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Orbán rescata a venezolanos con antepasados húngaros de la dictadura de Maduro: "Me salvaron la vida"

"A las 8 de la noche en Caracas es un deporte extremo salir por algún parque" recuerda uno de los venezolanos que ha huido a Hungría.

"A las 8 de la noche en Caracas es un deporte extremo salir por algún parque" recuerda uno de los venezolanos que ha huido a Hungría.
Ferenc Ortiz en 2016 en Venezuela. | Ferenc Ortiz Nagy

El Gobierno dictatorial de Nicolás Maduro ha sumido a la población venezolana en la miseria, lo que ha llevado a multitud de venezolanos a huir a cualquier parte del mundo, entre ellas, Hungría.

En la elección de este destino influye el plan que el Gobierno de Orbán empezó en 2018 y que costea un año de estancia gratis en el país a todos los venezolanos con algún antepasado húngaro. Los recién llegados cuentan con alojamiento y comida gratis durante un año para poder asentarse en el país. También les ofrecen un curso de un año de inglés y de húngaro y les tramitan los permisos para que puedan trabajar.

Cuando a Ferenc Ortiz Nagy, un abogado de 34 años, le dijeron en 2018 que podía irse gratis de Venezuela a Europa pensó que era "una broma", cuenta a Libre Mercado. Salir de Venezuela es casi imposible y menos en avión. "No está prohibido salir del país, lo prohibitivo es comprar un pasaje aéreo o tener un vehículo. Desde el año 2015, estaba tramitando mi nacionalidad húngara por mi abuelo materno, pero nunca imaginé poder salir de allí", recuerda.

El infierno de vivir en Venezuela

La vida en Venezuela de Ferenc Ortiz era un infierno. "Siendo abogado, emprendedor, estudiante de mi segunda carrera profesional (periodismo) y socio de mi padre en dos empresas, no me alcanzaba para tener una calidad de vida normal. Desde 2007, la situación económica fue en declive y se agravó en el 2013 con la elección de Nicolás Maduro como presidente" cuenta.

En 2018, este abogado ganaba al mes "unos 5 dólares al mes (4,63 euros), por lo que tenía que vender muchos efectos personales para solventar", principalmente, la falta de alimentos. "Elegía cosas dulces de comer para disfrazar el hambre" relata. En la imagen se observa su delgadez.

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Ferenc Ortiz en 2016

"El problema tiene tantas aristas, que no solo se puede reducir al tema económico. La inseguridad, la inestabilidad comercial, la escasez de alimentos, y la persecución política son un combo letal para asfixiar a uno de los países mas ricos del mundo" lamenta.

Tampoco hay que olvidar la gran persecución política si no te identificabas con el partido del Gobierno. "Con el Gobierno de Chávez, un diputado del Gobierno decidió emitir una base de datos con la información de aquellos, que, según ellos, eran enemigos del Gobierno. Yo y mi familia estamos en esa lista. Como consecuencia, estás execrado de todo tema de asistencial estatal. Eres un enemigo, no un ciudadano" cuenta.

"Volví a nacer" en Hungría

Ortiz recuerda su llegada a Hungría. "La llegada fue maravillosa. Fui del primer grupo en llegar bajo esta modalidad. Éramos casi 30 personas, todas de padres o abuelos húngaros. Al llegar al país, fuimos recibidos por los sobrinos de mi abuelo, que después de tantos años del fin de la Segunda Guerra Mundial pudieron ponerle punto y final a una historia tan dolorosa. Hicimos una gran celebración en Hajdúböszörmény, cerca de la ciudad de Debrecen. Fue muy emotivo, entre lágrimas, fotografías y mucho dolor. La Segunda Guerra Mundial, para nosotros, terminó en 2018", relata.

"Mi abuelo fue el único de la familia que fue reclutado para la Guerra. Al llegar los rusos al país, tuvo que huir por las represalias brutales de los soviéticos contra el ejército húngaro" cuenta. El abuelo de Ortiz falleció en Venezuela en 1995.

Actualmente, Ferenc Ortiz Nagy reside en Budapest y trabaja en el Centro de Soporte Técnico de Tecnología de la empresa Cognizant, una multinacional privada de Estados Unidos.

Las diferencias entre residir en un país y otro fueron enormes. "El primer cambio que noté fue con la seguridad personal. Caracas es una de las ciudades más peligrosas del mundo, y ahora me encuentro en la cuarta más segura de Europa (Budapest). Fue un proceso difícil de asimilar. Al principio, caminaba por las calles asustado por la noche, tenía mucho miedo, y ahora ya salgo tranquilamente por la calle sin ningún problema. Ha sido un trauma que superé poco a poco, porque en Caracas, a las 8 de la noche, es un deporte extremo salir por algún parque o plaza", cuenta.

"Luego está el tema de la alimentación. La variedad y calidad de los productos es abismal con lo que se podía conseguir en los supermercados venezolanos. Sumado a esto, que con mi primer trabajo pude fácilmente reponer las cosas básicas que tanta falta me hacían en Caracas: ropa, calzado y alimentos. Sin duda alguna, fue un renacer en todo sentido" asegura. En la siguiente foto se ve el evidente cambio físico.

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Ferenc Ortiz en 2021

El plan se llama "plan de repatriación" y sigue estando en vigor en Hungría. Los solicitantes tienen que presentar en la Casa Húngara en Caracas, que es un Centro Cultural y Social, los documentos que demuestren el origen húngaro de no más de tres generaciones de uno de sus antepasados y podrán viajar al país magiar.

Varios medios de comunicación criticaban que el Gobierno de Orbán acogiera a venezolanos y no a otros refugiados. El exministro Gergely Gulyás respondió que "estamos hablando de húngaros y no consideramos que los húngaros sean inmigrantes", así lo recogía el diario húngaro Index.Hu.

El origen de los húngaros en Venezuela

Después de la Segunda Guerra Mundial, muchos húngaros tuvieron que marcharse de Hungría por miedo a represalias o simplemente por no querer vivir en el comunismo soviético que llegó entre finales de 1945 y durante 1946.

En 1956 y posteriores llegarían más húngaros a Venezuela, ya que después de la Revolución Húngara de 1956 hubo una gran represión en Hungría por parte del Gobierno comunista títere de la URSS.

"Venezuela recibió a mi abuelo con los brazos abiertos, cuando él lo había perdido todo. A mí Hungría me recibió de la misma manera. Llegué con tan solo 100 dólares (92,64 euros) en mi bolsillo, y hoy soy una persona feliz, exitosa. Le debo mi renacer a esta Administración. Nunca lo olvidaré y mi familia tampoco, me salvaron la vida" concluye.

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