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¿Éxito o maquillaje estadístico? Qué nos dicen los datos de la reforma laboral de Yolanda Díaz

Hay demasiadas cuestiones abiertas como para hacer un juicio de valor en estos momentos. Ni los entusiastas ni los críticos tienen más que indicios.

Hay demasiadas cuestiones abiertas como para hacer un juicio de valor en estos momentos. Ni los entusiastas ni los críticos tienen más que indicios.
Yolanda Díaz, este lunes, a su llegada al acto institucional del Senado para conmemorar el LXXII aniversario de la Declaración Schuman. | EFE

La reforma laboral de Yolanda Díaz ya está definitivamente en marcha (tras unos meses de período transitorio). Tras los datos de abril, se ha vuelto a plantear el debate que acompañará a la norma. ¿Éxito o maquillaje? La ministra habló de datos "espectaculares", sobre todo en lo que tiene que ver con el empleo indefinido. La oposición dice que estamos ante un mero maquillaje contable, una cuestión de definición y que lo único que ha ocurrido es que ahorra clasificamos como fijos-discontinuos a los que antes eran temporales. Parecidas condiciones y tiempo en el empleo, pero diferencia estadística (antes iban a la casilla de temporales y ahora lo harán a la de indefinidos).

- ¿Se puede saber ya cuál es la realidad? No. Hay demasiadas cuestiones abiertas como para hacer un juicio de valor en estos momentos. Ni los entusiastas ni los críticos tienen más que indicios. Por una parte, es verdad que suben los indefinidos de todo tipo, como veremos a continuación. Por otra, no lo es menos que estamos ante la primera campaña de verano en la que el sector turístico tiene que lidiar con esta norma. La clave no es tanto si se llama "indefinido" o "temporal", sino la duración del contrato.

De hecho, el éxito de la reforma dependerá de si produce un cambio estructural en las relaciones laborales que vaya más allá de unos días más o menos de duración o del coste de la indemnización. La idea es que los nuevos indefinidos entren en una dinámica más normal (y lo sentimos, no se nos ocurre otro término mejor) en sus empresas. ¿Qué quiere decir esto? Pues desde no comenzar un contrato de trabajo pensando ya en cuándo terminará hasta lo que tiene que ver con la formación, uno de los grandes problemas de los temporales: ni la empresa se gastaba dinero en alguien que se iba a ir en unos meses ni el empleado tenía incentivos a mejorar cuando sabía que su relación laboral tenía un final ya establecido.

- ¿Y tenemos pistas? Sí, pistas sí tenemos. Aquí hay que decir varias cosas. La primera es que los datos no son malos, eso es evidente. También que este año hay muchas distorsiones, desde las que se derivan del fin de la pandemia y que hacen complicada la comparación con ejercicios anteriores, hasta el crecimiento que hemos visto en los últimos meses en el empleo público, que ni es realista ni sostenible.

Lo evidente, por ahora, es que (1) están subiendo el número y el porcentaje de indefinidos. Lo que no sabemos es (2) si la duración final de esos contratos indefinidos será superior o no a la de los antiguos temporales. El pasado viernes, desde Ransdtad nos explicaban que ya antes de la reforma el 40% de los contratos indefinidos tenían una duración inferior a un año. Lo normal ahora es que ese porcentaje se incremente. Habrá que ver hasta qué punto.

De hecho, la clave no es sólo la duración de los contratos en semanas-meses, sino las horas trabajadas. Esto también habrá que mirarlo con atención, porque también se están disparando los contratos a tiempo parcial. Por ejemplo, cuando decimos que las cifras de empleo y afiliación ya han recuperado el nivel pre-pandemia, no podemos obviar que esto esconde un asterisco: las horas trabajadas, que siguen por debajo de los niveles de 2019 en el sector privado, ya que buena parte del empleo nuevo es generado por las administraciones y hay mucho trabajo que no es de jornada completa.

- ¿Cuáles son los datos? Hemos tratado de resumir en esta tabla los datos más relevantes. Los cogemos con pinzas, por todo lo dicho hasta aquí. Lo primero que hicimos fue comparar contratos entre abril de 2019 y 2022 porque nos parecía más lógico tomar cifras en una situación de normalidad (los años 2020 y 2021 fueron una excepción estadística y la comparación no tendría demasiado sentido).

