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Domingo Soriano

La mentira más "insostenible" de la nueva Ley de Educación

Sería un error menospreciar o caricaturizar este lenguaje: como en los temas género, es absurdo, pero al mismo tiempo peligrosísimo.

Sería un error menospreciar o caricaturizar este lenguaje: como en los temas género, es absurdo, pero al mismo tiempo peligrosísimo.
Un alumno de la Facultad de Ciencias económicas de la Universidad CEU San Pablo realiza un examen, el pasado enero. | Europa Press

Decía este mismo viernes Santiago Navajas que "quien domina el lenguaje fija términos, define conceptos, tiene mucho más fácil adueñarse del discurso, imponer prácticas y colonizar mentes". Y tiene razón.

La izquierda hace mucho tiempo que lo sabe. De hecho, diría que es lo único que sabe. Por eso es su principal objetivo. En ocasiones, casi el único. Quieren ganar en esto sí o sí, aunque sea a costa de perder terreno en otro lado. Como los buenos jugadores de ajedrez y los generales con visión estratégica, están dispuestos a sacrificar piezas menores a cambio del dominio del lenguaje. Porque aunque quizás en el corto plazo parece que ceden (tal bajada de impuestos aquí, una medida de ajuste para contentar a Bruselas por allá), en el largo plazo tienen totalmente controlado el centro del tablero. De ahí el éxito de Isabel Díaz Ayuso, Cayetana Álvarez de Toledo o Iván Espinosa de los Monteros; y de ahí la rabia que provocan. No es por lo que proponen (al final, las medidas que plantean, por ejemplo en el ámbito económico, no son tan diferentes a las de otros miembros de la derecha política), es por lo que dicen y cómo lo dicen.

Este sábado, por ejemplo, publicábamos un pequeño resumen para explicar cómo será la enseñanza de la economía en la Lomloe. La tentación es irnos a los títulos del temario, para saber lo que incluirán y lo que no los manuales. Pero lo importante es lo otro, lo que permea todo el texto. Lo que siendo económico no se queda en las asignaturas de Economía. Porque sí, también aquí están dispuestos a ceder en lo trivial (que haya una materia de "Emprendimiento") para avanzar en lo sustancial (que el mensaje principal sea el que ellos quieren).

Pues bien, no hay hay que leer demasiado la Lomloe para saber que ahora la gran batalla es la de la "sostenibilidad". Una simple búsqueda directamente desde la web del BOE nos muestra la magnitud de la obsesión:

  • En el Real Decreto 217/2022, de 29 de marzo, en el que se establecen las enseñanzas mínimas de la ESO, la palabra "sostenible" aparece ¡¡162 veces!! Y "sostenibilidad", en otras 48 ocasiones. En total, 210 menciones en el acumulado.
  • En el Real Decreto 243/2022, de 5 de abril con los contenidos para el Bachillerato, es todavía peor: "sostenible" aparece 146 veces y "sostenibilidad" en 130 ocasiones.

Por supuesto, unas pocas están en los apartados dedicados a la economía; pero la mayoría están diseminadas por el resto del texto: de las ciencias a la historia, todo tiene que ser "sostenible". No exageramos, esto es lo que dice el texto de la ESO sobre lo que deben aprender los alumnos en matemáticas, ciencia, tecnología e ingeniería: "La competencia en tecnología e ingeniería comprende la aplicación de los conocimientos y metodologías propios de las ciencias para transformar nuestra sociedad de acuerdo con las necesidades o deseos de las personas en un marco de seguridad, responsabilidad y sostenibilidad". ¿Sumar con sostenibilidad? Ése es el objetivo.

En este punto, una advertencia: sería un error menospreciarlo o caricaturizarlo. Como el lenguaje de género, que es absurdo, pero al mismo tiempo peligrosísimo. Nos puede hacer gracia... hasta que esa risa se transforma en llanto.

Ni es casualidad ni fruto de una moda. Dicen "sostenible" sabiendo perfectamente que lo dicen y por qué lo dicen.

La izquierda lleva dos siglos y medio con un único objetivo: el poder y el control social. De Rousseau a Piketty, pasando por Marx o Gramsci, todos sus grandes pensadores han tenido siempre la misma idea: un Estado grande y fuerte, poderoso, controlado por ellos y que aplica la ingeniería social a gran escala para crear ese hombre nuevo que traerá el paraíso en la Tierra. La utopía a través de sus órdenes. Algunos, más a lo bruto, como Lenin o Stalin, lo han intentado a fusilazos. Pero los más sutiles decidieron hace ya tiempo usar lo mejor del enemigo en su contra.

Y lo mejor del enemigo (la libertad y el capitalismo) es su extraordinaria capacidad de generación de riqueza. "Para qué", pensaron algunos, "pelearnos con ellos. Es mejor que trabajen para nosotros. Les dejamos producir y luego nos lo quedamos". En eso están.

Para ese objetivo, el mensaje de "lo sostenible" es clave. Porque a pesar de todos sus vaticinios, somos cada vez más ricos y tenemos más bienes a nuestra disposición, mejor tecnología, mejor salud, más esperanza de vida, más comodidades... Recordemos que Marx predijo que el proletariado viviría siempre al borde de la subsistencia, explotado por el malvado capitalista, que se quedaría con la plusvalía de su trabajo y le pagaría sólo el mínimo para que pudiera sobrevivir (aprovechando la competencia entre la mano de obra). Aquel cuento terminó pronto. De hecho, según le escribía Marx ya era mentira, porque los sueldos de los obreros ingleses subieron con fuerza en la segunda mitad del siglo XIX.

