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José María Rotellar

Libertad o comunismo (V): la Sanidad

Los socialistas y toda la izquierda pueden insistir, una y otra vez, en decir que el PP ha privatizado la sanidad, que ha eliminado recursos del sistema, que ha recortado inversiones, pero los números los desmienten.

Los socialistas y toda la izquierda pueden insistir, una y otra vez, en decir que el PP ha privatizado la sanidad, que ha eliminado recursos del sistema, que ha recortado inversiones, pero los números los desmienten.
Pablo Iglesias | EFE

En este nuevo artículo de esta serie, podremos analizar el desarrollo sin parangón que ha tenido la sanidad madrileña desde que las competencias fueron transferidas a la región capitalina. La izquierda suele repetir, una y otra vez, que no se le dedican recursos suficientes, que se desmantela y que se privatiza. Son falsedades que quedarán al descubierto con los datos aportados aquí y que, en cualquier caso, tras su lectura los ciudadanos podrán sacar sus propias conclusiones.

En las elecciones del cuatro de mayo, los madrileños se juegan mucho, también el seguir contando con la sanidad más eficiente, más puntera y con mejor atención de España y, posiblemente, de Europa., que es la impulsada por las políticas liberal-conservadoras desde que se traspasaron las competencias. Se juegan la elasticidad de la sanidad en la región, que le permite responder con agilidad a las necesidades de cada momento, primero con el hospital de campaña de Ifema y después con el Zendal. Eso supone jugarse el seguir teniendo una elevadísima capacidad hospitalaria, que permite, por la mejor inversión sanitaria madrileña, tratar a más pacientes y de enfermedades más graves si fuere necesario, y no colapsar, o apostar por el modelo de Gabilondo e Iglesias, que resulta un modelo con menos recursos, como podemos comprobar con Castilla-La Mancha o con Asturias, que se saturan en cuanto asciende algo el número de contagios.

Tras las dos primeras semanas de encierro, publiqué en Libre Mercado un artículo que narraba la revolución sanitaria eficiente que supuso la gestión de Esperanza Aguirre al frente de la Comunidad de Madrid, porque era de prever que la izquierda se lanzase a atacar a la Comunidad de Madrid con su mantra de siempre, ante la falta de previsión que el Gobierno de Sánchez tuvo para tomar medidas en enero y evitar la propagación del virus y que nos habrían evitado medidas económicas duras y, sobre todo, tantos fallecimientos, y su mala gestión, tanto sanitaria como económica.

Posteriormente, insistí para recordar el esfuerzo en materia sanitaria y hospitalaria que lleva a cabo Madrid en su inversión en Sanidad. Sin embargo, el intervencionismo no deja de decir que Madrid no cuenta con buenos servicios sanitarios porque rebaja impuestos.

Como era de esperar, acorralados por unas cifras de fallecidos tremendas; tras los fiascos de las compras de material, que o no llegaban o lo hacían de manera defectuosa; tras dejar a la intemperie a los sanitarios, al no dotarlos de los equipos de protección necesarios; tras no hacer test masivos a toda la población, para poder contar con un buen mapa epidemiológico con el que avanzar más seguros; tras cerrar la economía de la manera que lo hizo Sánchez, y reabrirla de manera muy lenta, que está arruinando a los españoles; y tras declarar la derrota del virus para, luego, desistir de sus obligaciones, han buscado un culpable, seleccionando a Madrid, que redoblan sucia y bochornosamente en esta precampaña electoral inventándose porcentajes de más fallecidos en Madrid que hasta desmiente Fernando Simón.

Los socialistas y toda la izquierda pueden insistir, una y otra vez, en decir que el PP ha privatizado la sanidad, que ha eliminado recursos del sistema, que ha recortado inversiones, pero los números los desmienten. Las matemáticas tienen una gran cualidad: hablan un lenguaje que no se puede interpretar, sino que muestran lo que es.

¿Qué ha sucedido en la sanidad madrileña?

En primer lugar, veamos qué ha sucedido en la sanidad madrileña todos estos años de Gobierno del PP desde la recepción de las competencias en materia sanitaria, año 2002, que en gestión se corresponde prácticamente con la llegada de Aguirre a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Así, en su primera legislatura en Madrid, se gozaba de la parte alcista del ciclo económico, Aguirre invirtió fuertemente en las grandes infraestructuras: Educación, Servicios Sociales, Transporte y, sobre todo, en Sanidad. Es verdad que el exceso de ingresos podría haberse destinado a reducir deuda, pero con una población que había crecido un millón y medio en pocos años, era imprescindible dotar de las infraestructuras adecuadas que permitiesen que no colapsasen los servicios públicos, y en esas circunstancias, mejor hacerlo en los momentos de mayor desahogo económico.

Por eso, en dicho período inicial (2003-2007), se llevó a cabo buena parte de la gran extensión de la sanidad madrileña: el esfuerzo presupuestario se incrementó en alrededor de 1.000 millones de euros, los hospitales públicos pasaron de 25, al ser transferidas las competencias de Sanidad, a 33, el número de recetas aumentó en casi 12,5 millones, las consultas de atención especializada aumentaron en un millón y los profesionales sanitarios colegiados se incrementaron en casi 9.000.

