El discurso triunfalista del Gobierno en materia económica no se sostiene. Los datos económicos les permiten, en parte, lucir una supuesta bonanza, pero no va más allá del barniz de los mismos, pues su contenido, realmente, dibujan una realidad bien distinta, donde el sistema productivo privado está en retroceso ante el incremento, cada vez más notable, del sector público, que alimenta el gasto para tratar de sostener una economía que por sí misma no puede hacerlo, ya que la política económica aplicada la ha dejado muy maltrecha desde el punto de vista estructural.
Si analizamos en profundidad los datos de la contabilidad nacional trimestral del IITR-2024, podemos observar dos cosas: aparentemente, la economía avanza con paso firme, porque marca un crecimiento intertrimestral del 0,8% y del 2,9% en tasa interanual, registros que nos llevarían a creer que la economía tiene impulso. Sin embargo, la segunda cuestión que aparece, una vez que se ve bien qué subyace, es la composición del crecimiento, que no es sano. Y no lo es porque ese crecimiento vive a lomos del gasto público –insostenible– y del sector exterior –que no puede mantener eternamente unos niveles tan elevados de contribución al crecimiento–, con un sector productivo al que ha comido terreno el sector público. Esto, por sí mismo, perjudica el crecimiento potencial de la economía española a medio y largo plazo, es decir, perjudica a su crecimiento estructural sostenible de manera eficiente y estable.
Tan es así, que la economía española no deja de perder productividad y competitividad, y el cambio de modelo económico no está girando hacia una economía más productiva, especializada en productos y servicios de alto valor añadido, sino que marcha en sentido contrario, hacia una economía de bajo valor añadido, con crecientes subsidios y pérdida de capacitación profesional.
Eso hace que la economía no se sostenga por sí misma, que viva anestesiada, y que se estén produciendo flujos migratorios en el campo laboral en ambos sentidos, tanto de entrada como de salida.
Así, los trabajadores que recibimos de fuera lo son, cada vez más, para trabajos muy poco cualificados, que no realizan los españoles y cuya demanda de trabajo está creciendo, que tiene que buscar su oferta fuera. Esa demanda de trabajo poco cualificado crece porque la economía se está desarrollando en esas ramas de actividad de poco valor añadido, haciendo que la economía española pierda posiciones respecto del exterior.
Por otra parte, según el informe del BBVA "El valor económico del capital humano en España y sus regiones", un tercio de los emigrantes de España son jóvenes. Es obvio que puede haber emigrantes temporales, para aprender un idioma o para tener una experiencia profesional pasajera, pero es preocupante que una parte de los jóvenes se vayan, especialmente porque muchos de los que se marchan son personas de elevada cualificación, que no encuentran en nuestro país un desarrollo profesional acorde a su capacitación, debido a que nos estamos quedando rezagados en productividad, en competitividad y en prosperidad, pues nuestra posición en PIB per cápita respecto de la media de la eurozona ha descendido.
Todo ello no es más que el resultado de una política económica equivocada, que crea una sociedad subsidiada, con gasto ingente e impuestos asfixiantes que merman la productividad y competitividad y ahuyenta inversiones, junto con una educación cuya calidad se deteriora cada vez más. Esto provoca que las actividades de alto valor añadido pierdan peso y la economía española se empobrezca estructuralmente.
Así, la inversión no remonta y sigue por debajo de los niveles anteriores a la pandemia en términos reales, concretamente 1,3 puntos por debajo de aquel nivel, mientras que el gasto público se encuentra 12,02 puntos por encima, que denota un claro efecto expulsión de la actividad productiva privada, de la inversión, por parte del gasto público, elemento contraproducente para el sostenimiento de la economía a medio y largo plazo.
Por tanto, dicho crecimiento cuenta con un barniz artificial, que no recoge la evolución real de la economía española, pues la actividad productiva privada empeora su comportamiento, siendo sustituida por una aceleración del gasto público que habrá de descender en este año, al tener que cumplir con las reglas fiscales, al haber estado sostenido por el gasto público. Es decir, se trata de un crecimiento insano, generado por una política económica errónea que mira sólo el dato del corto plazo en detrimento de un crecimiento sano para la economía en el medio y largo plazo. Es la descapitalización profunda de la economía española, que está dejando de ser una economía pujante para convertirse en una economía de subsidios y bajo valor añadido, con fuertes desequilibrios estructurales, que también se descapitaliza en términos de recursos humanos, al perder a muchas de sus mejores cabezas, que emigran hacia el extranjero.