Menú
Domingo Soriano

No puedes obligar a un caballo a beber agua ni a un joven a vivir en un pueblo de 200 habitantes

Las historias sobre una vuelta a lo rural, la vida tranquila o el cambio de valores tras la pandemia se han evaporado junto con las mascarillas.

Las historias sobre una vuelta a lo rural, la vida tranquila o el cambio de valores tras la pandemia se han evaporado junto con las mascarillas.
Una carretera vacía en un distrito rural en Iowa, EEUU. | Cordon Press

Existe un viejo dicho, que gusta bastante a los economistas, que dice algo así como que "puedes llevar al caballo al río, pero no le puedes obligar a beber si no tiene sed". Se ha usado mucho, por ejemplo, durante la última década de bajos tipos de interés que, sin embargo, no terminaban de estimular el crédito todo lo que se quería, porque los bancos (caballos) no tenían sed.

Pues algo así pensaba yo con este tuit que me pasa Beatriz García, sobre el crecimiento en el número de jóvenes que viven en áreas metropolitanas en EEUU.

Ni me extrañan los datos (de 2019) ni creo que el covid haya cambiado la tendencia. De hecho, las primeras cifras que se conocen (una vez estabilizada la situación en 2022-23) si acaso apuntan en sentido contrario: las ciudades siguen teniendo el mismo potencial de atracción (o más) que hace unos años. Las historias sobre una vuelta a lo rural, la importancia de la vida tranquila o el cambio de valores tras la pandemia se han evaporado junto con las mascarillas.

Tres apuntes al respecto:

1 - No se puede hacer nada para reducir el atractivo de las ciudades para los jóvenes.

Para el que piense que eso no es nada malo: por supuesto, no lo es. Pero sí lo son algunas derivadas: precios de la vivienda disparados en las áreas urbanas y fuga de talento de las rurales.

Llevamos al menos dos siglos discutiendo esto. En algún momento deberíamos empezar a asumir la realidad: el peso en el PIB del sector primario no ha dejado de caer desde 1800. Y lo ha hecho al mismo ritmo que creía su productividad y bajaba el porcentaje de población activa empleada en el mismo.

Respecto de los problemas de las ciudades, algo parecido. Los debates sobre los precios de los alquileres o la escasez de vivienda no han variado apenas, en sus argumentos (y malas soluciones) desde hace 100 años al menos. Es cierto que una regulación absurda, como la aprobada en España en las últimas décadas, empeora las cosas. Pero el problema del alquiler es simplemente una cuestión de oferta muy limitada (el centro de una ciudad) y demanda disparada (cuanto más rica y productiva sea un área urbana, más vecinos atraerá y más negocios querrán radicarse cerca de los centros financieros-empresariales). Miren Nueva York: intentó resolver este sudoku multiplicando el suelo (ya que no podía en horizontal, en vertical). La solución, ingeniosa, no sólo no minoró los precios, sino que los multiplicó: porque había más de todo (más ideas, más inversión, más empresas, más empleados de primer nivel) y estaba más concentrado, actuó como un imán para que hubiera todavía más de ese todo.

Dice Matt Ridley, en How innovation works, que lo necesario para que haya crecimiento económico es que "las ideas tengan sexo entre ellas". Es decir, que se junten, se relacionen, haya encuentros inesperados... Todo eso pasa en las ciudades. Por eso son más productivas y por eso, con 25 años, casi todo el que quiere hacer algo termina en ellas.

¿Y eso hace inevitable que los alquileres sean prohibitivos? Pues en parte, sí. Si una ciudad muy rica-productiva-dinámica tuviera un precio de la vivienda por debajo del de otras ciudades similares, ¿saben lo que pasaría? Que miles de jóvenes comenzarían a llegar a buscar oportunidades a ese paraíso de prosperidad a coste razonable. Y los precios se dispararían.

2 - El teletrabajo como opción universal sigue siendo un mito. No todos podemos hacerlo y ni siquiera es bueno que lo hagamos. Repitamos lo de las ideas teniendo sexo. Eso no se consigue en un Zoom (o es más difícil).

Encuentros inesperados en la máquina de café. Quedar a jugar al pádel con un par de amigos de tu compañero de trabajo que te dan una pista interesante sobre un nuevo negocio. Reunión con proveedores a la que se acerca cinco minutos a saludarte el director de ventas al que no conocías. En un pueblo de Soria no hay de esto. Hay pájaros y tranquilidad; pero no sinergias, productividad, nuevos desarrollos, acuerdos de colaboración inesperados...

Porque, además, lo mejor de la presencialidad lo reciben los recién llegados, que son los que necesitan contactos-formación-aprendizaje in situ. Un tipo de 45 años que es el diseñador más reconocido de su multinacional quizás pueda permitirse comprarse una casa en una aldea cántabra y bajar a Madrid una vez al mes. El becario recién llegado a la empresa, no.

3 - A más jóvenes, más jóvenes (a menos, menos)

Por último, otra evidencia: el círculo vicioso en el que está eso que llaman la "España vaciada" muy complicado de romper. Lo que más quieren los jóvenes es... encontrarse con otros jóvenes. Y si esos otros jóvenes se van a las ciudades, los seguirán.

Esto ha pasado siempre. Pero ahora, además, se une al hundimiento de la natalidad que está dejando sin relevo a las zonas de emigración interior. Durante los primeros 70 años del siglo XX, la afluencia masiva a las ciudades (que la hubo) no vació el campo, ni en España ni en casi ningún otro país. Sí lo hizo en porcentaje (menos población rural sobre el total) pero, salvo en regiones puntuales, no en números totales. Había reemplazo y un chico que quisiera quedarse en una pequeña capital comarcal o en un pueblo sabía que era minoría frente a los que estaban en las ciudades, pero no sentía que era una excepción ni que se iba a quedar solo. Hoy esa sensación sí es más real.

Pero en esto, como digo, la clave está más en la natalidad que en la emigración. Como en otros artículos sobre demografía, tiro del comodín de mi admirado Alejandro Macarrón y su Fundación Renacimiento Demográfico, que hace un par de años nos ofrecía esta tabla:

esp-vacia-3-nac-inmig-renac-demogr.jpg

Ya en aquel momento decíamos lo siguiente: "En todas las provincias, si el número de nacimientos hubiera sido ese 2,1 hijos por mujer en edad fértil que nos dicen que es la tasa de sustitución a medio plazo, ese extra de nuevos niños habría compensado a los que se han marchado. No en todas las provincias crecería la población, porque en algunas el envejecimiento ha hecho que el número de defunciones sea muy elevado. Pero si sólo miramos el factor migratorio (los que se van a otras provincias), sí se equilibraría con más nacimientos".

Temas

En Libre Mercado

    0
    comentarios