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Un propietario denuncia las amenazas de muerte de su inquiokupa: "Si mi familia va a la calle, la tuya muere"

Después de perder más de 20.000 euros y caer en depresión, un joven de Barcelona cuenta su historia atemorizado por lo que le pueda pasar.

Después de perder más de 20.000 euros y caer en depresión, un joven de Barcelona cuenta su historia atemorizado por lo que le pueda pasar.
Víctor, víctima de la inquiokupación | LD

Mientras la izquierda sigue defendiendo que el aumento de la okupación es un bulo, los casos no dejan de crecer. Sobre todo, tal y como denuncian las asociaciones de víctimas, los casos de inquiokupación, aquellos protagonizados por inquilinos que dejan de pagar y se niegan a abandonar la vivienda.

El de Víctor es uno de ellos. Este barcelonés lleva más de dos años y medio atrapado en esta situación por confiar en un hombre que no sólo le ha arruinado la vida, sino que, además, le ha convertido en el blanco de sus amenazas. Arruinado y medicado por culpa de la ansiedad y la depresión que le ha causado este asunto, el joven dice contar su caso para protegerse. "Si mi familia va a la calle, la tuya muere", le han llegado a decir por teléfono.

La pandemia como excusa

Su historia se remonta a finales de 2019. Por aquel entonces, Víctor decidió mudarse más cerca de su familia y poner en alquiler el que hasta entonces había sido su hogar en Barcelona. Tras recibir varias ofertas, le confió su vivienda a un hombre dominicano que trabajaba como asesor contable en una conocida cadena de hoteles lujo. "Pensé que aquello era garantía más que suficiente, y a la vista está que me equivoqué", lamenta.

Él y su pareja entrarían a vivir allí a comienzos del siguiente año. Los tres primeros meses, no hubo problema alguno. Con el inicio de la pandemia del coronavirus, empezó su calvario: "Encontró la excusa perfecta. Me vendió la historia de que no estaba cobrando el ERTE y yo, con bondad, quise ayudarle".

Le dijo que no le importaba que le pagara con retraso o que incluso le pagase menos hasta que empezase a cobrar, pero el tiempo transcurría y los pagos no llegaban. Hasta que, en 2021, fue Víctor el que se quedó en el paro. "Le llamé para decirle que necesitaba el dinero y firmamos un documento en el que se establecían las condiciones de pago, de tal forma que, cada mes, él me pagaría la mensualidad más una parte de la deuda". Su inquilino lo firmó, pero jamás lo cumplió.

Una vida a todo tren

Entre la espada y la pared, y teniendo en cuenta su imperante necesidad, este barcelonés decidió recurrir a una empresa de desokupación. "La Justicia tarda años en resolver estos casos -se justifica- y esta parecía la opción más rápida". La mencionada empresa trató de mediar con él, pero lo único que logró fue destapar sus mentiras.

"Continuaba trabajando en el mismo hotel en el que estaba antes y llevaba una vida a todo lujo: viajes, restaurantes caros y hasta zapatillas de más de 600 euros", denuncia, indignado, mientras nos muestra sus publicaciones en redes sociales donde, entre otras cosas, su hoy inquiokupa presume de unas carísimas Louboutin.

Desesperado, en verano de 2021, decidió recurrir finalmente a la vía judicial, pero, a pesar de haber conseguido una sentencia a su favor, el desalojo sigue hoy sin ejecutarse por culpa de un cambio de abogados de su inquiokupa que —intencionado o no— ha paralizado todo el proceso. A la espera de que se reanude, sin embargo, lo que más le preocupa a Víctor es lo que pueda suceder si se pone fecha a su lanzamiento.

Amenazas de muerte

"Desde que en junio empezó a correr otra vez el plazo para el lanzamiento, no he dejado de recibir amenazas", confiesa atemorizado. La primera, el pasado 8 de junio. "Si mi familia va a la calle, la tuya muere", le dijo una voz con acento dominicano al otro lado del teléfono. La última, el pasado 2 de septiembre: "Ahí ya era él directamente. Me volvió a hablar de llegar a un acuerdo. Yo le respondí que no tenía nada que negociar con él y terminó diciéndome que sabía dónde vivía".

Hasta en tres ocasiones, Víctor ha recurrido a los Mossos para denunciarlo. Sin embargo, asegura que apenas le han hecho caso. "En la primera visita, se me quitaron de encima, diciendo que no tenía pruebas. En la segunda, me pidieron que hiciera de Sherlock Holmes e investigara por mi cuenta y no ha sido hasta la tercera visita cuando he podido poner la denuncia sobre estos hechos", lamenta. Precisamente por eso, recurre a la prensa: "A lo mejor esa denuncia no llega a ningún lado, pero así, al menos, si le sucede algo a mi familia o me sucede algo a mí, la Policía ya sabe por dónde empezar a investigar".

Arruinado y con problemas psicológicos

Su voz da buena cuenta del infierno que lleva a sus espaldas. En estos momentos, lleva más de 15.000 euros perdidos y otros 5.000 gastados en abogados, aunque lo peor, insiste, no es el daño económico. "Esto ha afectado a mi relación de pareja y a mi propia salud mental. He llegado hasta el punto de tener que empezar a medicarme por depresión y ansiedad. Ya no soy ni una sombra de mí mismo", lamenta.

Si todo sigue según lo previsto, su caso tendría que quedar zanjado este mismo mes, pero, al margen de que en estos casos siempre hay sorpresas de última hora, Víctor se siente en la obligación de contar su calvario para sensibilizar a la gente ante una lacra que muchos se empeñan en calificar de bulo.

"Puede que la okupación de toda la vida se haya estancado o incluso haya descendido, pero somos miles de personas las que nos hemos convertido en víctimas de la inquiokupación y no nos merecemos esto. La Justicia es muy lenta y, mientras tanto, esta gente está destrozando miles de vidas", asegura. Prueba de ello, es la gran cantidad de casos que cada día registra la Plataforma de Afectados por la Ocupación.

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