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José María Rotellar

La realidad del déficit frente a la ficción del Gobierno

Es falso que el Ejecutivo esté bajando impuestos, porque los está subiendo, especialmente a las rentas más bajas.

Es falso que el Ejecutivo esté bajando impuestos, porque los está subiendo, especialmente a las rentas más bajas.
La realidad dista mucho de la propaganda oficial del Gobierno de Pedro Sánchez | Europa Press

El Gobierno ha presumido de que ha logrado reducir el déficit público y cerrar 2023 con un saldo negativo inferior al previsto, al situarse en un déficit del 3,66% frente al 3,9% estimado. Además, prosigue el argumentario gubernamental, se ha logrado bajando impuestos a lo que él llama "clases medias y trabajadoras".

Sobre el papel, parece una bonita historia en la que el presidente Sánchez hubiese podido aumentar el gasto, disminuir los impuestos, reducir el déficit y generar prosperidad, gracias a las medidas que el Ejecutivo desplegó para combatir la crisis. Sólo le falta que fuese verdad, pero como veremos a continuación la realidad dista mucho de la propaganda oficial.

Así, el dato de déficit es malo, porque sólo se rebaja sobre la previsión por crecimiento del PIB nominal y el aumento de ingresos por la inflación. Es decir, ese "España supera todas las previsiones" se debe a elementos coyunturales, alguno de ellos tan nocivo para la economía como es la inflación.

De hecho, el saldo presupuestario se reduce sólo en 10.180 millones de euros, pero los ingresos tributarios aumentaron en 16.472 millones, con lo que el gasto se incrementó en 6.292 millones.

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Esto quiere decir que el gasto se está incrementando estructuralmente, de manera que cuando caigan los ingresos coyunturales, muchos ligados a la inflación, el déficit estructural aumentará. Por tanto, por esta vía no hay mejora del saldo presupuestario, sino incremento del gasto que compromete aún más la delicada situación presupuestaria de España, alejada del umbral del 3% de déficit, aumentando su déficit estructural y con una deuda desbordada.

Por su parte, el PIB nominal aumentó en 115.693 millones. Esto es lo que permite reducir el déficit sobre el PIB, no el hecho de que haya habido un ajuste del gasto. Se reduce por el aumento de ingresos derivado de la inflación así como por el impulso del PIB nominal también, en su mayor parte, por el aumento de precios. Ambas cuestiones son las que mejoran el saldo, como digo, porque el gasto lo empeora. De hecho, el PIB nominal crece esos 115.000 millones antes comentados, pero el déficit sigue siendo muy alto, de 53.556 millones. Es decir, ese saldo de desequilibrio entre ingresos y gastos, a favor de los gastos, es el importe en el que habrá aumentado la deuda pública en 2023, pues la deuda no es más que el sumatorio de los saldos presupuestarios de los distintos ejercicios.

Si los ingresos no hubiesen crecido en más de 16.000 millones de euros debido, en su mayor parte, a la inflación, y se hubiesen quedado en un crecimiento igual al del gasto, de alrededor 6.000 millones de euros, el déficit sobre el PIB se habría ido al 4,09%. Y si además, y coherente con lo anterior, el PIB nominal hubiese crecido al ritmo del real más el objetivo de precios del BCE (2%), entonces el déficit habría sido del 4,25%. A un decimal, frente al 3,7% oficial, tendríamos un 4,1% y un 4,3%, respectivamente.

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Y, por tanto, igualmente sucede con la deuda: no ha dejado de crecer, hasta más de 1,5 billones de euros, y su reducción sólo es sobre el PIB y por incremento de éste: el PIB nominal se incrementa 2,2 veces el déficit, de manera que al crecer más el denominador que el numerador, el cociente disminuya.

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En cuanto a la Seguridad Social, sigue siendo un pozo sin fondo, que consume cada vez más recursos y que no se reforma por motivos políticos fiando todo a un incremento confiscatorio a los ciudadanos con subidas cada vez más altas de las cotizaciones a la Seguridad Social. Pese al incremento inflacionista del PIB nominal, antes comentado, el déficit de la Seguridad Social aumenta en más de una décima.

Y si hablamos de las CCAA hemos de señalar la bomba de relojería que supone el incremento de gasto que han asentado sobre unos ingresos extraordinarios recibidos como consecuencia de las restricciones derivadas del coronavirus. Cuando lleguen las liquidaciones negativas de 2023, en el año 2025, la necesidad de reducción del gasto puede ser muy intensa.

Y en cuanto a la presión fiscal, pasa lo mismo que con el espejismo de reducción del déficit, que disminuye por aumento del PIB nominal, no porque haya menos impuestos. De hecho, al ponerla en relación sobre el PIB per cápita sigue constituyendo uno de los mayores esfuerzos fiscales de la UE, que es el indicador más ortodoxo para medir cuánto les cuesta a los ciudadanos pagar impuestos. Así, ese aparente descenso de 3 décimas sobre el PIB no puede ocultar que si calculamos la recaudación sobre el PIB nominal de 2022 y 2023, con el porcentaje de presión fiscal del 38,3% y del 38%, respectivamente, la recaudación se ha incrementado en 39.959 millones de euros; es decir, el sector público se ha quedado con 39.959 millones más de los contribuyentes en 2023 respecto a 2022.

Y, por supuesto, es falso que esté bajando impuestos, porque los está subiendo, especialmente a las rentas más bajas, que tienen que hacer un mayor esfuerzo sobre su renta para pagar los mayores impuestos que tienen que afrontar como consecuencia de la subida de precios.

Por tanto, como vemos, no hay contención real del déficit, sino espejismo gracias a los ingresos y al PIB nominal, debido a la inflación, con lo que la situación presupuestaria española sigue deteriorándose cada año.

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