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Como vemos, se dispara el número de contratos fijos (ese 48% que celebraba la ministra), pero en buena parte se debe a que suben con muchísima fuerza tanto los de tiempo parcial (de 48.000 a 175.000) y, sobre todo, los fijos-discontinuos (de apenas 24.000 a casi 240.000). También es cierto que los fijos normales (a tiempo completo) pasan de 103.000 a 285.000, ahí sí sería más lógico que se centrase el mensaje triunfalista del Gobierno.

- ¿Es todo maquillaje estadístico o es todo real? No lo sabemos.

No podremos hacer una valoración hasta que no sepamos (1) cómo de estables son realmente esos 285.000 contratos fijos a tiempo completo y (2) qué condiciones más allá de la fecha de fin tienen los que los firman. ¿Reciben más formación por el hecho de ser indefinidos? ¿Mejoran los sueldos a medio plazo? ¿La productividad se ve beneficiada por la estabilidad? ¿El nuevo empleo indefinido es público o privado? Cuando llegue la próxima crisis, ¿esta condición de indefinido supondrá una protección efectiva? Los mayores costes asociados a este tipo de contratación, ¿retraen la creación de empleo? En la próxima crisis, estos mayores costes de los que hablamos, ¿se llevarán por delante a las empresas que no puedan afrontarlos?

- ¿Cuál es el futuro que desea la ministra? Todos esos contratos indefinidos impulsan una mejora sostenible de la productividad. Las empresas dejan de mirar a esos empleados como un parche para unos meses, un hueco que se rellena siempre con temporales que cambian de nombre, pero no de condiciones. El trabajador deja de pensar que es un precario estructural y empieza a mostrar más interés en consolidar una carrera a medio plazo. Se controla la sangría de empleos que suele acompañar a todas las crisis en España: al ser contratos indefinidos, los empresarios se piensan más los despidos, incluso en momentos de dificultades.

- ¿Cuál es el escenario que dibujan los escépticos? Lo que antes se llamaba temporales ahora se llaman fijos-discontinuos. La realidad (días trabajados a lo largo del año) no cambia. Y tampoco la estabilidad, porque las empresas no sienten el mismo compromiso a largo plazo por este tipo de empleados, a los que sólo tienen en plantilla unos meses en cada ejercicio, que por un indefinido normal. Al hacer muy cara la temporalidad, las empresas contratan menos, por miedo a no ser capaces de adaptarse a las circunstancias cuando vengan mal dadas. La pérdida de flexibilidad asociada a estos mayores costes conduce a un nivel de paro superior, algo que sobre todo se nota en momentos de parón de la actividad económica.

- Tanto si uno es optimista o pesimista respecto a la reforma, ¿se puede decir que hay maquillaje estadístico? Sí. Y es casi inevitable que lo haya.

Lo primero es recordar una obviedad: si queremos eliminar la temporalidad de la estadística, podemos hacerlo mañana. Imponemos un contrato único para todos los trabajadores y ya lo tenemos. Eso sí, tanto los defensores de este tipo de contrato único (en Libre Mercado apoyamos propuestas como la que impulsó hace más de una década Fedea y que luego entró en algún pacto de Gobierno malogrado entre PSOE, Cs y PP)... como decimos, tanto los defensores como los detractores del contrato único deberíamos tener claro que el hecho de que la estadística cambie no significa que lo haga la realidad. Lo importante es la duración real del contrato, sus condiciones, estabilidad, etc.

Hay un principio básico en estadística y economía, la llamada Ley de Goodhart: cuando una medición aparentemente neutral se convierte en un objetivo, sobre todo si es político,... pierde su capacidad informativa. Quizás no toda, pero sí buena parte. El ejemplo más usado es el de las pruebas para medir la calidad de un sistema educativo: en la primera edición, este tipo de pruebas pueden ser muy útiles para saber si una escuela lo hace bien o mal; a partir de la segunda edición, siempre nos queda la duda de si ha subido el nivel educativo o es que los centros están preparándose para el examen (y sólo para el examen).

