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Jesús Gómez Ruiz

¿Quién pagará los patacones?

La provincia de Buenos Aires, la más importante de Argentina, está en quiebra. Ya no puede pagar a sus empleados ni a sus proveedores con dinero de verdad (si es que al dólar de papel puede llamársele así). Y el gobernador justicialista ha recurrido al manido truco al que todos los gobernantes manirrotos e irresponsables han recurrido desde que el mundo es mundo: el curso forzoso de su propia deuda.

Cuando una empresa quiebra, las consecuencias de esa quiebra no traspasan el umbral de sus proveedores, empleados y acreedores directos, quienes sufren un quebranto más o menos severo, en función de la cuantía de sus intereses en esa empresa. Las autoridades judiciales cesan al equipo gestor y nombran un administrador independiente, que se encarga de liquidar los activos y de pagar a los acreedores la parte que les pudiera corresponder. Si la quiebra es culpable o fraulenta, el juez inhabilita al gestor de la empresa o decreta su ingreso en prisión.

En cambio, cuando un gobierno o una administración pública quiebran, el gestor no cesa, no se liquidan activos ni se paga a los acreedores. En lugar de eso, se les obliga coactivamente a aceptar como pago un reconocimiento de deuda al portador cuya garantía es una mera promesa de una institución que ya ha incumplido sus compromisos. Como entre eso y nada la diferencia es prácticamente nula, el siguiente paso es “convencer” u obligar a todo el mundo a que acepte esas promesas como dinero de curso legal, en igualdad de condiciones con el auténtico dinero. De esta manera, la garantía de los papeles ya no reside en la capacidad de reembolso del emisor, la cual está en función de sus activos y de la recaudación de impuestos, sino en los policías, las pistolas y las cárceles que el emisor tenga a su disposición para imponer el curso forzoso. Las mismas armas, en definitiva, de las que dispone para cobrar impuestos, sólo que en este caso recurre a la "vía ejecutiva" sin pasar antes por el Parlamento y sin agotar la “vía previa”. Y es que aprobar nuevos impuestos por la vía legal y transparente es tan impopular...

El sistema de John Law en la Francia de la Regencia; ochenta años después los asignados de Robespierre, quien cortaba cabezas, no ya por no aceptar su papel, sino sólo por preguntar si a uno le iban a pagar en plata o en asignados; el rublo de Lenin; la hiperinflación alemana, donde no había administración pública ni ayuntamiento que no emitiera su propio marco redescontable en el Reichsbank; todos son ejemplos elocuentes de la negativa de los gobernantes a aceptar la realidad de su mala gestión, así como de su pronta disposición a transferir el fruto de sus errores y sus abusos a terceras personas que nada tenían que ver con sus manejos. Y todos acabaron en estrepitosos fracasos, con una hiperinflación como corolario.

Quienes aún no tengan muy clara la diferencia entre el dinero y las deudas, harían bien en preguntarle a los funcionarios y a los tenderos argentinos por qué prefieren cobrar sus sueldos o efectuar sus ventas en pesos convertibles o en dólares, en lugar de hacerlo en patacones. Si bien es cierto que el dólar es otra deuda, la del Tesoro norteamericano, al menos es una deuda que goza de mucho más crédito que la que pueda emitir la provincia de Buenos Aires, puesto que está respaldada por unas enormes reservas de oro y divisas, además de por la capacidad recaudatoria del propio Tesoro. A la provincia de Buenos Aires sólo le quedan promesas. De momento, pagarán los tenderos y McDonald's, obligados por las circunstancias a "creerse" esas promesas. Sin embargo la experiencia muestra que al final, todo el mundo se ve obligado a "creerlas" tarde o temprano, incluido el banco emisor, el aliviadero donde siempre acaban depositándose los lodos del mal crédito y de las deudas impagadas, principales causantes de las enfermedades y de la muerte de las monedas.

Cavallo y de la Rúa harían bien en poner coto a estas "innovadoras" prácticas si no quieren que cunda el mal ejemplo en el resto de las provincias y que se les vaya de las manos el control del sistema financiero. El precedente de Brasil, con la suspensión de pagos del estado de Minas Gerais previa a la devaluación, es un ejemplo de lo que podría suceder. O los acreedores de la provincia de Buenos Aires (funcionarios principalmente) aceptan la quiebra parcial, condonando parte de la deuda y cobrando por sus servicios menos de lo que venían cobrando si no quieren acabar en la calle, o el ejemplo bonaerense acabará extendiéndose como un cáncer por toda Argentina.

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