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Domingo Soriano

Las cuatro frases más peligrosas que un país puede repetirse

Uno mira las cifras de Irlanda, Singapur, Argentina o Grecia y debe asumir que cualquier pronóstico (bueno o malo) sobre la España de 2050 es absurdo.

Uno mira las cifras de Irlanda, Singapur, Argentina o Grecia y debe asumir que cualquier pronóstico (bueno o malo) sobre la España de 2050 es absurdo.
Protesta en Lima contra el Gobierno de Castillo | Kevin Limbher Vega Tinta / Media / Cordon Press

¿Qué tienen que ver las cuentas nocionales suecas con Nicolás Maduro? ¿Y el plan de reconstrucción de la UE con la nueva constitución chilena?

Sí, las preguntas parecen raras. Pero en agosto salen artículos así. El año pasado, empezábamos hablando de los tigres asiáticos, de los nuevos mapamundis o de las notas de PISA y terminábamos en las virtudes burguesas, los campesinos de la Edad Media y las ciudades del norte de Italia. Este verano, la columna random me salta rebuscando datos de PIB per cápita en Our World in Data, la mejor página sobre estadísticas que este redactor conoce.

Son de ese tipo de cifras y comparaciones que uno a veces ha citado de forma aproximada, aunque no siempre asumimos todas sus implicaciones. En este caso, a mí me recuerdan las cuatro frases más peligrosas que una sociedad puede repetirse. Y con las que en España nos encanta convencernos a nosotros mismos.

1 - "No puede pasar aquí"

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Our World in Data

En 1983, Venezuela todavía era más rica que Irlanda: 14.144 dólares por habitante vs 13.931 dólares [para este artículo, usaremos los datos de PIB per cápita en dólares internacionales de 2011 de Madison Project Database 2020].

Y los venezolanos de clase media pensaban que su país estaba inmunizado contra la tentación populista que veían extenderse por otras regiones del continente. Quizás los irlandeses de comienzos de los 80 también asumían que el nivel de vida de suizos, alemanes u holandeses era algo marciano y que ellos estaban condenados a seguir siendo el pariente pobre de los británicos, el país que mandaba a sus jóvenes a EEUU o Canadá cuando las cosas se ponían feas.

En 2018, último año con cifras, Irlanda ya estaba por los 65.000 dólares por habitante y Venezuela, tras perder más de un 50% de PIB per cápita desde 2013, apenas superaba los 10.000 dólares.

2 - "Este país es así"

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Our World in Data

En 1979, Argentina (13.114 dólares pc) era más rica que Singapur (12.521 dólares pc). Es cierto que, como vemos en el gráfico, la línea de uno era plana desde hacía varias décadas y la del otro ya apuntaba a las alturas, pero incluso así llama la atención la comparación con el que ahora mismo es uno de los países más ricos del mundo (68.042 dólares por los 18.556 dólares de Argentina).

¿Cómo "eran" esos países hace cuatro-cinco décadas? Pues los argentinos podían decir que su país era un "exportador" integrado en los mercados mundiales, que formaba parte de los "países occidentales avanzados y con clase media" y que Buenos Aires era una ciudad cosmopolita, uno de los centros de la cultura del hemisferio occidental.

Mientras, Singapur formaba parte de una de las regiones más pobres del planeta (hasta finales los 70, el hambre fue un problema asiático más que africano) y lo más destacable en su historia reciente era su condición de excolonia, algo que te condena a la pobreza y la dependencia según el relato oficial.

3 – "La culpa es de..."

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Our World in Data

En 1985, México (9.785 dólares pc) era más rico que Corea del Sur (8.859 dólares).

Puestos a repartir culpas, los mejicanos pueden mirar a España o EEUU, esta semana su presidente lo ha vuelto a hacer con motivo del quinto centenario de la conquista de Hernán Cortés. Pero los coreanos tampoco lo tenían mal: los japoneses que les habían invadido unas décadas antes; los chinos que con sus productos baratos les hacían complicada la competencia en los mercados internacionales; Corea del Norte que les obligaba a un gasto militar muy por encima del de otros países; y tampoco ayudaba la cercanía de la URSS... Si querían buscar excusas para su atraso, había posibles culpables por todos lados. Y sí, 35 años después, podrían seguir mirándose el ombligo y señalando a sus vecinos.

