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Susana Criado

Crisis de confianza

Los últimos datos publicados en Estados Unidos indican que la recuperación de la economía está en marcha. El paro bajó en enero hasta el 5,6%; el Producto Interior Bruto en el último trimestre de 2001 creció un inesperado 0,2%; la productividad aumentó un 4% entre septiembre y diciembre del año pasado; el consumo de los particulares subió un 5,4% durante el mismo periodo, y además crece la confianza de los consumidores, bajan los inventarios de las empresas .... Las últimas cifras, por tanto, indican que la economía de Estados Unidos sale de la crisis, ¿será una salida en falso? ¿una recuperación, como dicen los expertos, en forma de W? Sea lo que fuere, las bolsas no reaccionan ni a los buenos datos ni tampoco a los mensajes que viene lanzando Alan Greenspan, el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos. En sus dos últimas intervenciones, Greenspan, en un tono tranquilo y ligeramente optimista, señalaba que los bruscos recortes de tipos de interés acometidos desde principios de 2001 y hasta la fecha –en total 11 veces recortó el precio del dinero desde el 6,5% hasta el 1,75% actual– han surtido el efecto esperado, dejando el camino allanado para que se inicie la recuperación de la economía.

Pero ni los mensajes del “todopoderoso” Greenspan ni los buenos datos de la economía norteamericana permiten que la bolsa despegue. ¿Por qué? La respuesta es sencilla: en el mercado falta algo tan importante, tan básico y tan imprescindible como la confianza.

En Wall Street y también en las bolsas europeas se ha desatado una crisis de confianza. El detonante ha sido el caso Enron cuyas ramificaciones llegan ya a la Casa Blanca. El hecho de que la compañía hubiera manipulado las cuentas para ocultar a los inversores su verdadera posición de balance y alterar su cuenta de resultados, y la constatación de que la auditoría externa había sido cómplice activo en este proceso de tergiversación de la realidad ha sacudido la conciencia inversora. Tras Enron llegó la quiebra del gigante de la distribución Kmart, después de que uno de sus principales proveedores cerrase el grifo. Luego vino la de Global Crossing, recomendadísima hasta no hace mucho y una fiel representante de la burbuja tecnológica con un visionario proyecto, que al final ha resultado ser una utopía. Sus consecuencias llegaron a Europa con descalabros en operadoras de telecomunicaciones alternativas como Equant o KPN-Quest y en operadoras altamente endeudadas como Colt Telecom. o Marconi. El último escándalo acaba de llegar con Tyco International; sus acciones se han desplomado como consecuencia de ciertas informaciones que indican que la compañía gastó 8.000 millones de dólares en más de 70 adquisiciones que nunca fueron públicamente anunciadas.

En el mercado hay auténtico pavor a que bajo una superficie de normalidad algunas empresas, bajo la complicidad de las auditoras, pudieran haber estado distorsionando descaradamente su realidad financiera para engañar a sus clientes, sus accionistas, acreedores, proveedores y empleados. A la más mínima señal de que pudiera haber alguna operación financiera poco clara que se haya ocultado en el pasado, los inversores se lanzan a vender las acciones temiendo una repetición del caso Enron. Ventas lógicas si no hay confianza, si no hay credibilidad, si no estamos seguros de la información que a periodistas, analistas e inversores nos facilitan las empresas cotizadas. Ventas que impiden que la bolsa refleje los buenos datos macroeconómicos publicados en los últimos días porque, en el fondo, ¿quién nos dice que son auténticos?.

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