A pesar de que el precio de la electricidad lleva desde enero anotándose récords históricos y copando los titulares de la prensa, no ha sido hasta ahora que el Gobierno se ha dignado mover un dedo para intentar abaratarlo. En efecto, el Ejecutivo social-comunista ha tardado cinco meses en decidirse a bajar del 21 al 10% el IVA de un bien básico como es la luz, en plena escalada de precios.
Al igual que sucedió con las mascarillas, en todo este tiempo la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, se ha hartado de dar vergüenza mintiendo que desde Bruselas se impedía tocar el IVA de la luz. Y con esa patraña como base ha seguido esquilmando a los consumidores en momentos especialmente difíciles para tantos de ellos.
Personajes como el descalificable Pablo Echenique, que en enero se mostraba totalmente contrario a bajar el IVA, pese a que Podemos lo llevaba en su programa, no han hecho más que cebar la farsa. En plena ola de frío, el podemarra justificaba su negativa diciendo que la rebaja del IVA era una "propuesta de derechas" que "no le cuesta ni un euro a las eléctricas y reduce los ingresos del Estado". Semejante basura argumental le vino muy bien a Hacienda para seguir en sus trece y recaudar, en el entretanto, y con la tremenda Filomena de por medio, nada menos que 1.000 millones de euros.
Pero Montero y sus semejantes no van a dejar de escandalizarnos. Existe otra partida que le va a reportar pingües beneficios a Hacienda y le va a servir para compensar pérdidas por lo anterior. Se trata de los derechos de emisión de CO2, una tasa a las empresas contaminantes que acaban costeando los contribuyentes en el precio de la energía. A día de hoy, su precio se ha duplicado, lo que le va a generar un extra al Gobierno de 1.225 millones de euros.
Resulta que esta cuantía adicional es prácticamente idéntica a los 1.257 millones que dejará de ingresar Hacienda con la referida rebaja, por lo que la recaudación va a ser la misma o incluso podría aumentar. Se trata de un negocio redondo para la propaganda sanchista, porque mientras públicamente aparentan socorrer al contribuyente, la realidad es que es éste acabará pagando lo mismo en su factura, pero por otro concepto. La bajada el IVA de la luz no solo es tardía, efímera y no universal, sino que trae oculto otro aumento de la fiscalidad debido al desbarre ecologista.
Urge acometer una reforma en profundidad del sistema y liberalizarlo por completo para que el precio de la electricidad no se vea letalmente perturbado por impuestos desorbitados y subvenciones injustas e inmorales, sino que sean los clientes quienes decidan en buena medida qué tipo de energía quieren consumir y qué precio están dispuestos a pagar por ella.