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Domingo Soriano

Asignaturas, horarios y expansión curricular: ¿hay hueco para meter educación financiera en el temario?

No todas las cosas útiles deben formar parte del temario. Uno de los grandes errores de las últimas décadas reside en la expansión curricular.

No todas las cosas útiles deben formar parte del temario. Uno de los grandes errores de las últimas décadas reside en la expansión curricular.
Una imagen de esta semana: primera jornada escolar en un colegio de Illescas, Toledo. | EFE

Leía esta semana en Libre Mercado que una madre ha recogido 31.000 firmas en Change.org para proponer que haya una nueva asignatura de educación financiera en Secundaria. Es importante, aseguran, que los niños sepan sobre cuestiones fundamentales para la vida de las que lo desconocen casi todo.

Y es cierto que apenas saben nada de estos temas. De lo que es un contrato a lo que significa la inflación o el interés, un porcentaje muy elevado de nuestros jóvenes llega a los 18 años sin tener ni idea de lo que significan estos conceptos que serán fundamentales en su vida adulta. Esto es lo que dice la propuesta:

Seríamos ciudadanos más preparados si desde pequeños recibiéramos educación financiera básica y sobre otros aspectos básicos de la vida cotidiana. Que aprendiéramos cómo hacer la declaración de la renta, interpretar nuestra cuenta bancaria, preparar un CV, darnos de alta como autónomos o firmar un contrato de trabajo o de alquiler. Porque la información nos hace libres y… la falta de la misma nos vuelve vulnerables. Porque cuando uno sabe de lo que habla… no es tan fácil que le puedan engañar. Quiero que dejemos de ser marionetas... ya vale de aceptar condiciones que otros nos imponen pero que no entendemos. Por eso estoy pidiendo al Ministerio de Educación incorporar en los curriculum educativos de la ESO (Educación Secundaria Obligatoria) una asignatura de educación fiscal y financiera, impuestos y redacción de contratos, entre otros. Firma aquí para exigir que nos den la información que nos falta.

Algunas ideas de lo que esta nueva asignatura debería tratar:

(*) Educación Fiscal y Financiera: Para conocer cómo hacer la declaración de la renta, por ejemplo. Y preparar a los estudiantes para conocer sus obligaciones fiscales y entender cómo funcionan los impuestos y su impacto en la economía y la sociedad. Esta comprensión fomenta una mayor conocimiento de las obligaciones fiscales y una mayor responsabilidad y conciencia ciudadana. (*) Redacción de Contratos: Porque la capacidad de redactar y entender contratos es fundamental, desde el alquiler de una vivienda hasta la firma de un contrato de trabajo. (*) Otros ejemplos como saber cómo rellenar un parte de accidentes, para gestionar cualquier incidente que pueda ocurrir en la vía pública o en el ámbito laboral. Esta competencia puede reducir el estrés y la confusión en momentos críticos y asegurar que se cumplan los procedimientos legales y administrativos.

Lo primero, lo mejor de todo. Los elogios que se merece alguien que se preocupa de lo que aprenden y no aprenden sus hijos en el colegio y que quiere mejorar el contenido curricular. Además, las materias que plantea son útiles y el diseño parece sensato, sin demasiada carga ideológica.

Como economista y como participante en algunas charlas en colegios sobre temas económicos-financieros, en principio debería ser muy favorable a esta propuesta. Pero no lo tengo claro. No por lo que pide, como por la aplicación práctica. Y no tanto por si la educación financiera es útil o no, como por la inflación curricular que hemos visto en los últimos años. De hecho, cojo este ejemplo precisamente porque me afecta. Como es lo mío, me sirve para hablar de un tema que me preocupa sin que parezca que juzgo con el clásico criterio del embudo (lo mío es importante, lo de los otros no). Lo que me pregunto es: ¿se nos está yendo la mano con los contenidos? ¿Queriendo meterlo todo: estamos dejando de lado lo fundamental?

El contenido

En primer lugar, mi escepticismo sobre una asignatura o una parte del currículum dedicada a Economía-Finanzas en la ESO (entiendo que lo que se pide es algo que vaya algo más allá de la asignatura de Economía que ya existe y es optativa para los alumnos de ciertas ramas) parte de una cierta desconfianza. La asignatura puede llamarse como queramos, pero luego el contenido lo definirán los mismos que ahora ya deciden el de Lengua, Historia, Matemáticas o Ciencias.

Estas semanas de comienzo del curso no son el mejor momento para sacar este tema. Porque se pone uno a forrar los libros del curso y se le cae el alma al suelo. No sólo por la falta de profundidad o los índices de la ESO que parecen diseñados para niños de 8 años. El enfoque de las asignaturas (de todas, incluso de algunas que deberían estar a salvo de este tipo de intromisiones) es vergonzoso. Contenidos, los justos; ideología, toda la que quepa. En el libro de lengua, lecturas para explicar las consecuencias del cambio climático y comentario sobre lo aprendido en el texto. En Ciencias, ejercicios que tienen como respuesta correcta que los coches son negativos para nuestra salud. En Historia, un recordatorio sobre para qué sirven los impuestos y por qué es tan importante que todos los paguemos.

