. Porque "la conexión entre la actuación del banco central y la actividad económica sólo es válida cuando el sector privado presenta balances saneados y maximiza beneficios" (Richard Koo).

Lejos de reconocer su fracaso, acaba de recomendar una subida de salarios en Europa para apoyar su política monetaria, con lo que se trasladaría al sector real sus despropósitos en el sector monetario. Además, teniendo en cuenta el nivel, todavía hoy, de endeudamiento, el aumento salarial que propone probablemente se seguiría dedicando a reducir deuda y no a gastar como se gastó en la primera década de siglo.

En Libre Mercado

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