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Domingo Soriano

Por supuesto que podemos trabajar un día menos y cobrar lo mismo

Sumar y el PP se unen en la petición de una jornada laboral de cuatro días. Y la pregunta que todos tenemos es: ¿se puede lograr?

Sumar y el PP se unen en la petición de una jornada laboral de cuatro días. Y la pregunta que todos tenemos es: ¿se puede lograr?
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, esta semana, durante un acto en la Facultad de Filosofía y Letras de Granada. | EFE

Todo lo que vemos por las calles de España lo han pagado los españoles. Sus coches y sus casas; también los hospitales públicos o las carreteras. Si nuestros coches u hospitales son peores que los de los suecos (por ejemplo) es porque ellos son más ricos. Cada año, los suecos producen más de media que nosotros. Y sí, la producción depende de muchos factores, pero podemos simplificarlo mucho y reducirlo a dos: horas de trabajo y unidades producidas en cada una de esas horas. Por supuesto, muchos factores influyen en esto: capital acumulado, formación...

A partir de ahí:

  • A igualdad de productividad, si trabajasen más: ¿los suecos podrían tener coches y hospitales mejores? Sí.
  • ¿Y trabajando lo mismo pero siendo más productivos? También.
  • ¿Y siendo más productivos y, al mismo tiempo, trabajando más? Pues entonces, coches todavía más buenos y hospitales de primera.

Las cuentas están claras. Otra cosa es lo que cada uno queramos. Tanto a nivel individual como agregado. Puede que alguno piense "es mejor trabajar menos horas, para tener más tiempo libre, aunque mi coche y mi hospital sean un poco peores". Legítimo. Otra cuestión es si asumimos lo que esto implica: por ejemplo, si estamos dispuestos a que España cada vez esté más lejos en términos de renta per cápita que los países más ricos del mundo.

La idea

Decía el otro día Íñigo Errejón que cuando a una idea le llega su momento, es inevitable que se lleve a cabo. Hablaba de la jornada laboral de cuatro días semanales, que su formación, Sumar, abandera desde hace años.

Y sí, es cierto que todo indica que a esta idea le ha llegado su hora. De hecho, el PP ya se ha sumado a la iniciativa. Por la "conciliación", dicen. Tiene toda la pinta de que, al menos en el empleo que podríamos denominar de "oficina", esto será lo mayoritario en nuestro país en 15-20 años. ¿Quién va a estar en contra? ¿Trabajar un día menos y tener un fin de semana de tres días? Votos a favor: 100%.

A partir de ahí, habrá cierta discusión en el detalle: el PP quiere llegar a un acuerdo con la patronal y plantea jornadas más largas de lunes a jueves (de 9 a 10 horas) para no reducir demasiado el total semanal. Aunque en Sumar siguen a lo suyo: 32 horas como objetivo final, quizás por pasos: primero 37,5 de forma generalizada, luego 35... Pero en 2040 usted (o sus hijos) trabajarán de lunes a jueves. Y muchos cogiéndose la tarde del jueves para irse a la casa del pueblo, un poco como ahora hacemos en Madrid a partir de las 14:00 del viernes.

Lo obvio

Algunos aguafiestas dicen que no se puede. No es cierto: claro que se puede. De hecho, no hay más que mirar lo ocurrido en el último siglo para confirmar lo obvio. Ya trabajamos muchísimo menos que nuestros abuelos: en horas semanales (las jornadas de seis días, que incluían los sábados son un recuerdo lejanísimo) y en horas anuales (vacaciones, fiestas, bajas justificadas o no, días de libre disposición...)

Además, si comparamos, como deberíamos hacer siempre, horas trabajadas en nuestra vida adulta respecto a horas de ocio en ese mismo período, la diferencia es brutal: como hemos apuntado en otras ocasiones, en cierto sentido ya estamos en el futuro imaginado por Keynes en la década de los 30 y en el que hablaba de la jornada laboral de 15 horas. Comparen a un trabajador de 1900 (empieza a trabajar a los 15, se jubila a los 65, muere a los 68); con uno del 2020 (tras la universidad, trabaja desde los 25, se jubila a los 65, vive hasta los 90). No sólo es que nuestra jornada semanal sea más reducida (y lo es); si miramos porcentaje de horas trabajadas en el total nuestra vida adulta probablemente estemos hablando de una reducción del 60-70%. Y sin Errejón ni Díaz de por medio.

A esto habría que incluirle otros beneficios. El más extendido en los últimos años es el teletrabajo, que no deja de ser una forma indirecta de reducción de jornada: por lo que te ahorras en tiempo (por ejemplo, en los desplazamientos) y porque es más cómodo y barato.

Un último recordatorio: en los países más ricos de Europa, esto de la reducción de jornada es algo de lo que casi no se discute. Lo dan por hecho. En Holanda y Suiza, por ejemplo, casi el 40% de los trabajadores tiene jornada parcial (en la mayoría de los casos, menos de las 32 horas que reclaman Errejón y Díaz); entre las mujeres, superan el 60%. Y no es precariado: al revés, en estos países este tipo de jornada está muy extendido entre todo tipo de ocupaciones y nivel de cualificación. En Austria, Alemania, Bélgica, Suecia, Noruega... no llegan a cifras tan elevadas, pero en todos los casos rondan el 20%. Por cierto, en todos estos países ricos en los que la jornada reducida es muy habitual, hay mucha más presencia femenina en el colectivo de trabajadores con menos horas semanales. Y ya no queda claro si esto es discriminatorio para ellas o para ellos.

