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José María Rotellar

La trampa de los que acusan a la sanidad madrileña de estar infrafinanciada

Desde 2007 hasta el último ejercicio ejecutado, 2019, el presupuesto sanitario de la Comunidad de Madrid se ha elevado en 2.366 millones de euros, que será en ejecución de 2020 por lo menos 1.500 millones más debido a la pandemia.

Desde 2007 hasta el último ejercicio ejecutado, 2019, el presupuesto sanitario de la Comunidad de Madrid se ha elevado en 2.366 millones de euros, que será en ejecución de 2020 por lo menos 1.500 millones más debido a la pandemia.
El consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid en el Isabel Zendal, con el coordinador general del hospital, Fernando Prados. | EFE

Tras las dos primeras semanas de encierro, publiqué en Libre Mercado un artículo que narraba la revolución sanitaria eficiente que supuso la gestión de Esperanza Aguirre al frente de la Comunidad de Madrid, porque era de prever que la izquierda se lanzase a atacar a la Madrid con su mantra de siempre, ante la falta de previsión que el Gobierno de Sánchez tuvo para tomar medidas en enero y evitar la propagación del virus y que nos habrían evitado medidas económicas duras y, sobre todo, tantos fallecimientos, y su mala gestión, tanto sanitaria como económica.

Como era de esperar, acorralados por unas cifras de fallecidos tremendas, que tras Bélgica colocaron a España con el mayor número de muertos por coronavirus por millón de habitantes; tras los fiascos de las compras de material, que o no llegaban o lo hacían de manera defectuosa; tras dejar a la intemperie a los sanitarios, al no dotarlos de los equipos de protección necesarios; tras no hacer test masivos a toda la población, para poder contar con un buen mapa epidemiológico con el que podríamos haber avanzado más seguros; y tras cerrar la economía de la manera que lo hizo Pedro Sánchez, y reabrirla de manera muy lenta, con las constantes restricciones existentes y cambiantes, que terminarán de arruinar a los españoles, la izquierda busca un culpable.

Buscan un culpable y recurren a lo de siempre: la culpa es del centro-derecha, específicamente, del PP, y dentro del PP, de la Comunidad de Madrid, pues no soportan que demuestre que se puede gestionar de otra manera, y en particular de quien transformó la Comunidad de Madrid en los años en los que la gobernó, Esperanza Aguirre, que junto con José María Aznar son las dos obsesiones de la izquierda porque ambos le han plantado cara defendiendo valores y principios y demostrando que la gestión que realizaron era más eficiente que la de los partidos de izquierdas.

Por eso, además de las declaraciones, grupos anónimos de izquierda -aunque seguro que bien teledirigidos por los de siempre- pusieron a circular diferentes vídeos atacando a la sanidad madrileña. No es nada nuevo.

Sin embargo, sí hay un elemento novedoso, que es la comparecencia del pasado martes dos de febrero, según recoge la agencia EFE, del viceconsejero de Salud Pública y Plan Covid-19 de la Comunidad de Madrid, Antonio Zapatero, que cayó en la trampa trazada por la izquierda de siempre, al admitir “el abandono” de la Dirección General de Salud Pública, a la que considera con una infraestructura obsoleta y sin la convocatoria de oposiciones desde el año 2002. Dice el viceconsejero que “entiende el malestar” de los profesionales porque al inicio de la pandemia la Dirección General presentaba “una estructura procedente de los años noventa, mermada durante casi una década”. Con todo el respeto hacia el viceconsejero, cuyos méritos nadie discute en el aspecto sanitario, se equivoca en este caso concreto si compra ese argumento, tan viejo como falso, de la infrafinanciación de la sanidad de la Comunidad de Madrid. Simplemente, no es cierto que eso sea así. Una cosa es que los responsables de la gestión sanitaria en cada momento organicen la estructura de la consejería como crean mejor, y otra que por no tener rango de dirección general se presten peor esas competencias, o que un exceso de empleados fuese a mejorar la prestación de los servicios, cosa que no es así.

Lo que tiene que haber es una sólida base sanitaria sobre la que cimentar lo que fue el mayor esfuerzo inversor que hubo nunca en sanidad, como entre 2003 y 2015, al tiempo que la mejora permanente en la gestión de los recursos, como se hizo en ese mismo período. Y sobre ello, lo que también tiene que estar presente es la flexibilidad suficiente como para adaptar los recursos en un momento de emergencia como el que vivimos, que permitió levantar el hospital de campaña de Ifema, que tan bien dirigió el viceconsejero, o el hospital Isabel Zendal, que desahoga la sanidad madrileña en estos momentos.

Debe tener cuidado el viceconsejero en no caer en esa trampa. De los últimos siete consejeros de Sanidad en Madrid, seis de ellos jugaron un papel importante en la mejora de la sanidad madrileña: desde el esfuerzo inversor de Lamela y Güemes, pasando por el importante ejercicio de ganancia de eficiencia en la estructura de Lasquetty, hasta la gestión técnica desde el punto de vista sanitario, como médicos, de Rodríguez y Maldonado. Toda esa eficiencia y buen hacer la ha continuado el actual consejero, Enrique Ruiz Escudero, gran persona y gran profesional. Conviene, por tanto, comprobar bien los datos, en su conjunto, no parcialmente, para no dejarse confundir con los mantras tradicionales de los socialistas y toda la izquierda, que buscan deslucir esos resultados cuando los números corroboran los éxitos logrados. Las matemáticas tienen una gran cualidad: hablan un lenguaje que no se puede interpretar, sino que muestran lo que es.

