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La okupa que pregunta a sus seguidores si se pone más ácido hialurónico mientras arruina a su excasera

Se presenta como vulnerable, mientras presume de su vida a todo tren. La propietaria vive ahogada en deudas y a base de antidepresivos.

Se presenta como vulnerable, mientras presume de su vida a todo tren. La propietaria vive ahogada en deudas y a base de antidepresivos.
Cristina Olmo y su okupa | Libertad Digital

Mientras la izquierda sigue defendiendo que el aumento de la okupación es un bulo, los casos no dejan de crecer. Tal y como las asociaciones de víctimas se esfuerzan el explicar al Gobierno, en estos momentos, la modalidad más extendida es la denominada inquiokupación -inquilinos que dejan de pagar y se niegan a abandonar la vivienda-, un nuevo fenómeno que no se contabiliza en las estadísticas, puesto que se considera un mero incumplimiento del contrato de arrendamiento, pero que está dejando en la ruina a decenas de propietarios de toda España.

"Estamos totalmente abandonados y ahogados en deudas -lamenta Cristina Olmo, una víctima de Roquetas de Mar-. Y ojo con cortarles la luz, porque es coacción. Y ojo con entrar en tu casa, porque es delito. O sea, que tienes que dejar que te peguen una paliza y no defenderte, porque como te defiendas, te van a dar más todavía".

Esta almeriense lleva un año a merced de su inquiokupa, una mujer que se presentó como una persona vulnerable y honrada, y que ha terminado aprovechándose de ella para vivir una vida de lujo a su costa, mientras Cristina tiene la suya completamente paralizada a expensas de que un juez tome cartas en el asunto. "Yo a mediados de mes ya tengo la cuenta en descubierto y ella, mientras tanto, pregunta a sus seguidores en redes sociales si se pone más ácido hialurónico o no", lamenta mientras nos muestra las imágenes que dan fe de lo que nos cuenta.

Todo tipo de facilidades

Su historia se remonta a septiembre del año pasado. Cristina, recién separada y con un hijo de 4 años, había decidido irse a vivir con sus padres y poner en alquiler su vivienda. Entre los interesados, llamó una mujer igualmente separada que decía ser víctima de violencia de género y tener una hija con autismo, así que no dudó en solidarizarse con ella: "Pensé… Pobrecita. Yo quejándome de mi situación y ella está peor que yo. De hecho, incluso le rebajé él alquiler y le dejé los dos meses de fianza en uno solo".

La inquilina no solo le presentó su contrato de trabajo, sino las nóminas de su padre, que se ofreció como avalista, así que Cristina confió en ella. Los problemas, sin embargo, no tardarían en llegar. "Desde el principio pagaba tarde y siempre tenía que llamarle para pedir el dinero. Empezó pidiendo ayuda a su padre. Después era él el que pagaba el alquiler directamente. Hasta que llegó un día en el que dejó de hacerlo", recuerda angustiada.

Incluso en aquel momento, Cristina quiso pensar bien. "Como siempre tenía problemas para pagar, creía que se iba a ir y se quería cobrar el último mes de fianza, así que le mandé un mensaje y la tranquilicé diciéndole que sabía que estaba en una situación complicada y que no se preocupase, que buscase algo más económico y que yo no le iba a quitar la fianza, pero que lo único que le pedía era que me fuese dejando enseñar el piso a otras personas que estuvieran interesadas, para que lo pudiera alquilar en cuanto se fuera y así no perder más dinero".

Una vida de lujo a su costa

Su sorpresa llegó cuando le dijo que no pensaba marcharse bajo ningún concepto e incluso la amenazó para que no la denunciase: "Me dijo que, si lo hacía, no se iría hasta que la echase un juez y que, teniendo en cuenta lo lenta que es la justicia, cosa de la que claramente se aprovecha toda esta gente, entonces sí que no iba a rascar nada". Fue entonces cuando Cristina descubrió su verdadera cara: "Podría irse a 500 metros, que están los pisos más baratos, pero no. Lo que quiere es vivir en el mejor sitio y seguir disfrutando por la cara de mi ático, que está enfrente de la playa y tiene aire acondicionado, plaza de garaje, pádel, piscina…".

De hecho, una de las cosas que más indignantes le parecen es que se siga aferrando a su supuesta vulnerabilidad, algo que podría retrasar su desahucio "De vulnerable no tiene nada. Si miras sus redes sociales, ves que tiene un entrenador personal, ácido hialurónico en los labios, que se ha ido a Fuerteventura, a Benidorm… Un nivel de vida de lujo absoluto a mi costa".

Arruinada y con antidepresivos

Y todo mientras Cristina -separada, con un niño pequeño y un negocio golpeado por la crisis desatada a raíz de la pandemia del coronavirus- sigue viviendo con sus padres, ahogada en un mar de facturas: las suyas y las de una inquilina que, por si fuera poco, tiene unos gastos de suministros totalmente desorbitados. "El último gasto de luz que tengo es de 190 euros por 15 días. Yo creo que no soy capaz de hacer este gasto ni aun queriendo. Y lo tengo que pagar yo porque si no, a quien meten en la lista de morosos es a mí. Es desesperante", denuncia indignada.

Sin embargo, las económicas no son las únicas consecuencias que Cristina está sufriendo por culpa de su inquilina. "Me paso todo el día con ansiolíticos y antidepresivos -lamenta-. Es imposible sacártelo de la cabeza".

La culpa es del Gobierno

A su juicio, sin embargo, la mayor culpa de la pesadilla en la que está inmersa no la tienen ellos, sino el Gobierno. "Estamos disgregando nuestras fuerzas, porque estamos denunciando a estas personas cuando el que se lo permite y a quien estamos haciendo un favor consintiendo que se alojen en nuestras casas es al Gobierno", advierte Cristina, que denuncia que el Ejecutivo "está convirtiendo nuestras casas en obras sociales".

Y lo peor es que, tal y como denuncia, los beneficiaros son, en la mayor parte de los casos, falsos vulnerables, que se aprovechan de unas leyes injustas, mientras nadie hace nada para remediarlo. De hecho, su inquilina dejó voluntariamente el empleo que tenía en una conocida cadena de supermercados, para irse a trabajar en un pub del que también se acabó yendo. "No quiere que la den de alta para seguir cobrando todas las ayudas que recibe", explica Cristina, que lamenta que "al final, se van a cargar el Estado del bienestar".

"A mí me duele que me esté pasando esto, pero lo que más me duele es que al final se está favoreciendo a personas que no trabajan, que son parásitos, porque realmente están chupando de todas las ayudas sociales que pueden y más, y viviendo una vida de lujo con total impunidad. Y que el Estado les proteja a ellos por encima de a los que estamos pasando fatigas trabajando, pagando nuestras hipotecas y haciendo las cosas bien… Es indignante", advierte con la voz quebrada por la rabia.

Tras sufrirlo en sus propias carnes, Cristina se sumó a la Plataforma de Afectados por la Ocupación, donde se ha dado cuenta de que, lejos de ser único, su caso es más común de lo que parece. Precisamente por eso, lanza una advertencia a todos aquellos que siguen sin ser conscientes de la gran lacra en la que la se ha convertido la inquiokupación en España: "Esta mujer saldrá de mi casa, pero se meterá en otra. Hoy es la mía y mañana será la de otro, así que más vale que dejémonos de derechas e izquierdas y rememos en la misma dirección".

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