El escritor, conferenciante, filósofo y experto energético estadounidense, Alex Epstein, defiende sin complejos los combustibles fósiles y reivindica su aportación al desarrollo humano. Libre Mercado se ha entrevistado con el autor de Un futuro fósil (Deusto, 2023) y esta es la segunda parte de nuestra conversación, en la que se exploran las consecuencias de las principales medidas energéticas adoptadas en Europa y España.
P. En España tenemos una ley nacional que obliga a las ciudades de tamaño grande y mediano a crear zonas especiales en las que se limita o directamente se elimina la circulación de vehículos de gasolina o diésel.
R. Lo primero que consigue este tipo de medidas es reducir la calidad de vida de los vecinos de la ciudad, complicando más aún la movilidad. En segundo lugar, este tipo de políticas encierra un intento más de alterar el mercado, primando tecnologías que no son tan efectivas. Y, en tercer lugar, su efecto tiende a ser cuestionable, porque puede reducir las emisiones en estas zonas, pero no en el resto de la ciudad, de modo que el impacto se redistribuye de unos barrios a otros y, en el saldo total, tenemos una economía local menos dinámica, una movilidad más compleja y unos niveles de emisiones que no cambian de forma estructural.
P. Nuestro país también ha querido ser un campeón en materia de promoción de la energía renovable. Sin embargo, hoy en día ocupamos titulares a nivel internacional por los impagos que hemos dejado entre los inversores que han contribuido al despliegue de tecnologías como la solar o la eólica.
R. Al final, el problema de fondo es que estas energías son muy costosas. La gente se fija solamente en la operativa de un molino o una placa solar, pero ¿y la minería que hay detrás? ¿Y las redes de transmisión que hay que construir para vincular su producción a la red eléctrica general? ¿Y el coste de tener que mantener otras formas de energía como complemento? ¿Y el impacto paisajístico? Se habla mucho de las renovables, pero su peso a nivel global solo ronda el 3%. Las renovables no son soluciones verdaderamente viables, son tecnologías que se han impuesto pero que no pueden cubrir, en absoluto, la demanda de energía propia del mundo moderno.
P. Curiosamente, al ecologismo oficialista de nuestro país no le gusta la energía hidráulica, a pesar de que dicha solución tiene los mejores indicadores de productividad dentro de las distintas opciones renovables que tenemos a nuestro alcance. Ocurre algo parecido con la nuclear, que no genera emisiones de CO2 y tiene un historial de éxito en términos de productividad, seguridad, etc.
R. Por eso me gusta decir que tenemos que desconfiar de quienes dicen ser los defensores del Planeta porque, si lo fuesen, reconocerían que las presas hidráulicas son una opción más eficiente que la solar y la eólica. En cuanto a la nuclear, pienso lo mismo que tú, de hecho creo que es muy sospechoso que se opongan a ella quienes le quieren declarar la guerra a las emisiones de CO2. Francamente, la nuclear es la única energía que ha demostrado tener la capacidad de competir con los combustibles fósiles y, además, tiene la ventaja de no generar emisiones. ¿Por qué le cierran las puertas de esta manera?
P. España ocupa muchos titulares por su desastrosa gestión energética, pero es Alemania quien se lleva la palma. Han desmantelado las nucleares, han anunciado una agenda "verde"… y han terminado quemando carbón como si no hubiese un mañana.
R. Lo que está pasando en Alemania, la dependencia del gas ruso que ha terminado generando su política energética supuestamente "verde", es un gran ejemplo de la locura que supone plantear un cambio de un modelo energético imperfecto pero efectivo a uno inviable e inoperante. Al final, lo que tiene Alemania hoy son unos precios muy altos, un impacto medioambiental más acusado y una situación de debilidad geopolítica por el peso de las importaciones de gas ruso.
P. La guerra en Ucrania y la crisis inflacionista han sacado a la luz el sinsentido de esta política energética tan absurda.
R. Sí, la dependencia del gas ruso y el aumento de los precios deberían haber subrayado la gravedad del problema, pero lo que está haciendo la UE es radicalizar su apuesta, en vez de replantearla. La solución no puede ser el racionamiento de energía, la subida continuada de los precios, la insistencia en modelos que no funcionan…
P. Me llama la atención que rara vez se hable de estos temas sin explicar la caída en las emisiones de CO2 que se ha venido registrando en las últimas décadas, tanto en Estados Unidos como en Europa.
R. De nuevo, si el ecologismo predominante fuese coherente, empezaría por ahí. En cambio, su discurso siempre es catastrofista y alarmista. La reducción de las emisiones ya les da igual, porque ahora están directamente en el "Cero Neto", ni siquiera hablan de reducir impactos, sino de eliminarlos por completo. Esto es peligroso, porque significa que se ha instalado un discurso totalmente utópico y radicalizado. Dicho esto, aunque la eficiencia energética es algo muy positivo, que nos permite hacer más con menos, sería absurdo pensar que podemos eliminar cualquier impacto. Por eso tenemos que pensar también en los beneficios que se derivan del uso de los combustibles fósiles, porque son esas fuentes de energía las que alimentan nuestra producción económica y permiten nuestro bienestar social.