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José T. Raga

'Spain is different', otra vez

¿Merecemos los españoles vivir recluidos como nos pintan, en una isla, cuando tanto hemos hablado de las ventajas de la globalización?

¿Merecemos los españoles vivir recluidos como nos pintan, en una isla, cuando tanto hemos hablado de las ventajas de la globalización?
Pedro Sánchez. | EFE

Me van a permitir una declaración preliminar, que no está de sobra cuando quien escribe lleva ya muchas décadas de existencia, a Dios gracias. La declaración se hace eco de un principio: es muy difícil, cuando no imposible, ser políticamente correcto. Sobre todo, cuando estas líneas ven la luz el primer día de abril de 2022, de la mano de quien ya tenía algunos criterios bien cimentados en la década de los sesenta del pasado siglo.

Década como pocas ha habido, por el cambio de rumbo del país, aún en una autocracia, en la que se consiguieron las tasas más elevadas de crecimiento económico –desarrollismo– y la apertura a las instituciones internacionales; resultado, todo, de la sustitución de políticos gobernantes por gobernantes tecnócratas.

La visión externa de una España cerrada, aislada casi por completo del resto del mundo, anticuada en sus costumbres, rudimentaria en su economía y sin afán por la transformación, cambia completamente por un eslogan –debido al ministro Fraga Iribarne– que subraya no lo arcaico de la nación, atesorado tras el fin de la guerra civil, sino la diferencia apreciable de una España moderna que aspira a la apertura, a la libertad y a su entorno europeo y mundial, que comenzaba a hacer realidad una nueva aspiración, un carácter nuevo: la interdependencia.

A estas alturas del año 2022, el principio más avalado universalmente es el de la interdependencia, precisamente, que fragua con la construcción de un mundo global menospreciado por la presunción engreída de un presidente de Gobierno que ensalza como objetivo conseguido el aislamiento de su entorno más próximo –la Unión Europea–.

Es necesario mirar para otro lado cuando se subraya, como logro de nuestra política exterior, la conformación de una España que, junto a Portugal, constituirá una isla, frente al continente formado por los demás países de la Unión. ¿Otra vez el aislamiento, aunque ahora, sin el gobierno que nos sacó del de los años cuarenta y cincuenta? Además, por lo que se dice, y aun tratando de ser indulgente, hablamos de una isla dependiente, pues para no pocos objetivos se precisará la autorización de la metrópoli continental.

Francamente, dónde estamos. Aparte de envueltos en un galimatías de gobierno, nuestro presidente quiere convertir a España en una isla –a modo de ínsula Barataria– gobernada por un Sánchez que, frente al gobernador Sancho, no dispone de un Ingenioso Hidalgo a quien confesar sus penas. ¿Merecemos los españoles vivir recluidos como nos pintan, en una isla, cuando tanto hemos hablado de las ventajas de la globalización? Bien es verdad que lo globalizado han sido las relaciones económicas, pero no las mentes; y menos aún las de quienes nos gobiernan.

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