Menú

Qué es el 'value investing' y por qué está de moda en España

Las ideas de Benjamin Graham y Warren Buffett están de actualidad en nuestro país. Las gestoras se multiplican y los foros debaten sobre su vigencia.

Las ideas de Benjamin Graham y Warren Buffett están de actualidad en nuestro país. Las gestoras se multiplican y los foros debaten sobre su vigencia.
Una imagen del cartel que marca el comienzo de Wall Street, en Nueva York. | Pixabay/CC/alessandrodandrea

El value investing está de moda. No es que en las barras de los bares españoles sea conversación habitual; para eso ya están el resultado de Eurovisión, la convocatoria de Lopetegui para el Mundial o el chalet de Galapagar. Pero en el mundillo de los inversores, en los foros de Bolsa y en las webs especializadas es evidente que el value vive un buen momento (o, al menos, eso parece, por los comentarios, artículos y discusiones que suscita).

Hace unos días, el Instituto Juan de Mariana organizó su IV Jornada de Finanzas e Inversión. Y le dedicó una mesa al boom del value (que el autor de este artículo tuvo el placer de moderar). Muchos de estos temas se pusieron sobre la mesa: desde qué es el VI hasta las razones por las que España se ha convertido en uno de los países europeos en los que las gestoras que siguen esta filosofía tienen más protagonismo.

Como apuntaba Vicente Varo, periodista económico y responsable de comunicación de Finect, probablemente el inicio del boom se puede asociar a la traumática salida de Francisco García Paramés de Bestinver. Entre la comunidad inversora, el nombre de Paramés ya hacía muchos años que era conocido y reverenciado. El Buffett español, como se le conoce en los medios, había conseguido para la gestora de los Entrecanales unas rentabilidades excepcionales durante más de una década y media. Pero fue su inesperada salida de la casa en la que había adquirido fama la que le llevó a las portadas de los medios. Bueno, eso y su ruptura, unos meses después, con sus antiguos compañeros, Álvaro Guzmán y Fernando Bernad, que habían fundado AzValor, el proyecto al que todo el mundo asumía que llegaría Paramés en cuanto terminase su obligado período de descanso.

La historia era jugosa: se parecía a los culebrones de verano en la prensa deportiva, con el crack decidiendo acerca de su futuro y varios clubes queriendo hacerse con sus servicios. Está claro que no hay una figura más mediática que Paramés en la comunidad inversora española. Y era lógico que el público que no seguía la prensa económica tan de cerca se preguntase qué hacía del gestor gallego una figura tan singular: la respuesta, Value Investing.

Los fanáticos de esta filosofía de inversión aseguran que no hay ningún secreto tras la misma. Que se trata de hacer lo que todos intentamos en nuestro día a día: comprar barato bienes de calidad. La teoría VI dice que el mercado a largo plazo es más o menos coherente y acaba reconociendo a las empresas sólidas, con buenas cifras y productos duraderos. Pero en el corto plazo no es así: en el día a día, la bolsa se comporta con un punto de locura, a veces con un exagerado optimismo, que dispara algunas acciones muy por encima de su valor real (pensemos en la burbuja de las puntocom de finales los 90), y en otros con un injustificado pesimismo, que castiga a todos por igual, a los buenos y a los malos negocios (por ejemplo, algo de eso ocurrió entre 2008 y 2010, cuando el temor a una crisis sistémica hundió los mercados de medio mundo).

Y ahí, en esos vaivenes cortoplacistas, los value aseguran que aprovechan sus oportunidades para invertir a largo plazo. Porque esta es la clave del VI: buscar buenas compañías a bajo precio y esperar sentados a que el resto del mundo reconozca el valor real de aquellos negocios. Lo que ocurre es que no es tan sencillo. ¿Cómo saber dónde hay una buena oportunidad? ¿Cómo distinguir una compañía castigada de forma injusta de una que está barata porque su balance o su modelo de negocio no dan para más? Pues no es fácil. Los libros sobre VI, que menudean en los últimos tiempos, hablan de:

  • buscar fosos (ventajas competitivas que a otras empresas les resulte complicado evitar)
  • negocios sólidos y con buenas perspectivas a largo plazo: empresas que podamos prever que seguirán siendo líderes en su sector en 10-15-20 años
  • penalizadas de forma injustificada por el mercado: quizás por su país de origen, el sector en el que operan o la coyuntura macro
  • con gestores confiables y con intereses alineados con los de los inversores: por eso, entre otras cosas, les encantan las empresas familiares
  • con margen de seguridad: es decir, que la diferencia entre el precio pagado y el valor estimado sea muy elevada (no vale un 5-10% de margen entre valoración y coste)

Incluso, hay una corriente del VI (los que se llaman "deep value") que mira menos a la calidad de los negocios y mucho más a sus balances, que se salta casi todos los puntos anteriores buscando gangas (más en la línea de lo que planteaba Benjamin Graham, el padre del value).