No obstante, y pese a entrar en 2007 en la anterior y dura crisis económica, Madrid eliminó gastos superfluos y centró todo su esfuerzo presupuestario en Sanidad: mientras el presupuesto total descendía, el porcentaje del peso de Sanidad sobre el total aumentaba. Así, si en 2007, inicio de la crisis, el peso de la sanidad sobre todo el presupuesto madrileño era del 40,1%, al finalizar la misma, en 2015, se había elevado hasta el 48,9%.

Es más, desde 2007 hasta el último ejercicio ejecutado, 2019, el presupuesto sanitario de la Comunidad de Madrid se ha elevado en 2.366 millones de euros.

Eso muestra que pese a la dura crisis económica que España atravesó entre 2007 y 2015, el gasto sanitario siempre fue prioritario. Si en 2007 había ocho nuevos hospitales, en 2015 -ya en el mandato de Ignacio González- llegaron a ser doce los hospitales nuevos abiertos por Madrid.

Esos doce nuevos hospitales son los que han hecho posible que, pese al colapso provocado por el coronavirus, se pudiese atender adecuadamente a los pacientes hasta que llegó el refuerzo del hospital de campaña instalado en Ifema y, posteriormente, el Zendal. Son doce hospitales que han salvado, salvan y salvarán muchas vidas, miles de vidas. Y cada vida es un tesoro. Hospitales al que se le une el nuevo levantado en Valdebebas, ya mencionado, que permite liberar camas del resto de hospitales, para que estos últimos puedan recuperar toda la agilidad de su actividad también en el resto de patologías.

De la misma manera, en todo el período de la era de Aguirre, que después continuó Ignacio González, aumentó el número de médicos en 3.300, desmintiendo otras de las falsedades esgrimidas ahora por quienes quieren tapar incompetencias propias o de sus allegados políticos. Esos 3.300 médicos  adicionales constituyen unos recursos humanos imprescindibles para luchar contra esta enfermedad y cualquier otra a la que nos enfrentemos. Además, la red asistencial sanitaria aumentó en noventa sus centros de salud, reforzando, así, los centros de atención primaria y especializada.

Es más, si analizamos el número de médicos en establecimientos sanitarios con régimen de internado, vemos cómo evolucionan desde 10.393 en 1995 hasta 20.858 en 2015, al final de la crisis.

Y si comparamos 2010 con la actualidad, podemos observar cómo se ha incrementado el personal sanitario desde entonces, contrariamente a lo que dice la izquierda.

Como culminación de todo ello, Madrid -ya con Ignacio González como presidente de la Comunidad de Madrid, dentro del mismo proyecto de Aguirre- inició una gran reforma sanitaria en 2013. Esa reforma sanitaria que impulsó la Comunidad de Madrid, paralizada políticamente aprovechando un defecto de forma o error material que se iba a subsanar, tenía su base en una búsqueda de la mejora de la eficiencia para lograr unos ahorros de costes que permitían mantener la misma prestación de servicios, a la misma población y sin que los pacientes tuviesen que pagar nada por recibir dichos servicios.

Al fin y al cabo, no era más que la aplicación de una de las posibilidades que da la teoría de la elección pública a la hora de decidir cómo gestionar y producir los bienes públicos, donde la disyuntiva se encuentra en si los produce el sector público directamente, o el sector privado, siempre bajo la financiación y provisión pública de dichos bienes, que son y seguirán siendo públicos.

Por tanto, a la hora de tomar esta decisión, la Comunidad de Madrid y, concretamente, la Consejería de Sanidad, se basó en el análisis de comparación entre los distintos modelos de gestión, tanto desde el punto de vista del coste, como desde el punto de vista del servicio, con la premisa de no menoscabar ni un ápice el servicio ni la cobertura del mismo, pero abaratando el coste.

Y esa decisión la pudo tomar la Consejería de Sanidad con fundamento, porque en la Comunidad de Madrid se contaba con los dos modelos de gestión: el público directo y la externalización del servicio, todo ello manteniendo el servicio público y la financiación pública.

En definitiva, lo que se pretendía era ahorrar fondos a los ciudadanos, que financian la Sanidad y otros servicios con sus impuestos, sin disminuir en nada ni la calidad ni la cantidad de prestaciones sanitarias, para poder emplearlos en incrementar los servicios sanitarios. Es decir, se trataba de hacer más con los mismos recursos, de ser más eficientes para poder prestar más servicios. No eran recortes ni privatización, como siempre repite el mantra de la izquierda. Se trataba, en definitiva, de garantizar y mejorar la sostenibilidad del Sistema Sanitario, de la excelente sanidad madrileña de la que gozan los ciudadanos, de asegurar que se iba a poder seguir prestando en el futuro.

A los ciudadanos les es indiferente quién prepara la comida, quién realiza la labor de lavandería o si la gestión del hospital la realiza directamente la Comunidad de Madrid, el sector público, o si la realiza una empresa a la que se le encarga la prestación del servicio.