¿De verdad pensamos que sería diferente en Educación Financiera? Escucho a veces a algunos liberales defender estos temas y parece que creen que los libros de texto citarán a Hayek o que les pondrán audios de Rallo a los niños. No hombre, no. Tendríamos párrafos de Mazzucato hablando del Estado emprendedor y vídeos de Évole explicando lo peligrosos que son los paraísos fiscales.

Asignaturas

Pero hay algo más. Incluso si me convencen de que las materias que cubra esta nueva asignatura serían adecuadas, útiles, interesantes... no tengo nada claro que haya que darlo en el Colegio. No todas las cosas útiles de la vida tienen que formar parte del temario. En los últimos años, he escuchado peticiones o propuestas (algunas ya están en marcha y se llevan a cabo) para que se enseñe casi de todo a los niños: de charlas afectivo-sexuales a educación vial, pasando por finanzas o tareas domésticas. Y se suman a otras que ya tienen su hueco en el horario.

No voy a entrar a valorar cada una de ellas. Hay algunas que me parecen un horror, otras se intuye que son una pérdida de tiempo. Pero también puede haber cuestiones interesantes. Lo que digo es que incluso estas últimas puede que no tengan hueco.

El colegio está para las Matemáticas, la Lengua, la Historia o el Inglés. Conocimiento poderoso que diría Gregorio Luri. Sí, sé que suena a muy viejuno, a escuela rancia, a modelo trasnochado. Pero creo que uno de los errores de las últimas décadas reside en parte en una expansión curricular que parece no tener fin. La escuela no puede ni debe enseñarlo todo. Algunas cosas porque forman parte del núcleo de valores que cada familia debe transmitir a sus hijos y otras por pura economía de tiempo-espacio-especialización-conocimientos.

Ahora mismo el horario oficial de Secundaria en Madrid es de 30 horas semanales [aunque en septiembre y junio no se alcanzan] para 10-11 asignaturas. En general, la sensación que uno tiene cuando mira el horario y el día a día es que hay asignaturas esenciales con pocas horas, demasiadas sesiones de 45 minutos. Y sí, demasiados extras. Sé que alguno dirá que viendo el contenido de algunas de esas sesiones que se llevan a los colegios, mejor que les enseñen lo que es la inflación. Pero el problema quizás esté en el exceso actual y eso no se solucionará con más complementos al temario.

Hace poco me presentaron, en un acto que no tenía que ver directamente con este asunto, al director de uno de los mejores colegios privados de Madrid. Uno de esos centros que casi siempre sale bien parado en las notas de la EvAU y en otras estadísticas similares. Le pregunté qué hacían para llegar a esos resultados. Esperaba que me contestara con algo relacionado con algún método de enseñanza diferencial, con cómo aplicaban la disciplina, con la implicación de los padres o con la selección del profesorado. Pero el tipo lo centró todo en el tiempo. Más o menos, lo que me vino a decir fue: "Nadie le da mucha importancia, pero mi obsesión es que las clases duren lo que tienen que durar. Si tienes una sesión de una hora y el profesor se pasa los 15 primeros minutos silenciando a los alumnos, pierdes un 25% de tu tiempo cada día. Lo único en lo que insisto a los profesores es en que aprovechen cada minuto del tiempo del que disponen. Además, hemos eliminado prácticamente todas las salidas, funciones, encuentros, etc... no relacionadas con el temario. Puede que sean muy interesantes, pero cada mañana que pierdes para una salida extra-curricular es tiempo de clase que no se recupera y, con los actuales planes de estudio, no tenemos demasiado".

Me pareció muy sensato. Estamos todo el día dándole vueltas a cómo mejorar en el colegio y se nos olvida siempre el factor más básico: el tiempo. Como decía antes, yo mismo he participado en alguna ocasión en charlas en colegios sobre Economía. Y siempre me ha quedado la duda de si aportaban más de lo que restaban. Por supuesto, los que hemos acudido a los centros lo hemos hecho con la mejor intención. Pero, ¿compensa lo que puedas explicar en un par de horas sueltas frente a las clases perdidas o la interrupción de la jornada convencional?

A partir de ahí, por supuesto que se puede usar la asignatura de Matemáticas para explicar lo que es el interés compuesto o que los problema que resuelven los niños incluyan el clásico ejemplo sobre una tienda en la que pagas una cantidad y te devuelven otra. Y en Historia es evidente que habría que explicar muy bien qué es la Revolución Industrial o el capitalismo. Pero, ¿una asignatura extra para enseñar a los niños a hacer la declaración de la renta, abrir una cuenta bancaria o redactar un buen CV? No tengo nada claro que podamos hacerlo.

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