El problema es que si somos cada vez más ricos, no les necesitamos tanto a ellos. Eso fue lo que nos dijeron al principio. Algo del tipo: "Nos meteremos en vuestras vidas para protegeros, para igualar las condiciones entre pobres y ricos, para evitar que se aprovechen de vuestra necesidad. Luego, según vayáis siendo autosuficientes en los aspectos materiales, nos iremos retirando del escenario para que os organicéis según vuestras preferencias". En teoría, ésa era la idea. Pero cada vez expanden más su poder, aunque cada vez seamos menos pobres. No es fácil defender el creciente peso del Estado en la economía en una sociedad cada vez más rica (aunque con tasas de crecimiento de esa riqueza cada vez menores; ¿será por casualidad?).

Y aquí entra la "sostenibilidad". Porque no debemos olvidar que no nos pueden dejar solos. Es la excusa perfecta para que toleremos su presupuesto y su presencia. Sí, es cierto que somos cada vez más ricos, que el ingenio humano nos ha llevado a desarrollos tecnológicos que hace unos pocos años no habríamos imaginado, que el mercado nos provee de aquello que necesitamos a precios cada vez menores (desde ropa o muebles, pasando por tecnología o la cesta de la compra). Pero ese crecimiento es "insostenible". De eso va la Agenda 2030. De socialismo: es decir, de poder, de intervencionismo, de ingeniería social. Un poder que estaría menos justificado si no nos creemos este cuento.

Por supuesto, es mentira. En primer lugar, porque nada indica que vivamos en un mundo más irrespirable. De hecho, los países más ricos son también los más respetuosos con el medio ambiente. En realidad, dentro de cada país, cada región-barrio-calle más rica suele ser también la que más protege el entorno. Y es lógico. Nuestros abuelos arrasaban lo que se encontraban (tala de bosques, siembras reiteradas hasta agotar el terreno, viviendas insalubres...) por una mera cuestión de supervivencia. Nosotros podemos permitirnos, gracias a que somos muy ricos, ser verdes.

Enfrente, los países más centralizados, empezando por los del socialismo real, son los que causaron los estragos más devastadores en el entorno. Por la pobreza que generan y porque para construir el paraíso en la Tierra a quién iba a importarle desecar el mar de Aral.

Entonces llega la segunda excusa: el cambio climático. Como lo que podemos ver es evidente que no encaja con ninguno de sus retratos apocalípticos, nos dicen que lo importante es lo que no vemos. Los bosques europeos (los de verdad) cubren cada vez más superficie del continente y están mejor cuidados que nunca. Ésa es la evidencia que nos rodea. Para contrarrestarla, hace falta algo muy grande, inabarcable e imperceptible.

Así, cogemos un dato evidente (que las temperaturas han subido algo más de un grado de media en el último siglo y medio; y que buena parte de ese incremento probablemente se deba a las emisiones de gases de efecto invernadero) para dar un salto mortal retórico mucho más complicado: (1) que ese incremento ha hecho peor la vida en la Tierra; algo que es mentira y de forma muy evidente a poco que miremos a nuestro alrededor; (2) que todo empeorará en las próximas décadas si no hacemos algo.

La realidad es que incluso si nos creemos su "Ciencia", así con mayúsculas, nada parece "insostenible". ¿1,5 grados más que en la actualidad a finales de siglo? Que por ahí van las predicciones oficiales "si no hacemos nada". Pues bien, eso puede ser un reto, incluso peligroso en algunos aspectos, pero no es "insostenible". Porque lo de no hacer nada es imposible: el ser humano lleva desarrollando nuevas formas de energía, cada vez más limpias y eficientes desde hace dos siglos. Y porque nuestros nietos en 2100 tendrán muchas más herramientas que nosotros para lidiar con aquella realidad.

Ahora quieren meterle a nuestros hijos esa idea en la cabeza, por lo civil y por lo educacional. Para que se sientan mal en cada cosa que hacen. Y para que sea más fácil que acepten la presencia, la intervención y el poder de los salvadores del Planeta.

Curiosamente, nunca dicen nada de lo que es de verdad "insostenible". Ellos. La deuda pública, por ejemplo. O las políticas extraordinarias de los bancos centrales que ya empiezan a mostrar las consecuencias de la irresponsabilidad.

Vuelvo al inicio, al lenguaje. Quitémosles los términos. "Sostenible" es quemar carbón y petróleo. Ninguna otra tecnología ha generado más bienestar que la energía barata. También para el medio ambiente, de forma directa e indirecta: bosques no talados, crecimiento económico que ha permitido dedicar más recursos al cuidado de los recursos naturales, a través del control de plagas...

Tenemos que dar esta batalla: cuando nuestros hijos nos digan que en el colegio les han dicho que las fábricas son malas (el mío vino a casa, con 7 años, con un dibujo en el que había que tachar fábricas y coches cómo símbolos de lo que estaba mal en el planeta), neguemos la mayor. No lo hagamos con la boca pequeña o como pidiendo perdón. ¿Los coches? Buenos para el medio ambiente. ¿Las fábricas? Mejores. Lo poco que contaminan unos y otros se compensa más que de sobra por los males que evitan, que son mucho mayores. ¿El efecto neto del plástico? Ningún material ha salvado más recursos naturales que éste.

"Insostenible" tiene dos acepciones del diccionario: que no se puede mantener en el tiempo y que no se puede defender con razones. Me da igual que cojamos una u otra... aquí lo único "insostenible" son ellos.

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