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Susana Criado

Desconfianza, reina de la bolsa

Para intentar comprender el comportamiento de las bolsas uno no puede refugiarse en lo objetivo, en los datos macroeconómicos y en los resultados empresariales. Uno debe ir más allá e intentar averiguar cuál es el sentimiento del mercado y nunca ir en su contra.

Los datos objetivos señalan que las bolsas deberían gozar de una mayor tranquilidad y que el dinero debería apostar por aquellas empresas que obtienen beneficios en el presente y que basan su crecimiento futuro en planes coherentes de expansión y de inversión. Los datos publicados en las últimas semanas, sobre todo los datos de Estados Unidos, indican que la recuperación de la economía está en marcha. Es cierto que esa recuperación es más suave y lenta de lo que muchos esperaban, ya que creían que tras los atentados del 11-S la economía iba a salir de la recesión disparada, con crecimientos del PIB superiores al 5% . No ha sido así. Los datos de ventas de viviendas, de confianza del consumidor, de pedidos a fábrica, de tasa de desempleo... todos apuntan en una misma dirección; crecimiento moderado de la economía, en el entorno del 2-3% para este año.

Bien por los datos y bien por las noticias empresariales. Gigantes como Procter & Gamble o Allianz comienzan a elevar sus previsiones de ventas y de beneficios para el último trimestre del año. Otras compañías se conforman con cumplir sus previsiones tras acometer meses atrás procesos de reestructuración destinados a ahorrar costes, es el caso de Nestlé o de Credit Suisse, y otras, sobre todo la empresas del sector de tecnología y de telecomunicaciones, afrontan un futuro más oscuro porque cometieron excesos en el pasado embarcándose en una política de adquisiciones sin freno y sin precio. Ahora se encuentran con elevadas deudas y con un negocio que no termina de dar los frutos esperados en el tiempo previsto. Es lógico que las bolsas tengan sus dudas y esas dudas llegan del lado empresarial. En cuanto las compañías empiecen a ver un repunte de la demanda y por tanto un repunte de las ventas y de sus beneficios, comenzarán a invertir y las bolsas lo festejarán.

En el mercado hay algo que no se mide y que no se toca pero que hace mucho daño a las acciones. Es la confianza, o mejor dicho, la desconfianza. Desconfianza en la propia bolsa, en los organismos reguladores y en las compañías cotizadas. Primero fue la quiebra del gigante energético Enron; después llegaron los casos de contabilidad creativa de Global Crossing o de K-Mart; recientemente el presidente del conglomerado industrial Tyco abandonó su cargo tras ser acusado de fraude fiscal. Hoy Wall Street desayuna con la detención por parte del FBI del antiguo presidente y consejero delegado de ImClome Systems, Sam Waksal, a quien se acusa de utilizar información privilegiada. Al parecer Waksal vendió acciones de la compañía de biotecnología antes de conocer que uno de sus medicamentos no había superado las pruebas necesarias para ser comercializado y antes de que la empresa se desplomara un 40% este año y más de un 80% en los últimos doce meses.

Todos estos casos despiertan un sentimiento de desconfianza entre los inversores. La desconfianza y la falta de credibilidad son variables que ni se miden ni se tocan, pero que hacen más daño a los mercados que los malos datos macroeconómicos o que los famosos profit-warning (revisión a la baja de las previsiones de beneficios de las compañías). ¿Y qué hacer contra la desconfianza? ¿Cómo luchar contra ella? Si digo que lo sé y que tengo la respuesta, entonces miento.

En Libre Mercado

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