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Domingo Soriano

Del cheque escolar y el coste en la pública: el Estado gasta más de 6.200 euros por alumno al año

De media, el alumno de un centro público cuesta más de 6.230 euros al año, no muy lejos de lo que supondría su matrícula en un colegio privado.

De media, el alumno de un centro público cuesta más de 6.230 euros al año, no muy lejos de lo que supondría su matrícula en un colegio privado.
Una imagen del pasado verano: alumnos en la Universidad de Málaga, durante la Selectividad. | Cordon Press

Me encuentro este tuit sobre las estadísticas de gasto en educación: "De acuerdo al último informe del Ministerio de Educación, el gasto público (no universitario) por alumno en colegio público fue de 6.230€ en 2019, similar a la tarifa media del colegio privado Liceo Sorolla de Pozuelo de Alarcón, uno de los top de la provincia Madrid".

Y es cierto. De hecho, aquí están todas las cifras oficiales para el que quiera la tabla completa.

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Esos más de 6.200 euros llaman la atención. Entre otras cosas porque no es un dato demasiado conocido ni que forme parte del debate público. Porque, efectivamente, están por encima de lo que cobran muchos privados. Recordemos que el recibo de los centros suele emitirse de septiembre a junio, por lo que un colegio que cueste 500€ tiene un coste anual de 5.000 euros para los padres. Para una comparación exacta habría que saber qué gastos (comedor, servicios de cuidado fuera del horario) se incluyen en uno y otro. Pero, lo pongamos del derecho o del revés, más o menos la conclusión es clara: el Estado paga por sus alumnos más de lo que cuesta un colegio privado. Y la primera pregunta es evidente: ¿va a plantear alguien un cheque escolar? Porque digo yo que a lo mejor a muchas familias de la pública les gustaría tener esos 6.200 euros a su disposición para elegir centro.

Lo segundo que destaca es la tabla de la izquierda en la misma página del informe del Ministerio. La que se llama "Gasto público por alumno público y concertado". Que es muy marciano. ¿Por qué mezclarlos? Si a la derecha tienes el coste en los públicos, lo lógico sería incluir otra lista con el de los concertados. Y, si acaso, una tercera para saber el coste medio por alumno de todos los centros que se agrupan bajo el paraguas público. Pero siempre como complemento a las que desglosan por centro.

Pues no. No hay una cifra oficial del coste por alumno en la concertada. ¿Y eso? Pues aquí la patronal de la concertada denuncia un intento de ocultación. Según sus cálculos (bastante coherentes si mezclamos las cifras de porcentaje de alumnos por centro y gasto total y en la pública), la diferencia sería de unos 3.000 euros a favor de la pública: vamos, que a la administración le sale el alumno de concertada más o menos por la mitad (3.200 euros aproximadamente) que el de la pública. Es verdad que ésta no es la cifra definitiva de gasto por alumno, porque luego los centros concertados tienen sus trucos para elevarla algo (desde esas contribuciones voluntarias que no son tales a los ingresos por servicios extra). Pero, de nuevo, otro recordatorio: si el modelo concertado sobrevive es porque es mucho más barato. También porque tiene mejores resultados y a las familias les gusta. Pero, sobre todo, por el precio y por lo que ahorra al presupuesto público. La izquierda está deseando cargárselo desde hace décadas, pero no puede porque (i) es muy popular y (ii) no podría pagar una enseñanza 100% pública.

En cuanto nos salimos de la anécdota, volvemos a la realidad que una y otra vez se ignora en el debate público de nuestro país: gastar más no tiene por qué ser sinónimo de mejores resultados. En ningún servicio público lo es, pero menos todavía en Educación.

De hecho, la paradoja de esta obsesión es que celebramos lo que en cualquier otro ámbito de nuestra vida rechazaríamos: cuando se elogia a las regiones con más gasto por alumno sólo por eso y sin comparar los resultados, se está dando por hecho que también serán las que mejores calificaciones obtendrán. El problema es que no es cierto. Gastar más sin tener mejores resultados es despilfarrar; y, al revés, sacar buenas notas con menos gasto debería elogiarse como eficiencia en la gestión de recursos públicos. Ninguna de las dos cosas se hace. En Sanidad o Educación, en España sólo cuenta el total de gasto. Y las mareas hablan mucho de su amor a la escuela pública, pero la realidad es que sólo se acuerdan de las movilizaciones por condiciones laborales.