Los gestores y las modas

Pasar del dicho al hecho no es tan sencillo. Warren Buffett o Peter Lynch lo consiguieron y sus nombres son legendarios en Wall Street. Paramés y su equipo en Bestinver también. Y llegó a España la fiebre por el VI. Eso sí, boom con matices. Pablo Martínez Bernal, responsable de comunicación con inversores de Amiral, una gestora value francesa que hace un par de años llegó a nuestro país, apuntaba en el evento de la semana pasada que, mirando las cifras de patrimonio bajo gestión, tampoco ha crecido tanto el dinero que los value manejan respecto a los que tenía Bestinver cuando rompió con Paramés. Vamos, que los inversores son los mismos (o unos pocos más) pero más repartidos y con más runrún en los medios.

En las estadísticas de Inverco (siempre con datos de diciembre de 2017), la primera gestora independiente (no ligada a un banco) es Bestinver, en el puesto 11º, con 4.657 millones bajo gestión. Cobas, AzValor o Magallanes, las otras grandes gestoras value, caen por debajo del puesto 25 y ninguna llega a los 1.500 millones bajo gestión. De los 262.000 millones en manos de las gestoras españolas (estas cifras incluyen a los partícipes extranjeros) apenas una mínima parte está en sus manos o en la de otros value más pequeños. Es cierto que en esa cifra total están incluidos todo tipo de fondos, también los de renta fija o mixtos, con los que los value no compiten exactamente porque su mirada está centrada casi siempre en renta variable, pero, en cualquier caso, los datos invitan a mirar la situación con cierta perspectiva. Quizás haya más ruido en los medios que nueces en el mercado. No es menos cierto que aquí surgiría el debate del tamaño: es decir, si se puede seguir siendo value con decenas de miles de millones bajo gestión, con todo lo que eso implica en cuanto al análisis de los negocios en los que se invierte. Ya hay fondos cerrados, en los que las gestoras no admiten nuevos partícipes, precisamente porque han superado el umbral que consideran máximo para manejar los fondos según sus criterios.

En cualquier caso, la mayoría de los ahorradores españoles en bolsa o compran ellos mismos o confían en los fondos que les recomienda su sucursal bancaria (normalmente, los de su propia entidad). Y eso los que acuden al mercado de renta variable. Según las estadísticas de Inverco (la patronal de las instituciones de inversión colectiva) para diciembre de 2017, los españoles tenían un saldo de 2,147 billones de euros en ahorro financiero a finales del pasado año. Casi el 40% estaba en depósitos o cuentas a la vista, el 27% eran inversiones directas en Bolsa o renta fija y el 13% estaba en seguros y otros productos de menor importancia. Para fondos de inversión, Sicav y planes de pensiones apenas quedaba el 20% del ahorro financiero. Es una cifra muy inferior a la de otros países de nuestro entorno.

¿Y cuánto de ese ahorro está en gestoras o fondos value? Pues no es fácil saberlo, entre otras cosas porque tampoco está claro si todos los que así se denominan, también lo son luego en la práctica: es decir, si realmente están invirtiendo a largo plazo y convencidos de estar en lo correcto o entrarán en pánico en el momento en el que cambie la dirección del viento en el mercado.

Al value se le califica como una "filosofía de inversión" y algo de eso tiene: convicción, creencia en lo que uno hace, ser capaz de mantenerse incluso aunque todos los demás marchen en la dirección contraria… Sus seguidores se vanaglorian de ser "contrarian" y ser la minoría. Y es que por definición, el value tiene que ser minoritario. Si todo el mundo es VI, ya no habría esas oportunidades ni el mercado se comportaría con la irracionalidad que ellos buscan. En los últimos tiempos, se ha hablado mucho sobre todo esto en España. ¿Moda, tendencia a largo plazo, burbuja mediática-editorial? El tiempo lo dirá.

En Libre Mercado

    0
    comentarios