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José María Rotellar

Las señales de la industria que alertan del estancamiento de la economía española

Todos los parámetros económicos indican la ralentización de la economía nacional y, entre ellos, es muy significativo el comportamiento de los referidos al sector industrial.

Todos los parámetros económicos indican la ralentización de la economía nacional y, entre ellos, es muy significativo el comportamiento de los referidos al sector industrial.
Fábrica en Córdoba, Andalucía, España. | Alamy

El Gobierno se resiste a aceptar la realidad económica y, lo que es peor, intenta ocultarla con sus comentarios y se mantiene invariable en su equivocada política económica, que intensifica los desequilibrios de la economía española.

Todos los parámetros económicos indican la ralentización de la economía nacional y, entre ellos, es muy significativo el comportamiento de los referidos al sector industrial, tanto en producción como en precios, porque marcan el estancamiento en el que ha entrado la economía nacional.

Por una parte, el Índice de Precios Industriales (IPRI), no sólo ratifica, sino que intensifica el exponencial crecimiento de los precios, en este caso de los precios industriales, al calcular para abril un crecimiento interanual de los mismos de un 45%, cuando en diciembre de 2020, antes del inicio de la pandemia, caía un 1,4% interanual. Se mantiene, así, en las tasas más elevadas desde el inicio de la serie histórica en 1976.

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Ese incremento es persistente desde febrero de 2021, y aunque este último mes haya descendido dos puntos, lo hace a un nivel que resulta insoportable para la industria nacional.

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El incremento de los costes de la energía sigue desbocado, pese a su descenso del último mes, situado en un incremento interanual del 119%; del mismo modo, los bienes intermedios, es decir, aquellos bienes para poder fabricar los bienes finales, suben un 25,6% interanual. Que la energía está influyendo de manera importante es algo obvio, pero el problema es que ya se está transmitiendo a toda la cadena de producción, pues el IPRI sin energía crece un 15,6% interanual, que denota una fuerte presión de los precios industriales incluso sin tener en cuenta el componente energético.

Todo esto está provocando una paralización parcial de la producción de la industria, al no poder soportar dichos costes, con pérdida de competitividad y de mercados. Todo ello, hace disminuir la actividad, poniendo en riesgo el empleo. De esa manera, el Índice de Producción Industrial (IPI), cayó un 0,4% interanual, que recoge esa disminución de actividad en el segundo sector de actividad más importante de nuestra economía.

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Todo este panorama puede causar un impacto muy negativo en la actividad económica y en el empleo, aunque el aumento inflacionista hubiese sido sólo temporal en el corto plazo, pero que, con el impacto concatenado en los temas comentados y la merma de oferta por encarecimiento de componentes tecnológicos y de transporte, parece convertirse en algo más permanente. De hecho, en la EPA del último trimestre el sector industrial es el que más destruye empleo, con 68.100 ocupados menos intertrimestral.

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Este comportamiento de la industria, que, por una parte, reduce su producción ante el exceso de coste y, por otra, adelanta un empeoramiento de expectativas, hace ver, de nuevo, que el riesgo de estanflación es cierto, pues con estos niveles altos y rápidamente crecientes de inflación, la recuperación económica languidece y se estanca. Para evitarlo, necesitamos ortodoxia monetaria, estabilidad presupuestaria -con menos gasto y menos impuestos- y reformas estructurales; de lo contrario, tendremos estancamiento, desempleo elevado y precios altos y la estanflación se habrá apoderado de la economía, al tiempo que los precios industriales se comerán la competitividad de nuestra industria.

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