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José María Rotellar

El dañino legado de Sánchez, en nueve gráficos

La inseguridad generada, la ausencia de reformas y las propuestas populistas dejan un dañino legado.

La inseguridad generada, la ausencia de reformas y las propuestas populistas dejan un dañino legado.
Pedro Sánchez. | EFE

Pedro Sánchez deja un legado complicado a quien le suceda en la presidencia del Gobierno, incluida la posibilidad de que fuese él mismo su propio sucesor. Su problema es de origen, del momento y modo en como llegó a la presidencia del Gobierno. No se puede pretender gobernar con una cifra tan escasa como 84 diputados en un parlamento que cuenta con 350 escaños. Todo lo más, como hizo Sánchez, se puede alcanzar el poder, pero no gobernar. El resquicio perverso que existe para presentar una moción de censura no es otro que el que sea suficiente el 10% de los diputados para ello, que puede provocar que lo que está concebido como un acto constructivo derive hacia una moción destructiva, que es lo que fue la elección de Sánchez.

Como realmente no votaron a favor de Sánchez, sino en contra del PP, todos sus socios de diversa procedencia articularon un cambio en el banco azul, pero no una acción de gobierno. Es cierto que Sánchez, como continuador de Zapatero, está utilizando los recuerdos de la triste Guerra Civil para tratar de sacar más votos, y también es cierto que intentó llevar a cabo unos presupuestos populistas y demagógicos, de alto incremento de gasto, impuestos, déficit y deuda, que, afortunadamente, no prosperaron, pero no ha sido capaz de aplicar otra política económica distinta a la de los presupuestos del PP, no por falta de ganas, sino por ausencia de mayoría.

El legado de Sánchez será malo, no ya por los datos de nivel que presente, sino, sobre todo, por tres elementos: la tendencia de agudización del empeoramiento por la inseguridad generada, la ausencia de reformas y las propuestas populistas que llevó y llevará en su programa electoral, incompatibles con la ortodoxia económica.

Todo eso, lo que ha desatado no es otra cosa que la desconfianza en la política económica que se aplicará. Vuelve al recuerdo de los agentes económicos la grave crisis de no hace tanto tiempo. Y esos agentes económicos, principalmente las familias y las empresas, han intensificado su prudencia ante el empeoramiento de expectativas.

En primer lugar, las familias reducen su consumo y, como todavía no se ha producido una gran pérdida de renta, aumentan su ahorro en previsión de que dicha reducción en renta llegue. El consumo de las familias se queda sin crecimiento, casi a la deriva, con un crecimiento del 0%, cuando crecía un 0,4% al llegar Sánchez.

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Por su parte, las empresas hacen lo propio: anulan o, en el mejor de los casos, aplazan decisiones de inversión hasta ver qué camino tomará la política económica y si la economía española se reforma para ello o no. Así, la formación bruta de capital (la inversión), pasa de crecer un 3,3% en el IITR-2018 a quedarse, como el consumo, sin crecimiento, en el 0% intertrimestral.

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Ese descenso de la confianza empresarial que nos transmite la inversión se ve claramente en la inversión en bienes de equipo, fundamentales para la producción. Se ha pasado de crecer un 8,4% al llegar Sánchez a caer ahora un 1,8%.

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Por la parte de la oferta, destaca el deterioro de la construcción. crece un 0,8%, la mitad que el trimestre anterior y 1,2 puntos menos que el mismo trimestre del año anterior.

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Y también destaca, en la oferta, la ralentización del comercio, que pasa de crecer un 0,9% en el IITR-2018 a crecer sólo un 0,2% en el IITR-2019.

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Por su parte, la productividad también empeora y cae un 0,5% interanual, 4 décimas peor que el mismo período del año anterior. Todos los trimestres desde la llegada de Sánchez han sufrido pérdidas de productividad.

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Este empeoramiento de la productividad es preocupante, porque siempre ha sido uno de los elementos débiles de la economía española. Entre 2013 y 2016 se consiguieron mejoras inéditas, pero desde entonces no ha prosperado. Ahora, incluso, se ha perdido mucho terreno de nuevo. Eso limita la capacidad de crecimiento de nuestras empresas, frena su actividad económica y perjudica al empleo.

Ese deterioro en el empleo se ve con los datos de la EPA del IITR-2019 y con los meses de junio, julio, agosto y septiembre de Paro Registrado (PR) y Afiliación a la Seguridad Social (ASS). En todos ellos, han sido los peores datos desde los años de la crisis en términos interanuales y en casi todos ellos también los peores intermensuales desde la citada crisis (salvo para el paro registrado de septiembre).

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Y eso tiene su repercusión en la estabilidad en el empleo, que se pierde. En el acumulado del año cae la contratación indefinida por séptimo mes consecutivo.

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Ése es el legado que deja Sánchez a su sucesor. Una economía atenazada por la incertidumbre, expuesta a los problemas internacionales, pero sin reformas que permitan minimizarlos, y una ausencia de medidas que permitan dinamizar la economía, que hace que los indicadores económicos se deterioren cada vez más.

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