Tampoco queda claro cómo se hará en el empleo de baja cualificación, en el que el tiempo en el trabajo es mucho más estricto. Como siempre, este tipo de propuestas parecen diseñadas para un determinado perfil (alta-cualificación, trabajo de oficina, no se requiere presencialidad constante...). Para un albañil, camarero, dependiente de tienda o empleado del campo es mucho más complejo anticipar cómo cuadrar el círculo.

Y otras preguntas en el aire: ¿colegios también cuatro días abiertos? ¿Consultas en los hospitales? ¿Comercio? ¿Restauración? De nuevo, oficinistas (y eso son políticos y periodistas) pensando que todo el mundo trabaja como ellos.

Las alternativas

Dicho todo esto, sigue flotando la pregunta en el aire: ¿podemos trabajar menos y cobrar lo mismo?

La respuesta es que sí. Incluso podríamos cobrar más. Lo explicaremos con un ejemplo del mundo de los medios de comunicación.

  • Imaginemos un programa de radio semanal que emite 52 episodios al año.
  • Si el año que viene su audiencia sube un 20%, ¿podrían seguir cobrando lo mismo sus trabajadores, emitiendo sólo 40 episodios? Claro, como tienen más audiencia (el equivalente a elevar la productividad), pueden cobrar más a sus anunciantes por cada programa emitido; y, a cambio, cerrar en julio y agosto.
  • Cobrarán lo mismo que el año pasado... pero menos de lo que cobrarían si hubieran hecho 52 programas tras la subida de las audiencias. Dejar de hacer el programa en verano no sale gratis: a cambio de más tiempo libre, dejas de ganar ese 20% extra que podrías obtener.

También podemos verlo en términos de empleo y precios. Imaginemos ahora una fábrica que produce componentes para automóviles. Está especializada en frenos. Si sus trabajadores están menos horas en la planta, ¿la empresa podrá seguir pagando sus sueldos? De nuevo, la alternativa fácil es la productividad. Pero incluso si el incremento de productividad previsto no llega, eso no quiere decir que la fábrica vaya a cerrar. Sólo deberá subir un poco los precios porque los costes por unidad producida serían un poco más elevados. Tras este encarecimiento, habrá algunos clientes que buscarán otra alternativa y venderá menos frenos. Y como vende menos probablemente no podrá contratar al mismo número de operarios que tenía previsto. En este caso, el ajuste se haría por la vía de los trabajadores contratados. Los que se quedan con el empleo quizás piensen que les merece la pena porque cobran lo mismo por menos horas. Los que no acceden al mismo no estarán tan contentos aunque no le echarán la culpa al nuevo horario.

En resumen, sí se puede trabajar menos, pero habrá que compensarlo: (i) en términos de salarios-beneficios más bajos, si la productividad no sube; (ii) en salarios-beneficios iguales a los actuales, pero menores a los que habrían podido ser, si la productividad sube al mismo ritmo (o mayor) al que se reducen las horas trabajadas; (iii) en menores ventas-empleos si el incremento de costes lleva a subir precios.

El gráfico

Y todo esto de menores salarios y empleos no es sólo un ejercicio teórico. Miren el siguiente gráfico, que se incluía en el Informe Draghi que el ex primer ministro italiano presentó hace unos días a la Comisión Europea. La idea es que el documento sirva para relanzar la economía de los Veintisiete.

informe-draghi-productividad.jpg

El gráfico muestra la diferencia de renta entre EEUU y la UE-27 en 2023. ¿A qué se debe? ¿Por qué en EEUU hay sueldos más elevados, de media, que en Europa? ¿Por qué hay más empresas? La respuesta es: por un lado, porque son más productivos (72% de la diferencia); pero también porque trabajan más (un 28% viene por las horas trabajadas). ¿Qué prefiere usted: el ritmo de vida norteamericano o el europeo? Se puede preferir el europeo, pero no se puede pensar que entonces los ingresos serán como los norteamericanos.

Si miramos a España, más de lo mismo. ¿Somos felices con una renta per cápita que es un 50-60-70% más baja que la de Suiza, Dinamarca, Alemania, Holanda...? La respuesta puede que sea afirmativa. Pero asumamos de nuevo la realidad: esa menor renta también se traduce en peores servicios de todo tipo (también menos impuestos y menos estado del bienestar). Si reducimos el horario, tendremos menos renta de la que potencialmente podríamos tener. Tiempo o renta: es una disyuntiva clásica.

¿Va la jornada laboral de 32 horas a hundir la economía española al nivel de la venezolana? No, sólo hará más complicado que cerremos ese diferencial de renta con otros países. ¿Podríamos lograrlo disparando nuestra productividad? Sí, pero no hay nada que indique que estemos en ese camino. ¿Podemos permitírnoslo? También, simplemente, tendremos sueldos algo más bajos que si trabajásemos más horas; y habrá algo menos de empleo porque nuestros productos serán algo más caros (menos competitivos). Es lo que nos ha estado pasando en los últimos 30 años: cada vez estamos más lejos de los países más ricos, pero eso no quiere decir que seamos más pobres que hace 25-30 años, sólo que apenas crecemos y nos alejamos de los que mejor lo hacen.

Por supuesto, ninguno asociaremos nuestra jornada de lunes a jueves con ese estancamiento. Ya había estancamiento antes y lo seguirá habiendo después. Los que puedan permitírselo tendrán más tiempo libre, quizás cobrando un poco menos. Y Errejón y Díaz (y Feijóo) pensarán que han logrado una conquista histórica para los trabajadores.

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