Si no se da marcha atrás (y se acaba el tiempo para hacerlo), España se quedará sin centrales nucleares en 2035. Así lo establece el calendario de cierre de los reactores españoles que arrancará en 2027 con el apagado de Almaraz y que concluye a mediados de la década de los 30 con el cierre de Vandellós y Trillo.
España ya tiene experiencia en el proceso que comenzará, si nada lo remedia, en cinco años. Están próximas a concluir las operaciones de desmantelamiento de la primera central nuclear española, José Cabrera, en Almonacid de Zorita (Guadalajara). El borrador del Séptimo Plan de Residuos Nucleares, que incluye el calendario de cierre, especifica que la "experiencia acumulada" en este desmantelamiento será "clave para la planificación y ejecución" del resto de clausuras.
El proceso ha sido complejo y ha durado casi dos décadas: las que van desde el día en que se comenzó a enfriar el reactor, el 30 de abril de 2006, hasta ahora, en que, según explica a LD Manuel Ondaro, el jefe de desmantelamiento de José Cabrera, acaban de "finalizar la demolición de los grandes edificios de la instalación" y se prepara la restauración y liberación de los terrenos como paso previo a la "devolución de la titularidad a la empresa propietaria, Naturgy", que se prevé para 2024.
El cierre de José Cabrera, como después el de Garoña, fue polémico. La central, consistente en un reactor de agua a presión PWR, se empezó a construir en julio de 1965 y se puso en funcionamiento en 1968, inaugurando la era nuclear en España. En 1999 logró una prórroga de su actividad hasta 2002 y ese año, el Ministerio de Economía, tras el informe previo del Consejo de Seguridad Nuclear, concedió la última renovación de la Autorización de Explotación hasta el 30 abril de 2006, fecha en que se fijó su parada definitiva. La propietaria, entonces Unión Fenosa, acudió a los tribunales para conseguir retrasar la fecha de cierre a 2008. No lo logró y terminó retirando el recurso.
En ese momento arrancó un complejo proceso industrial asumido por ENRESA, la empresa pública que gestiona los recursos nucleares en España, con el objetivo de "liberar el emplazamiento desde el punto de vista radiológico" y gestionar "adecuadamente" los materiales radiactivos y convencionales. Aunque hay "actividades comunes" a cada desmantelamiento al final, explica, cada uno es diferente y se diseña "un traje a medida de cada central".
En el caso de José Cabrera, arrancó con un proceso preparatorio que consistió, entre otras cosas, en la extracción del combustible gastado. Entre 2010 y 2011, se acometieron, ya bajo la batuta de Enresa, tareas como la retirada de las torres de refrigeración.
Entre 2012 y 2015 se emprendieron los trabajos más complejos, los que "conllevan un mayor riesgo radiológico, de desmontaje y de gestión de materiales". Se retiraron los grandes componentes radiológicos, "uno de los procesos más críticos", entre ellos el generador de vapor y la vasija del reactor, segmentada bajo el agua mediante robots. Son, explica, "las partes más activadas de una central nuclear" que ha dejado de funcionar, junto con el combustible gastado. El ingeniero recuerda "como momento más desafiante" la preparación y el traslado de la vasija a la piscina de combustible. "Otra actividad compleja fue la retirada de la cúpula del edificio de contención, en la que hubo que realizar un buen trabajo de cirugía", recuerda el jefe de desmantelamiento, que destaca que pese a su complejidad se trata de trabajos "perfectamente procedimentados y que se pueden ejecutar con total seguridad".
La última fase, recién terminada, ha sido la demolición los grandes edificios una vez vacíos y descontaminados. Se trata, explican en Enresa, de que "lo que comenzó a funcionar de manera segura deje de funcionar de manera segura". Durante estos años, han trabajado en la central unas 250 personas de media y 140 siguen haciéndolo a día de hoy. En cuanto a los residuos, se han gestionado unas 104.000 toneladas de materiales, de los que entre un 5 y un 10% son radiactivos. Los de muy baja, baja y media actividad se han enviado al centro de almacenamiento de El Cabril, en Córdoba. Mientras, el combustible gastado permanece en el Almacén Temporal Individualizado creado en la propia central, a la espera de que se construya el Almacén Temporal Centralizado, un proyecto enterrado, por el momento, por el Gobierno de Pedro Sánchez.
📍 Termina la demolición del último gran edificio de la central #nuclear José Cabrera.
👉 El Edificio de Turbina, reconvertido en Edificio Auxiliar de Desmantelamiento, ya es historia
Te mostramos un resumen visual del proceso ¡Dale al play! ▶️ #Enresa pic.twitter.com/DoWSes1YEw
— enresa (@Enresa) June 24, 2022
Sin marcha atrás
Enresa, que aún tiene pendiente el desmantelamiento de Santa María de Garoña, tendrá que acometer en el futuro el resto de cierres de las centrales nucleares españolas en un proceso que durará décadas. Aunque con procesos comunes, señala Ondaro, "cada desmantelamiento se adecúa a cada instalación, tecnología y por tanto, los costes también son diferentes". "Es un proceso industrial complejo, en el que la seguridad es primordial. El desmantelamiento de cada central tiene su propio calendario y su propia programación", indica. "Un hecho diferencial, respecto de Zorita, es que las centrales que habrá que desmantelar a partir de esa fecha son centrales de más de 1000 MW de potencia y, por tanto, los sistemas, los edificios, sus dimensiones y cantidades de materiales a gestionar son mucho mayores", destaca el responsable, que vaticina que elementos como estos inciden en el coste y "será superior al que hemos tenido en Zorita".
Una vez comenzado, el proceso será difícilmente reversible: "Una vez realizados determinados trabajos de desmontaje de sistemas y segmentación de grandes componentes, sería inviable poder dar marcha atrás. No conozco que se haya dado este caso en el mundo".