Menú

Un estudio tumba definitivamente la teoría fetiche de la izquierda sobre la "desigualdad"

Gerald Auten y David Splinter tumban definitivamente los datos de Thomas Piketty, el economista cabecera del progresismo occidental.

Gerald Auten y David Splinter tumban definitivamente los datos de Thomas Piketty, el economista cabecera del progresismo occidental.
Pixabay/CC/fantareis

Si escribes "desigualdad creciente" en Google, verás que dicha consulta ha recibido más de 75 millones de visitas. ¿Puede ser errónea una tesis tan extendida? Cuando un discurso se repite incesantemente, hay mucha gente que pasa a considerar que es cierto y no duda de su veracidad.

Para el caso que nos ocupa, a menudo se habla de Estados Unidos como ejemplo de una "brecha entre ricos y pobres" que se amplía constantemente. Sin embargo, dos expertos de la Oficina de Análisis Fiscal del Departamento del Tesoro y del Comité Conjunto de Impuestos del Congreso han refutado esta teoría de forma concluyente. El resultado de su trabajo es un estudio de casi 50 páginas publicado en el renombrado Journal of Political Economy.

El economista francés, Thomas Piketty, ha sido ampliamente reconocido como el principal defensor de la tesis de la "desigualdad creciente", puesto que estimó que la proporción de ingresos del 1% de mayor renta se ha disparado desde 1962. Piketty usa dicho cálculo para reivindicar que los impuestos a los ricos suban hasta el 90%, para defender que todos los jóvenes reciban del Estado una "herencia pública" de 120.000 euros y otras propuestas varias que han arraigado en las filas de la izquierda.

Sin embargo, el informe de Gerald Auten y David Splinter al que hago alusión presenta una cifra que mucho menos dramática. La participación del 1% de mayor nivel de ingresos subió del 11,1% al 13,8% de la renta nacional entre 1962 y 2019, de modo que la subida fue del 2,7% en términos brutos, si bien este dato debe ser ajustado para tener en cuenta los impuestos y los pagos de transferencias o ayudas sociales, ejercicio que revela que el aumento en términos netos o de renta disponible fue de apenas 0,2 puntos porcentuales, al pasar la cuota de la renta nacional del 1% que más gana del 8,6% al 8,8%.

Incluso con estas cifras, es importante tener en cuenta que las personas que figuran en el 1% de mayor renta no son, de ninguna manera, las mismas a lo largo de los años. Solamente el 40% de quienes figuraban en el 1% en cualquier ejercicio dado del periodo estudiado fueron capaces de repetir en dicho segmento tres años después. He ahí un error común en el debate de la desigualdad, puesto que a menudo se habla del 1% o del 0,1% más rico sin tomar en cuenta que las personas que componen esa categoría (y todas las demás) van cambiando.

Hay varias razones por las que las cifras de Piketty están tan lejos de las de Auten y Splinter. En primer lugar, Piketty no tuvo en cuenta el impacto de los cambios en el sistema tributario. Antes de que Ronald Reagan redujera masivamente los impuestos, la mayoría de los estadounidenses ricos preferían canalizar sus ganancias a través de estructuras empresariales (corporaciones C) en vez de cobrar dividendos. Como resultado de esta estrategia, parte importante de sus rentas se desplazaban de sus declaraciones de impuestos a la base imponible del Impuesto de Sociedades. Esta optimización fiscal hacía que los estadounidenses ricos pareciesen tener menos ingresos de los que realmente tenían. Sin embargo, después de distintas reformas tributarias, muchos contribuyentes acaudalados pasaron a emplear simplemente el modelo mercantil conocido como corporaciones S, entidades empresariales que solamente juegan un papel vehicular en la que los ingresos pueden atribuirse directamente a accionistas individuales y, por lo tanto, se declaran directamente en las declaraciones del Impuesto sobre la Renta.

Otra razón que explica el diferencial de resultados radica en la comparativa que realizó Piketty, al contrastar declaraciones de impuestos sin individualizar. En 1960, dos tercios de los estadounidenses presentaban declaraciones conjuntas o familiares. Hoy, ese porcentaje se ha reducido a la mitad salvo en el caso del 1% que más gana, que sigue moviéndose en torno a los dos tercios. Este efecto estadístico hace por sí solo que el aumento en la participación de la renta nacional del 1% por ciento que más gana parezca significativamente mayor de lo que realmente es, porque en vez de comparar de forma homogénea, Piketty cae en el error de medir declaraciones de distinta naturaleza, tanto familiares como individuales, de forma indiscriminada.

Por otro lado, muchas estadísticas, incluidas las de Piketty, no tienen en cuenta los impuestos ni las transferencias de ingresos. Aunque los impuestos en Estados Unidos se han reducido considerablemente en relación con la década de 1960, especialmente durante la Era Reagan, lo cierto es que también se han abolido numerosas exenciones que permitían un notable ahorro de impuestos. El resultado, como lo demostraron recientemente Phil Gramm, Robert Ekelund y John Early en su excelente libro The Myth of American Inequality: How Government Biases Policy Debate, es que el porcentaje real de la renta que pagaba el 1% de mayores ingresos en concepto de Impuesto sobre la Renta era de apenas un 16,1% en 1962, a pesar de que el tipo marginal alcanzaba entonces el 91%. En cambio, en 1988, cuando el tipo máximo era del 28 por ciento, el porcentaje pagado por el 1% con mayores ingresos había aumentado al 21,5 por ciento. A medida que la tasa impositiva máxima cayó en dos tercios, el porcentaje de sus ingresos que el uno por ciento superior de los contribuyentes pagó en impuestos federales sobre la renta y la nómina aumentó en un tercio.

Desde la década de 1960, el Estado de Bienestar ha crecido constantemente en Estados Unidos, de modo que la proporción de la población que recibe pagos de transferencias y ayudas sociales ha aumentado continuamente, como también lo ha hecho el monto de estas ayudas. Si se tienen en cuenta los impuestos, por un lado, pero también se consideran las transferencias y las ayudas percibidas, por otro lado, encontramos que los ingresos reales (es decir, lo que le queda a un ciudadano después de pagar impuestos y de cobrar transferencias y ayudas) son mucho menores en el caso de los ricos y mucho mayores entre el resto de la población, sobre todo las rentas bajas.

Me gustaría añadir que, en mi opinión, el debate sobre la desigualdad es mucho menos importante que el debate sobre cómo erradicar la pobreza. Sabemos por muchos países en los que la lucha contra la pobreza ha tenido éxito que la desigualdad puede incluso aumentar cuando se están dando avanzas en la reducción de la miseria, como sucedió por ejemplo en China y Vietnam. Sin embargo, durante mis viajes a estos países, que antes eran indudablemente pobres, nunca conocí a nadie que quisiera volver a aquella época en que la sociedad era más igualitaria pero también mucho más pobre.

Temas

En Libre Mercado

    0
    comentarios