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Las seis sombras económicas que quiere tapar el Gobierno con su maquillaje estadístico

Hay menos empresas que antes de la pandemia y, aunque los costes laborales suben un 8,8%, la productividad cae un 4,9%.

Hay menos empresas que antes de la pandemia y, aunque los costes laborales suben un 8,8%, la productividad cae un 4,9%.
Pedro Sánchez y Nadia Calviño en el Senado. | EFE

El gobierno de Pedro Sánchez se ha sumergido en una incesante campaña de propaganda para intentar trasladar la idea de que la economía de nuestro país va como un tiro. En realidad, España enfrenta una situación mucho más compleja de lo que el Ejecutivo está dispuesto a reconocer y, si observamos los datos sin maquillaje estadístico, podemos ver mejor la gravedad del problema.

A partir del último Informe de Coyuntura del Instituto de Estudios Económicos se pueden advertir seis "sombras" que tarde o temprano terminarán resultando evidentes, puesto que (1) el PIB avanza con lentitud, (2) el mercado de trabajo va peor de lo que admite el gobierno, (3) la calidad del empleo se está deteriorando, (4) la cifra de empresas en activo sigue por debajo de los niveles previos a la pandemia, (5) los costes laborales suben mientras la productividad baja y (6) el déficit público sube como consecuencia de un descontrol tan notable en el gasto que ni siquiera una recaudación récord es capaz de compensar los excesos presupuestarios.

A continuación se desglosan estas seis "sombras" con más detalle:

  1. El PIB avanza con mucha más lentitud de la esperada. La caída registrada en 2020 fue la más honda de toda la Eurozona y el rebote conseguido en 2021 y 2022 ha sido insuficiente para normalizar la situación. Por tanto, la producción sigue un 2% por debajo de los niveles pre-covid, lo que implica una brecha de más de 20.000 millones.
  2. En teoría, el empleo supera los 20 millones de ocupados, lo que significa que estaríamos por encima de los datos registrados en 2019. Sin embargo, el maquillaje de las cifras de ocupación imposibilita las comparativas homogéneas. Por ejemplo, solo sumando los ERTE y los contratos fijos discontinuos que no están en activo, encontramos una ilusión de 170.000 empleos que realmente no están en activo y en vigor. Lo que sí sabemos es que las horas trabajadas están un 0,9% por debajo de las cotas alcanzadas antes de la pandemia, lo que vendría a sugerir que, en ausencia de trampas estadísticas, los niveles reales de empleo apenas han experimentado mejora alguna.
  3. La Encuesta de Población Activa del tercer trimestre revela una clara pérdida de vigor en el ritmo de creación de empleo. En el periodo que va de 2014 a 2019, la creación de empleo alcanzó, en promedio, un incremento de 175.000 puestos de trabajo. Sin embargo, entre julio y septiembre de 2022, la subida fue de apenas 77.700 empleos. Además, a lo largo de este periodo, solo un tercio de la ocupación fue generada por el sector privado, mientras que dos de cada tres empleos se crearon en el sector público. Y, si miramos los datos de noviembre, vemos que la cifra total de contrataciones se han reducido un 30% en comparación con el mismo mes de 2021.
  4. La cifra de empresas inscritas en la Seguridad Social ha frenado su ritmo de avance. En noviembre de 2022, el número de sociedades en activo era inferior a 2019 en casi 11.000 empresas. Por lo tanto, la producción y el empleo descansan sobre una base aún más pequeña que la observada antes del estallido de la pandemia.
  5. Los costes laborales unitarios han experimentado un fuerte encarecimiento del 8,8% desde finales de 2019 hasta los últimos compases de 2022. En cambio, la productividad por ocupado no solo no ha mejorado, sino que ha experimentado una corrección del 4,9% en relación con los niveles que se daban hace tres años.
  6. Cuando se analiza la evolución del déficit público entre 2019 y 2023, se observa que el incremento experimentado se debe, en su totalidad, a la expansión del gasto público, que ha crecido en 116.000 millones de euros. Las subidas de impuestos han llevado la recaudación a cifras récord, pero el hecho de que los desembolsos sigan disparados ha terminado ensanchando el déficit presupuestario, con el agravante de que la política monetaria y los costes de financiar la deuda se están encareciendo.

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