La inflación se desboca cada vez más. El Índice de Precios de Consumo (IPC) subió un 3% en marzo en relación al mes anterior y elevó de golpe su tasa interanual más de dos puntos, hasta la friolera del 9,8%, su valor más alto desde mayo de 1985.
Estos datos, no vistos en 37 años, están poniendo en jaque las finanzas de empresarios y particulares en España, que sufren la erosión de su poder adquisitivo mes a mes. Aunque en el Gobierno se empeñan en achacar la escalada de la inflación a la invasión a Ucrania, la realidad es que los precios ya llevaban disparados muchos meses antes de que Putin comenzara el ataque. De hecho, no hay que olvidar que nuestro país cerró 2021 con un IPC del 6,5%, el nivel más alto en 29 años.
Durante todos estos dramáticos meses, Sánchez y sus ministros no han dudado en quitarle hierro al fenómeno inflacionario que amenaza, sobre todo, a los ahorradores y a las clases medias y bajas del país. Pero no solo la dejadez del Gobierno llama la atención. La hemeroteca evidencia el teatro que hacía, por ejemplo, Irene Montero, cuando estaba en la oposición y fingía que le preocupaba la subida de precios cuando era mínima.
"El IPC llega al 1,1% por la subida de la luz en apenas dos meses (...) Luego se sorprenden de que queramos echarlos y que no vuelvan nunca más" se indignaba la ministra de Igualdad en 2018.
El IPC llega al 1,1% por la subida de la luz en apenas dos meses. Sube más la luz que la pensión, pero esto se arregla ahorrando 1€ del café de cada día, trabajando más y con un plan de pensiones privado. Luego se sorprenden de que queramos echarlos y que no vuelvan nunca más.
— Irene Montero (@IreneMontero) February 27, 2018
Hoy, cuando la inflación sube casi 10 veces más que entones, y cuando es ella misma la está en el Gobierno, la ministra de Igualdad guarda un silencio sepulcral. ¿Hay que echarla? Cabría preguntarse.