4 – "Ahora ya es tarde, el futuro pertenece a..."

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Our World in Data

En 1991, Grecia (16.410 dólares) tenía una renta per cápita más del doble de la polaca (7.626 dólares). Además, el país heleno, miembro de la UE desde hacía dos décadas, se encaminaba a ser uno de los fundadores de la moneda única. Si hubiéramos pedido a alguien que comparase su situación en aquel momento con la irlandesa, probablemente no habría encontrado muchas diferencias.

Enfrente, Polonia salía devastada del comunismo. Sin ninguna industria competitiva, afrontaba una enorme fuga de talento, pues sus jóvenes buscaban en el oeste las oportunidades que su país no era capaz de ofrecerles.

En 2018, el PIB per cápita polaco era un 20% superior al griego.

Los argentinos... y nuestras pensiones

Vuelvo a las pensiones. Y a las advertencias que muchos hemos hecho sobre la insostenibilidad del sistema, del coste que habrá que soportar entre 2040-2060, de los peligros de la deuda pública...

Mezclo lo de Irlanda, Singapur, Corea, Argentina o Grecia con las prestaciones de la Seguridad Social porque todas esas advertencias son ciertas y, al mismo tiempo, absurdas. Es verdad que por mucho que se dispare el PIB no vamos a ser capaces de mantener la generosidad del sistema (tasa de sustitución); pero, incluso asi, nuestra posición no será la misma si crecemos al 3-4% de media cada año que si nos movemos en el 0-5-1% (o si terminamos en un proceso de descomposición institucional y económica a la griega).

Pero miremos los años indicados en las cuatro comparaciones anteriores. Estamos hablando de la década de los 80. Es decir, las cifras de este artículo no miran al siglo XIX; sino al momento en el que terminaban sus estudios y se incorporaban al mercado laboral los irlandeses, coreanos, argentinos o mejicanos que ahora tienen 55-60 años y están pensando en jubilarse.

Cuando les decimos a los jóvenes españoles que están más o menos condenados a pagar buena parte de sus salarios para sostener unas prestaciones que ellos no cobrarán (sí cobrarán algo, aunque mucho menos en proporción a sus cotizaciones que sus padres), nos movemos sobre el terreno más resbaladizo posible, el de las proyecciones sobre un futuro que no será cómo nos imaginamos. Cualquier país puede cambiar su suerte en un plazo mucho más corto de lo que sus ciudadanos piensan. Para bien y para mal: recuerden lo que le ocurrió a Reino Unido entre 1950 y 1980, con un colapso que les llevó a ser rescatados por el FMI, y cómo en apenas diez años una mujer excepcional le dio la vuelta a la tortilla.

También es verdad que hemos perdido muchas oportunidades: ¿dónde estaríamos ahora si hubiéramos afrontado, a mediados de los noventa, la reforma de las pensiones que sí se atrevieron a hacer los suecos? Pero regodearse en esas preguntas es la forma más rápida para que el economista caiga en la melancolía. No se hizo y ya no tiene remedio. Ahora la pregunta es qué haremos. Porque podemos ser la nueva Irlanda... pero también la próxima Venezuela. O el próximo Chile: en 20 años veremos dónde está el que hasta hace muy poco parecía único país de Sudamérica inmune a la obsesión suicida del continente. O el próximo Perú: otra lección que no deberíamos olvidar es que el fracaso del vecino casi nunca sirve de advertencia a los votantes (recuerden que "aquí no puede pasar"). Hace diez años, casi todos éramos optimistas respecto de esta región. Ahora lo que vemos, de México a Chile, pasando por Perú, Venezuela o Argentina, y quizás Colombia y Brasil en las próximas elecciones, es que vuelven al poder los que fracasaron una y otra vez en el último medio siglo. Y les miramos con la condescendencia habitual entre los europeos, olvidando que nosotros tenemos a cuatro ministros comunistas en el Gobierno y que Podemos estuvo a no tantos votos de ser la primera fuerza política del país.

A Grecia lo que terminó de condenarla fue la llegada de dinero fácil y barato, tras la instauración del euro y la concesión de los Juegos Olímpicos de 2004. Nosotros ahora tendremos más de 150.000 millones, por obra y gracia del Covid y de nuestros socios europeos. ¿Los usaremos a la polaca o a la griega? En 2051, hablamos.

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