- ¿Se pueden trampear las cifras del paro? Sí, se puede. De hecho, la forma de contabilizar desempleados en España es muy discutible. Esto ya pasaba antes de la llegada de Yolanda Díaz al Ministerio y seguirá ocurriendo cuando se vaya. También es verdad que no hay una única manera de contar parados.

Para que nos hagamos una idea. En el último mes (abril de 2022) había 4.380.382 personas que figuraban como "demandantes de empleo" en las oficinas de los servicios públicos. ¿Eran todos parados? No como desempleados sólo figuraban 3.022.503. Como vemos, hablamos de casi 1,4 millones de personas que aparecen en una lista, pero no en la otra. Son los llamados "demandantes de empleo no parados"

Quiénes son estos trabajadores (quien quiera más detalles, puede encontrarlos en la Estadística de demandantes de empleo que publica el Ministerio de trabajo):

  • Demandantes de empleo ocupados o con relación laboral: trabajadores con expedientes de regulación de empleo, trabajadores agrarios eventuales, fijos discontinuos...
  • Demandantes de empleo "con disponibilidad limitada": aquellos demandantes sin empleo que indican en su solicitud condiciones especiales de trabajo (ej: sólo a domicilio, teletrabajo, en el extranjero, etc)
  • "Otros" demandantes sin empleo/no ocupados: de trabajo por un período inferior a tres meses, de jornada inferior a 20 horas semanales (a tiempo parcial), estudiantes menores de 25 años o que demandan primer empleo si tienen más de 25 años...

A todos estos (y, como decíamos antes, son muchos) no se les considera parados, desde un punto de vista estadístico, aunque no tienen trabajo y lo están buscando.

En este punto sí que la discusión es más pertinente. Hasta ahora, los fijos-discontinuos eran una cifra relativamente baja, pero con esta reforma pasarán a ser un colectivo numeroso. ¿Es lógico que en los períodos en los que no trabajan no figuren como desempleados? ¿Incluso aunque cobren prestación por desempleo?

Esto ya lo hemos visto en los últimos dos años, durante la pandemia, con los trabajadores en ERTE. Mientras que las horas trabajadas se desplomaban, la estadística del paro no era tan dramática como podría pensarse. Hay algo de cierto (al fin y al cabo tienen una relación laboral en marcha); pero también algo de trampa: si una persona está en casa como un parado, busca empleo como un parado y cobra un subsidio como los parados... parece que SÍ es un parado, incluso aunque expliquemos su realidad en la nota al pie de página. Pues bien, en las cifras oficiales españoles se hace al revés: se cuenta como no parado y explicamos sus peculiaridades en las notas al pie.

En cualquier caso, y asumiendo que quizás no haya una solución única a esta situación, lo que sí parece pertinente es que todos tengamos claro de lo que hablamos.

- ¿Es la reforma que necesita España? La última pregunta es la que más debate político generará. Aquí no responderemos, pero sí haremos dos apuntes. En primer lugar, la reforma no sólo habla de modalidades de contratación. Los otros aspectos (negociación colectiva, costes del despido, posibilidad de descuelgue) son tan o más importantes. Y, por cierto, en algunos de estos temas lo que se hace es consolidar lo aprobado en 2012 por el PP.

En segundo término, incluso si la reforma es positiva, la pregunta que nos debemos hacer es ¿hay alternativas mejores? En términos muy poco técnicos: si el paro baja gracias a la reforma en 200.000 personas... por una parte hay que felicitarse por ello, pero también preguntarnos si podría haber bajado en 500.000 con otra normativa todavía más favorable. Y lo mismo puede decirse de la estabilidad en el empleo o de cualquier otra métrica. El mercado laboral español es un desastre de tal magnitud que empeorar las cosas es complicado. Pero el objetivo no debería ser contener ese desastre, sino acercarnos a lo que funciona en los países europeos con tasas de paro del 4-5-6%. Si ellos pueden, nosotros también deberíamos intentarlo. No olvidemos que aquí estamos medio satisfechos con ese 13-14% de tasa de paro de los últimos trimestres, pero es la cifra más alta de toda Europa; en la mayoría de los países de la UE, el desempleo está por debajo del 6%.

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