En primer lugar, veamos qué ha sucedido en la sanidad madrileña todos estos años de Gobierno del PP desde la recepción de las competencias en materia sanitaria, año 2002, que en gestión se corresponde prácticamente con la llegada de Aguirre a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Así, en su primera legislatura en Madrid, se gozaba de la parte alcista del ciclo económico, Aguirre invirtió fuertemente en las grandes infraestructuras: Educación, Servicios Sociales, Transporte y, sobre todo, en Sanidad. Es verdad que el exceso de ingresos podría haberse destinado a reducir deuda, pero con una población que había crecido un millón y medio en pocos años, era imprescindible dotar de las infraestructuras adecuadas que permitiesen que no colapsasen los servicios públicos, y en esas circunstancias, mejor hacerlo en los momentos de mayor desahogo económico.

Por eso, en dicho período inicial (2003-2007), se llevó a cabo buena parte de la gran extensión de la sanidad madrileña: el esfuerzo presupuestario se incrementó en alrededor de 1.000 millones de euros, los hospitales públicos pasaron de 25, al ser transferidas las competencias de Sanidad, a 33, el número de recetas aumentó en casi 12,5 millones, las consultas de atención especializada aumentaron en un millón y los profesionales sanitarios colegiados se incrementaron en casi 9.000.

No obstante, y pese a entrar en 2007 en la anterior y dura crisis económica, Madrid eliminó gastos superfluos y centró todo su esfuerzo presupuestario en Sanidad: mientras el presupuesto total descendía, el porcentaje del peso de Sanidad sobre el total aumentaba. Así, si en 2007, inicio de la crisis, el peso de la sanidad sobre todo el presupuesto madrileño era del 40,1%, al finalizar la misma, en 2015, se había elevado hasta el 48,9%.

Es más, desde 2007 hasta el último ejercicio ejecutado, 2019, el presupuesto sanitario de la Comunidad de Madrid se ha elevado en 2.366 millones de euros, que será en ejecución de 2020 por lo menos 1.500 millones más debido a la pandemia.

Eso muestra que pese a la dura crisis económica que España atravesó entre 2007 y 2015, el gasto sanitario siempre fue prioritario. Si en 2007 había ocho nuevos hospitales, en 2015 -ya en el mandato de Ignacio González- llegaron a ser doce los hospitales nuevos abiertos por Madrid. La sanidad fue lo que se priorizó en el presupuesto, igual que en la actual pandemia.

Esos doce nuevos hospitales son los que han hecho posible que, pese al colapso provocado por el coronavirus, pueda haberse atendido adecuadamente a los pacientes hasta que llegase el refuerzo del hospital de campaña instalado en Ifema. Son doce hospitales que han salvado, salvan y salvarán muchas vidas, miles de vidas. Y cada vida es un tesoro.

De la misma manera, en todo el período de la era de Aguirre, que después continuó Ignacio González, aumentó el número de médicos en 3.300, desmintiendo otras de las falsedades esgrimidas ahora por quienes quieren tapar incompetencias propias o de sus allegados políticos. Esos 3.300 médicos adicionales constituyen unos recursos humanos imprescindibles para luchar contra esta enfermedad y cualquier otra a la que nos enfrentemos. Además, la red asistencial sanitaria aumentó en noventa sus centros de salud, reforzando, así, los centros de atención primaria y especializada.

Es más, si analizamos el número de médicos en establecimientos sanitarios con régimen de internado, vemos cómo evolucionan desde 10.393 en 1995 hasta 20.858 en 2015, al final de la crisis.

Y si comparamos 2010 con la actualidad, podemos observar cómo se ha incrementado el personal sanitario desde entonces, contrariamente a lo que dice la izquierda.

Así, sus sucesores siguieron el camino marcado por Aguirre al reforzar la sanidad madrileña, de manera que el número de sanitarios ha alcanzado los 80.200, el presupuesto sigue representando, como con Aguirre, casi la mitad del gasto madrileño y el esfuerzo que se ha hecho para afrontar la pandemia pasa por el incremento de 6.000 efectivos en la sanidad, 1.000 camas más de UCI’s o UVI’s y 6.000 camas adicionales, más el mencionado hospital de campaña y, ahora, el hospital de pandemias.

No, no se ha recortado la sanidad en Madrid ni dejado abandonada, sino que se consiguió que la sanidad madrileña se situase entre las mejores del mundo y se recuperó el gasto sanitario a nivel nacional. No se recortó el número de médicos, sino que se aumentó. No se recortó el número de hospitales en Madrid, sino que se construyeron uno por año de mandato de las legislaturas entre 2003 y 2015. Se amplió la sanidad, se modernizó, se extendió. La situación ha sido dramática en esta crisis del coronavirus, pero sin el impulsó dado entre 2003 y 2015 por Esperanza Aguirre e Ignacio González y sin ser continuado ahora por Isabel Díaz Ayuso, sería mucho peor. El mantra de la izquierda continuará, pero los datos que demuestran lo contrario son claros y están ahí. Por eso, es importante que nadie se deje arrastrar por el error.

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