Los resultados de PISA

El debate regional está muy viciado. Todavía más después de los evidentes problemas metodológicos y de recopilación de resultados de la última prueba PISA en España. Por eso, miraremos al extranjero.

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Este gráfico es uno de los más conocidos de entre los que publica la OCDE en cada edición de PISA. Muestra la relación entre gasto público (eje horizontal) y rendimiento en las pruebas de lectura (eje vertical). Como verán, hay dos grupos de países: los marcados en gris son aquellos que gastan menos de 50.000 dólares por alumno entre los 6 y los 15 años; los que están en azul, a la derecha de la tabla, son los que superan esa cifra.

Las conclusiones son obvias. A partir de esa frontera de 50.000 dólares, gastar más no lleva aparejado un mejor resultado. De hecho, los que mejor lo hacen, los sistemas educativos que todos envidiamos (Singapur, Corea, Finlandia, Estonia) no están, ni mucho menos, entre los más caros. Tampoco es que sean los que menos gastan, pero no hay diferencias significativas. Por cierto, en este gráfico no sale España por los problemas que hubo en las pruebas de lectura en algunas regiones, pero en ediciones anteriores nuestro lugar era el previsible: en la banda baja tanto en gasto como en resultados. Mediocres en las notas (peor que Portugal o países del este con menos renta per cápita); a cambio, no somos de los que más gastamos, aunque tampoco de los que menos.

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Lo mismo ocurre si miramos indicadores de los que tiran mucho los medios, como el salario de los profesores o el tamaño de las clases. Ni tener grupos mas pequeños ni pagar más a los maestros garantiza resultados. De hecho, no hay relación ni en un sentido ni en otro. Es que da igual salvo que, como en el gasto, estés por debajo de unos mínimos.

A partir de ahí, lo lógico sería una discusión sobre cómo estamos dando clase y cuáles son los contenidos. Pero casi nunca estamos ahí. Si acaso, discutimos sobre temas menores y tangenciales. La izquierda siempre tiene el mismo martillo y clavo: gasto público, muchas veces en relación al PIB, algo todavía más absurdo porque si tienes pocos niños (como España) el agregado puede ser pequeño aunque lo que le toca a cada alumno sea alto. Seguro que se puede gastar más y mejor. Seguro que hay recursos que se despilfarran. Seguro que hacemos muchas cosas mal. Y seguro que hay centros, por ejemplo los de los barrios desfavorecidos en las grandes ciudades, que pueden ir justos. Pero a 6.200 euros al año por alumno, lo que es evidente es que en general el problema de nuestras escuelas no es presupuestario.

* Apunte: PISA tiene muchos problemas. E intuyo que irán cada vez a peor. (i) Por el tamaño: hacer 10.000 pruebas simultáneas y formar a 200 examinadores es más complicado que hacerlo con 100. (ii) Por la posibilidad de que algunos gobiernos empiecen a dedicar recursos a mejorar las notas de la prueba sin otro horizonte que el día del examen e incluso a costa de otras cuestiones igual o más importantes pero que no aparecen en la tabla que los medios publicamos. Esto puede llegar a ser más o menos tramposo, porque se supone que la prueba debe medir las competencias del alumno que se encuentra las preguntas casi sin esperarlo. No de un alumno que ha estado preparando la prueba para sacar mejor nota en ese tipo de examen en concreto. Y, por supuesto, (iii) está la opción de trampear directamente los resultados, algo que también ha ocurrido con otras pruebas similares en el pasado.

Pero en este punto, el de la relación entre gasto y calificaciones, lleva mostrando un resultado similar desde hace 20 años. Los primeros PISA, que por ser los primeros también eran los que menos posibilidades tenían de estar contaminados, ya lo indicaban. Los últimos, que deberían estar más refinados pero también con la duda de si estamos todos pensando en lo que nos van a preguntar, no han cambiado demasiado en este indicador.

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