Lo que los ciudadanos quieren es poder seguir gozando de los mismos servicios, con la misma calidad, que lo que pagan con sus impuestos dé sus frutos en forma de unos servicios excelentes, como lo es la sanidad madrileña, y que los sigan atendiendo a todos. Y, precisamente, esta reforma sanitaria es lo que garantizaba: que gracias a los ahorros que se conseguirían por la vía de la eficiencia, este sistema sanitario sería viable y podrían seguir disfrutando de él todos los madrileños de manera reforzada. Tan sencillo como eso. Ésa era la realidad de la reforma.

Es falso que la sanidad le cueste más por ello a Madrid, como dice la izquierda, y que la atención sea peor debido a la externalización. Todo lo contrario: los datos son los que muestran cómo la externalización de la gestión de este servicio público consigue importantes ahorros sin menoscabo en lo más mínimo del servicio sanitario que reciben los madrileños. Esa comparación se puede realizar, como hemos dicho antes, gracias a que Madrid cuenta tanto con hospitales con gestión directa pública como con hospitales que ya tienen externalizada dicha gestión.

Así, para poder realizar una comparación homogénea y ortodoxa, debemos considerar dos hospitales comparables, con similar tamaño, similar cartera de servicios y similar tramo de población, uno de cada modelo de gestión.

Un hospital con los servicios externalizados, sistema que se pretendía extender, en la reforma, a seis hospitales, es el hospital Infanta Elena de Valdemoro. Un hospital comparable con gestión pública directa era uno en los que su gestión se iba a externalizar para ahorrar costes sin menoscabo de los servicios, el hospital del Tajo. Ambos hospitales tienen un tamaño similar, con una población semejante –algo mayor el externalizado- e idéntica cartera de servicios.

El ahorro en gasto sanitario es de 18 millones de euros al año gracias a la externalización.

El ahorro en coste per cápita asistencial de los pacientes es de 459 euros al año gracias a la externalización.

El número de personas que se pueden atender en el hospital externalizado con el coste del hospital no externalizado es del doble (es decir, el menor coste del externalizado permite atender al doble de pacientes por el mismo coste):

El servicio externalizado mejora la atención, ya buena de por sí, de los no externalizados, de manera que las reclamaciones por 10.000 habitantes bajan de 22 a 3.

Y no hay menor satisfacción por parte de los pacientes, sino todavía mejor, al pasar de un 93% en el hospital no externalizado al 95% en el externalizado.

Sus sucesores siguieron el camino marcado por Aguirre al reforzar la sanidad madrileña, de manera que el número de sanitarios ha alcanzado los 80.200, el presupuesto sigue representando, como con Aguirre, casi la mitad del gasto madrileño y el esfuerzo que se ha hecho para afrontar la pandemia pasa por el incremento de 6.000 efectivos en la sanidad, 1.000 camas más de UCI’s o UVI’s y 6.000 camas adicionales que tuvo el mencionado hospital de campaña, con la consolidación de la capacidad hospitalaria del nuevo hospital de pandemias.

Estas políticas liberales aplicadas han conseguido que la sanidad madrileña se sitúe entre las mejores del mundo y se recuperó el gasto sanitario a nivel nacional; permiten que se haya aumentado el número de médicos; que se construyese un hospital por año de mandato de las legislaturas entre 2003 y 2015, reforzándolo ahora con el Zendal. Con estas políticas liberal-conservadoras, se ha ampliado la sanidad, se ha modernizado, se ha extendido. La izquierda, y el comunismo en particular, quieren acabar con ese planteamiento, de manera que con sus postulados ya sabemos dónde iríamos: a una sanidad con menos hospitales, menos médicos, centros peor mantenidos y mayor lista de espera. La situación ha sido dramática en esta crisis del coronavirus, pero sin las políticas liberal-conservadoras aplicadas y sin haber recuperado la inversión en sanidad a nivel nacional entre 2011 y 2018, bajo los gobiernos del centro-derecha, sería mucho peor. Y si ha sido posible contar con esos mejores servicios se debe a una mayor actividad económica derivada de unos impuestos bajos, los que ahora el Gobierno de la nación quiere impedir en Madrid, que ha procurado una mayor recaudación y una mejor cobertura de los servicios esenciales.

El mantra de la izquierda continuará, pero los datos que demuestran lo contrario son claros y están ahí. Por eso, Madrid no ha colapsado sanitariamente en las sucesivas oleadas de la enfermedad, mientras que otras regiones, como Asturias, con menos casos han visto cómo se desbordaba su sanidad. Lo más importante no es gastar mucho por persona, sino gastar eficientemente, como demuestran los datos. Los madrileños se juegan en esto algo esencial: la calidad de su sanidad. Los electores tienen, por tanto, que elegir, si quieren continuar con esta magnífica sanidad o si quieren que se apliquen las viejas recetas comunistas, que los resultados muestran como francamente ineficientes también desde el punto de vista sanitario.

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